Los Consejos de Seguro
Por Adrián Alvarado
Seguro Silva es un antiguo amigo de mi padre que tiene su domicilio en la cárcel de Coronda, no por ser un delincuente peligroso, Seguro sólo fue un ladrón con muchísima mala suerte. Él no está purgando condena alguna, de hecho, la terminó hace rato, pero decidió quedarse, tenía más contactos afectivos dentro del penal que afuera.
Dada su aguda inteligencia, su fina sensibilidad y su bondad sin mácula, las autoridades de dicha institución carcelaria le permitieron quedarse porque significaba y significa un estímulo muy importante para los otros internos.
Muchos intelectuales intentaron recopilar sus escritos pero los justificados caprichos estéticos de Seguro hicieron que desistieran con prontitud. Es que la literatura de este singular autor no puede encasillarse en ningún género sin resentir su esencia.
Desde hace tres años venimos difundiendo el material de este artista del verbo en nuestro estupendo programa de radio. Este año vamos a retomar el apostolado del periodismo radial en el 98.1 de tu dial. Los consejos de Seguro recuperarán su lugar en el aire y también van a tener su espacio en este pasquín virtual.
Seguro desposó epistolarmente a una dama, Delfina Contreras, ignota poetisa santafesina que nos abrirá las puertas siempre abiertas de la poesía con mayúsculas.
Los datos biográficos de estos dos personajes son austeros, pero aquellos lectores que visiten con asiduidad este medio podrán conocerlos más profundamente en entregas posteriores.
En esta oportunidad vamos a presentarles un consejo y dos aforismos de Seguro Silva y un poema de Delfina Contreras sólo como un anticipo de algo que si bien continúa recién comienza.
Sean todos ustedes bienvenidos al maravilloso mundo de la literatura.
Consejo número 132
"Si pequeños animales entrenas cuídalos de los individuos de sospechosa higiene"
Érase en período artístico destino show business que me encontraba trabajando en un circo de mala muerte. Catorce equilibristas, tres ecuyeres y quince payasos habían dejado la vida y parte de su masa encefálica en la arena, sin contar al domador tucumano de pumas albinos, que fue manducado por las feroces bestias aquel fatídico día en que olvidóse de darles de morfar.
Yo trabajaba decía en dicho circo. Tenía un plantel estable de animales entrenados compuesto por dos ladillas y cuatro garrapatas que hacían las delicias del público que alcanzaba a ver algo. Las destrezas de aquellos adorables insectos y la capacidad de domador de pequeñas alimañas que tenía por entonces arrancaban aplausos de mano morada quedar.
En infausto día, un enano detestable de costumbres non sanctas, se durmió, vencido por alcoholes destilados con saña, cerca del habitáculo donde descansaban mis queridas criaturas. La humedad propicia y el desprecio por la limpieza que aquel maldito enano ostentaba, tentaron a dos de las garrapatas y al casalito de ladillas que se lanzaron golosas a la entrepierna del sujeto, este, dormido como estaba se rascó vigorosamente e hirió de muerte a cuatro artistas, Mario, Betty, Peggi y Julie, dejándome la imposibilidad de continuar con mi fabuloso espectáculo.
El juicio por lucro cesante que le inicié al enano lo perdí pero sentó jurisprudencia.
Libertad a Seguro.
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Aforismo de entradas en diáspora número 345.
¿Que valor tiene el blanco vano de un sufragio falso?
¿Que valor tiene la vergonzosa impotencia que produce el no sentirse representado por nadie cuando no deberías pensar siquiera en ser representado por otro que tú no fueras?
¿Que te induce a pensar, pequeño pelotudo democrático, que se puede protestar en el marco de una ley creada por el poder que también inventó en su provecho el verso infame del voto castigo?
La cobardía del hombre es un atentado contra todos los hombres y se paga con la muerte.
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Aforismo del tipo apotegma lúdico número 38.
Muéstrame el interior de tu heladera y sabré quien eres.
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Poema de Delfina Contreras número 78 perteneciente al "Libro de las justificaciones falsas".
Voz de voces la nuestra
que se empecina dura y tenaz
en repetir lo que otras voces callan.
El sinsentido de apalabrarlo todo
no es don ni es condena
es necesario.
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