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Bandeja de entrada
Sin embargo, en lo que realmente importa (y ahora sí se lo digo) el discurso fue francamente de derecha
M. del H.: Ay Luis, Luis.... La Bandeja de entrada pretende ser algo así como un correo de lectores y por eso nos pareció mejor poner un límite para que esta página no tenga un scrolling delirante que la termine convirtiendo en ilegible. Aunque tu nota tiene 861 palabras y como vemos que te estás esforzando por sintetizar, hemos decidido hacer la penúltima excepción. Fuerza Luis, que 500 palabras alcanzan para decir mucho. Un abrazo El pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes; es decir, el pueblo: ni delibera ni gobierna. Le intentaba explicar a José. Si lo intenta, el escarmiento: 30.000 desaparecidos y otras tantas muertes convenientes de luchadores sociales a la saga, servirán de lección. - Pero eran guerrilleros, acotó José. - No entendiste nada, le respondí. No hay dos demonios. Sabés qué es lo que se quiso silenciar: la solidaridad. O acaso crees que un grupo de insurgentes era el verdadero problema en el negocio que significa la guerrilla, que hasta los mismos gobiernos se encargan de infiltrar y fomentar, donde el imperio pasa a ser el principal proveedor de armas. - ¡Ah, sí!, Firmenich, Galimberti, Obeid y otros etcéteras, vendrían a ser los solidarios, cierto. Ironizó José. - Nunca observaste que aunque el cielo esté encapotado e inclusive llueva a cántaros, eso, no explica de por sí que el sol no exista; que el sol está ahí, siempre, le respondí. - No filosofes y sé categórico, me increpó José. - Voy a intentarlo. ¿Vos sabés que hacían los miles que querían cambiar el país por entonces?: básicamente, solidaridad. Enseñaban a leer y escribir en las villas miserias, cuando salían de sus estudios en la secundaria o la Universidad. Enseñaban cómo hacer pan, ladrillos, huertas comunitarias, etc.. Cómo, finalmente, la solidaridad que no es para nada la caridad, te permitía vivir aunque el sistema te expulse y, te ayudaban a entender por qué, el sistema te quería expulsar a pesar de su sobreabundancia. - ¿Qué es esa diferencia entre caridad y solidaridad?, no te entiendo, insistió José. - La primera era bien vista por el sistema e impulsada desde la cúpula de la Iglesia. Es dar limosna, sobrantes y lavar conciencias. La otra, era pecado capital, estaba prohibida. Ponerse en la piel del otro, hacerse cargo, participar o analizar críticamente, enseñar a distinguir lo blanco del negro (qué horror la foto de la Negra con Macri) -pensé por mis adentros-, todo eso -entre otras cosas-, José, merecía la pena de muerte. Y lo sigue mereciendo, me atreví a responderle. - ¿Cómo que sigue mereciéndolo?, preguntó incrédulo. - Recuerdas los albores democráticos y repasa los luchadores sociales muertos, incluyendo los del 19 y 20 de diciembre de 2001, los del puente Pueyrredón, los Leprati y los que siguen ¿no ves vínculo alguno?. ¿A vos te parece que el flagelo del hambre existe sólo a partir de que lo muestra la televisión y desaparece cuando la cámara enfoca otra cosa?, o acaso no ves que es funcional a los intereses creados y, que siendo la única enfermedad que tiene cura barata y asegurada, es irremediablemente incurable en un país lleno de trigo, vacas y demasiadas extensiones de tierra disponible y superproducción de alimentos. Ciertamente, al igual que el anónimo surgido pos-inundación ¿vos crees que es necesario una catástrofe o, un genocidio, para darte cuenta de que el otro existe?. - Francamente no te entiendo, dijo José. - A ver, de nuevo: que las Iglesias se vacíen rápidamente de contenido, es decir, de cristos rotos, y vuelvan a funcionar para lo que "fueron establecidas" y que las escuelas vuelvan con urgencia a dar clases y sacarse de encima tantos desprotegidos, te parece que tenga que ver con estar más cerca de Dios ó más cerca de los títulos que te acreditan para ser un destacado alumno de la facultad ó, que Universitario ya, encuentres el lugar en el mundo que la sociedad reservó para ti. Nada de eso, hay que terminar con el pecado capital: la solidaridad. Ese darse cuenta que sos demasiado igual al otro, que sufre y ríe igual que vos y, sí, también sueña. Que cuando caen las barreras impuestas, se intercambian opiniones, se generan acciones, se reflexiona, se piensa, se critica, se reclama en conjunto… se empieza a ver más allá de las narices… se comienza a vislumbrar con más claridad a qué intereses son funcionales los representantes, dónde está el poder real y qué intereses defiende. Te voy a confundir más. En un simple partido de fútbol, un jugador muere de golpe. La televisión lo muestra pero el espectáculo sigue. Los comentarios se van distorsionando: - Fulano me comentó que a un amigo le pasó lo mismo en un futbol-cinco. Sí pero esto es, distinto, es un partido internacional y lo vimos por la tele. - ¿Qué partido viene ahora?. A la semana, nadie se acuerda del muerto, te das cuenta. - Ya me mareaste, dijo José. - Si no investigamos, si no reclamamos, si no participamos, seguirá la oscuridad y, en la oscuridad, nada es lo que parece, ni la justicia, ni el gobierno y entonces, los que ordenan la muerte un día, son votados al día siguiente y así de corrido, entonces, todos seguimos en peligro. - ¡Prendé la luz!, dijo José, que yo no veo nada. Luis Juan Fabrizi |
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