Los relatos

por Miguel Espinaco


"Los argentinos nos merecemos un mejor relato" (Cristina Fernández de Kirchner - discurso al cierre de los comicios)

Después del modernismo no cabía más que el posmodernismo y así fue.

Antes, dicen, aquel modernismo había sido el tiempo de las grandes narraciones globales que intentaban abarcar todo, que buscaban aunque más no fuera en perspectiva llegar a la verdad.

"A pesar de estar enfrentadas entre sí, las ideologías (ilustración, idealismo, marxismo, nazismo, fascismo...) compartían la ambición de ser un metalenguaje: es decir, una clave interpretativa aplicable a todos los campos disciplinarios. Cada una de ellas proponía una visión global del mundo y expresaba su propio punto de vista acerca de todos los aspectos de la realidad" nos cuenta un Atlas Universal de Filosofía.

Así, claro, es como se ve desde el postmodernismo al modernismo, porque los posmodernos arrancan negando que los distintos ámbitos de la realidad puedan explicarse desde un único punto de vista y entonces no habría ningún fundamento definitivo de la realidad y del conocimiento lo cual suena, digámoslo, a un fundamento definitivo de la realidad y del conocimiento. Por eso, mirando desde el balcón del modernismo, el postmodernismo podría ser visto apenas como otra narración con aspiraciones de ser otra "visión global del mundo".

Lo cierto es que los grandes relatos totalizadores han pasado a la historia. En realidad la palabra relato había sido dada a luz solamente para poder escribir su epitafio, para poder decir falleció, ya no es más, ya fue: el relato era bautizado sólo para declarar la muerte del relato.

La entonces candidata Cristina Fernández de Kirchner usó la palabra en el reportaje que le diera al programa "A Dos Voces" el miércoles pasado y después de ganar la repitió una y otra vez.

Pero no parecía para nada estar debatiendo con el posmodernismo.

Relato 1

Son las seis, ya van a dar los resultados.

Quién más quién menos, algunos mirando de frente y otros de reojo, unos interesados y otros mirando como quien oye llover, son millones los que encienden la tele a ver qué pasa. Por unas horas millones estarán atentos con los ojos puestos en un mismo lugar, repitiendo un ejercicio que se repite tantas noches en el virtual panóptico, la pantalla que mira y es mirada por todos en el centro de una escena que no es ningún lugar pero que es todos.

Hoy fueron las elecciones. Los hechos son moldeados para los que miran durante esas pocas horas, porque mañana la noticia será vieja. Es hoy solamente por hoy y nada más y la escena quedará plasmada en las imágenes que serán mañana la prueba de los hechos El montaje tendrá que ser perfecto porque será la historia que será contada será por siempre, la ficción de lo que fue aunque nunca haya sido.

Es la hora pero no. Mucha gente hace fila en las escuelas y las escuelas quedan chicas, la imagen del fervor electoral es mostrada por los móviles y un funcionario que dice primero que cierren que es la hora dice enseguida que abran, que la cosa se posterga una hora más.

Un ministro aprovecha y afirma vieron, vieron que no había apatía, miren como se amontonan los votantes; los periodistas aprueban la decisión de no dejar la gente afuera.

El cuento contado por la imagen afirma que había una vez una elección en la que todo el mundo quería participar, una elección que entusiasmaba a todos.

Los números no, los números dirán otra cosa, dirán que nunca antes habían votado tan poquitos en una elección presidencial, dirán que más de ocho millones no votaron a ninguno y dirán que la cuarta parte del padrón ni siquiera fue a votar.



"Se miente más de la cuenta/ por falta de fantasía/ también la verdad se inventa" (Antonio Machado)

No parecía estar debatiendo con el posmodernismo - para nada - sino protestando por lo que se contaba, por lo que se decía que pasaba.

En la sociedad de los medios electrónicos de difusión, de la noticia a cada rato, de la imagen en tu propio living, existe más que nunca la sensación de que la realidad es menos que su propio relato, de que las cosas son mucho menos lo que son que lo que parecen.

El enojo entonces por lo que se cuenta, la voz de la candidata - después presidenta electa - peleando el territorio de lo dicho sobre lo que es, sobre lo que sucede, porque en cierta medida el cuadro acaba resultando el modelo, la foto la realidad, el eco el sonido.

