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Una Venecia del subdesarrollo

Por Eddie Barrionuevo

     ¿Cómo pensarte como protagonista, como victima de semejante desastre? ¿Cómo explicar lo que sentís como un espectador del dolor? La impotencia de miles de rostros deambulando en una Venecia del subdesarrollo, el agua viene y viene, lentamente, nada la para: flotan fotos / libros / recuerdos / muebles.
Los teléfonos suenan y nadie atiende, no se puede atender desde la terraza, seguro que es la familia lejana que no llama ni en las fiestas, pero que se calentó hoy en medio del drama, el drama de perder todo de la nada que ya tenías, el dolor y la impotencia de saber que ni con toda la arena del Sahara podés contener tanta agua.

     Cómo contener tantas lágrimas de niños que miraban cómo su mascota se debatía entre la vida y la muerte. Las ratas y víboras arrancaban gritos de alarma entre vecinos, los mismos que clamaban al cielo que deje de llover. El sol ausente desde diez días antes se negaba, solo asomaba un ratito y las nubes se encargaban de taparlo, al igual que el Estado, que sus funcionarios con su indiferencia, su inoperancia, su desidia, su preocupación de estar aún recontando votos y haciendo pronósticos de ballotage. Seguro que las puteadas de los inundados no les llegaban, ya habían pasado las elecciones. Los punteros del PJ ya dejaron las bolsas de comida que la unidad básica les entregó ¡por las dudas dejemos algunas para la segunda vuelta!

     Y el gobernador sigue diciendo a quien lo quiera escuchar, que el pico histórico fue de 7,15 metros, y que en 1914 fue la más grande, y luego en posteriores inundaciones el agua del Salado cubrió Santa Rosa de Lima, barrio de "razas", y que ya vivió otras. Pero ahora el agua no respetó chalets ni casas de planta alta ni supermercados, menos el rancho de chapas de cartón. Pensé en mi amigo Luisito con sus pibes, uno discapacitado por una bala de la poli santafesina, él montó con paciencia y miseria un rancho a la orilla del Salado, el mismo Salado que alguna vez nos dio de comer con sus moncholos y hoy enfurecido les arranca la vida a mucho ignotos vecinos, o los manda a los centros de "reclusión" temporaria montados por la espontánea y desordenada voluntariedad de vecinos / de Cáritas / de Asambleas / de estudiantes / de vecinales / de anónimos ciudadanos que se acercan a los centros de amontonar alimentos y ropa.

      Ya el cielo lloró mucho en esta Santa Fe de la Vera Cruz, el ocre de las hojas de este otoño cruel que dejó desnudos los árboles de mi patio, también dejó al desnudo la incapacidad de los funcionarios de este gobierno ¡eso si, en el cuartel del Gada entraba quien decía ser enviado por algún diputado o concejal! y recibía colchones, mientras en la escuelita del barrio a las 10.30 de la noche 12 chicos mojados / asustados / llorosos / con hambre, dormían sobre flacos cartones, tapados por algunas ropas que presurosos les acercamos.

      Aún me quedo como espectador de la otra Santa Fe, la que muestra un Fonavi sumergido, un barrio Roma debajo del agua, una procesión de rostros doloridos, de llantos contenidos, de puteadas a políticos y funcionarios, un barrio Chalet que hace 15 días ya estaba inundado, pero que las elecciones no permitieron que la TV o la radio y menos los políticos le dieran bola. Como dijo una vecina al borde de la violencia "¡solo vienen aquí cuando quieren votos!"

     Hoy salió el sol, el barrio se llena de luces y algo me reconforta, las ropas mojadas se secaron, los zapatos húmedos que ya no sirven - que ya no servían antes - serán reemplazados por los calzados que la vecina alcanzó.

      El sol ilumina el barrio, miro consternado los hombres y mujeres que arriba de los techos resisten a que la naturaleza le robe lo que les costó tanto y se quedan allí, estoicos, evitando que los otros, los que roban a los pobres - y ahora no me refiero a los gobernantes - los despojen de lo poco que les queda.

     Me voy a la escuela. Allí me necesitan.

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