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Los Consejos de Seguro

Por Adrián Alvarado

     Hubo un tiempo que fue hermoso y fue libre de verdad. Hoy Seguro Silva permanece en la cárcel de Coronda por decisión propia y a veces tiene ganas de jugar como cuando era niño. Precisamente porque cuando niño nunca tuvo tiempo para jugar, Seguro Silva nos toma de la mano, nos lleva al mundo de los cuentos infantiles y nos introduce como quien no quiere la cosa en el universo de la ilusión y la fantasía. Por todo esto es que el trabajo que eligiera para este número de la revista es una pequeña variación del tradicional cuento infantil "Caperucita Roja" intitulado "Caperuza no Roja".

"Caperuza no Roja"

     La pequeña Caperuza no Roja vivía con su madre en las afueras del bosque y todos los días a eso de la 10 de la mañana salía camino a la casa de su abuela con el fin de acercarle a la decrépita anciana algo de morfar. Para hacerlo debía cruzar el bosque donde vivía el temible lobo Nazareno Cruz, que en una noche de eclipse quedara definitivamente emperrado.

     El lobo Nazareno aguardaba a diario a Caperuza no Roja para joderla un rato, en el sentido de molestarla, no en el otro.

     Caperuza no Roja tenía un problema en la vista, sus ojos sólo podían ver la realidad de costado, nunca de frente, lo que le daba un aspecto horrible, por eso cubría su cabeza con una caperuza que ya no era roja porque la intemperie y el tiempo la habían transformado en un trapo de cualquier color.

     Un día Caperuza no Roja salió como de costumbre desoyendo las recomendaciones de su madre. Caminó lo más campante entonando una canción de Montaner y se internó en el bosque.

     El lobo Nazareno la esperó como siempre. El método del abominable era muy simple: esperaba a Caperuza no Roja de frente, ella no podía verlo hasta que se topaba con él; el bestia reía a carcajadas mientras Caperuza no Roja lo puteaba.

     ¿Adónde vas tan apurada niña rara? - dijo el lobo.

     - ¡A la casa de mi abuela, Loboludo! - le respondió fuera de sí Caperuza no Roja.

     - Ja, ja, ja, que carácter tienes niña fea.

     - ¡Niña fea las pelotas! - dijo ofuscada Caperuza.

     Los diálogos casi siempre tenían el mismo tono, pero ese día el lobo Nazareno no iba a dejar ir a Caperuza porque había decidido manducarla junto con su abuela, y se lo dijo.

     - Niña impresentable hoy voy a morfarte sin más ni más, sin ton ni son, porque se me canta y tengo hambre.

     - Si lo haces eres lobo muerto.

     - Vamo' a ver. ¡¡¡Aaaaaarrrrgghhhhh!!!.

     Y se la mandó con todo y canasta.

     Acto seguido se dirigió a la casa de su abuela, la de Caperuza, e imitando su voz, la de Caperuza, logró entrar y se morfó también a la anciana con todo y camisón. Fue a la heladera, se bajó la caña que la vieja atesoraba y se acostó a dormir.

     La madre de Caperuza preocupada porque su hija no volvía, llamó por teléfono al leñador democrático y le pidió que fuera a ver qué pasaba en la casa de la abuelita, porque la muy infeliz de Caperuza no volvía.

     El leñador democrático cargó la motosierra y salió en dirección a la casa de la vieja enferma. Golpeó pero nadie lo atendió, entonces volteó la puerta y descubrió al lobo Nazareno durmiendo apaciblemente en la cama de la abuela. Sin dudarlo un segundo decapitó a la bestia con la motosierra. Del agujero que le quedó al lobo Nazareno en el cuello salió una vocecita que decía: "¡Sáquenos de aquí! ¡Sáquenos de aquí!". El leñador entendió todo y se dedicó a destazar el cadáver del lobo. Desmembró el cuerpo cortándolo en nueve partes incluyendo el tronco, donde el abominable tenía el estómago, y en el estómago estaban la niña y la vieja. Con la precisión quirúrgica que una motosierra puede ofrecer, el leñador democrático operó al lobo. De la operación, Caperuza y su abuela salieron llenas de sangre y otras inmundicias. El leñador democrático no era cirujano, una mala maniobra con la motosierra le costó la mano derecha a Caperuza no Roja. Pero, lo más importante es que estaba viva y su abuela no.

     Y colorín colorado con el lobo estropeado este cuento no ha terminado, de hecho, apenas ha comenzado.

     Libertad a Seguro.
     La rata que lo mordió a Reutemann está muerta.

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