En honor a la verdad, los medios de comunicación se han vuelto algo unilaterales o quizás siempre lo fueron y nunca antes fue importante que lo fueran: Página 12 en un extremo, que devino en el diario de Irigoyen, aquel que de acuerdo a la leyenda le era escrito especialmente al viejo caudillo radical para que pensara que todo andaba bien, los otros que tampoco han sido impiadosos con el gobierno, pero que ciertamente tienen una cierta tendencia a montar una oposición que huele a antichavismo, contradictorios con esa contradicción del buen burgués que quiere un gobierno fuerte que le cuide los negocios pero que teme que se vuelva demasiado fuerte y termine siendo competencia y entonces hoy un golpe y mañana una caricia.

Y la televisión que muestra asesinatos por doquier, tantos que si uno se excede mirando noticieros se queda con la sospecha de que Buenos Aires es Beirut, y los diarios que hablan de Skanka y de Piccolotti y del Indec y de las valijas dale que dale.

Y así el cuentito no resulta el cuentito que Cristina quiere que se cuente.

Relato 2

Quién más quién menos, algunos mirando de frente y otros de reojo, unos interesados y otros mirando como quien oye llover, son millones los que están frente a la tele. A ver qué pasa.

A las siete se cierran las mesas y de golpe aparece el resultado, así mágicamente. Algunos se sorprenden porque todavía hay gente que está votando y otros se acuerdan de que casi siempre los políticos explican que los votos se cuentan de a uno y otros tantos ni reparan en el punto porque la televisión es así y un videograph con porcentajes no dispara preguntas, es sin más la verdad irrefutable.

El vocero de Lavagna intenta una protesta y sale a recordar que la difusión de encuestas a boca de urna está prohibida por ley hasta tres horas después de los comicios, pero mientras él habla en el centro de la imagen, al pie los números siguen como si tal cosa. El siete es la excepción a la regla: en una especie de paradoja que no lo es tanto, el canal del gobierno cumple con la ley y ni habla de los boca de urna, mientras los privados la trasgreden para ayudar al gobierno a instalar rápidamente la idea de que ganó su candidata.

Enseguida sale a hablar Scioli. Su triunfo cantado en la Provincia de Buenos Aires no dependía siquiera del azar del ballotage, así que es el primero que se declara ganador. Todos compiten en el uso de adjetivos para ensalzar el triunfo del motonauta menem-kirchnerista: contundente, aplastante, imponente.

Serán las palabras que queden, la primera impresión es la que cuenta, dicen, así que casi nadie le dará importancia al hecho de que Scioli sacó más de cien mil votos menos que el peronismo del 99 a pesar de que el padrón es ahora más grande y a pesar de que Ruckauf no corría por esos días con el caballo del comisario, que por entonces se llamaba De la Rúa.



"Si la opinión pública supiera que opina lo que la opinión privada quiere…" (Quino)

El cuentito que quiere que se cuente es otro y ella lo cuenta.

Había una vez un país en el infierno - empezaría diciendo su cuentito si se permitiera contarlo así, como se debe - sumido en la desesperación y en el desgano. Y después relataría cómo su corriente política, hija madura de los setenta, lo llevó al crecimiento y a la mejoría para todos, para que todos vivan felices y coman perdices.

Su relato refiere a un nuevo mito de muerte y de resurrección y como todos los mitos, está construido para que sobreviva por los siglos de los siglos. Es necesario que pase por alto ciertos capítulos, que omita por ejemplo aquello de Perón, de Evita y de la patria socialista y que no se interrogue ni por asomo sobre el por qué los ricos son ahora más ricos ni sobre el por qué la redistribución del ingreso no mejora nada ni sobre el por qué sigue habiendo hambrientos en el país que alimenta a pura soja a los chanchos del mundo.

Igual que en la visión tuerta de los diarios, el relato oficial tiene que mirar la realidad nada más que con un ojo y así cerrarse a otros relatos posibles. Por ejemplo, a ese que podría mostrarlo al presidente saliente y a su corriente política como enterradores de la argentina asamblearia, como al que volvió a armar el corralito de las instituciones para que el pueblo no delibere ni gobierne si no es a través de sus representantes, como el que personificó a la burguesía que necesitaba ahora la argentina exportadora de commodities y cumplidora en eso de imponer la ley antiterrorista y hablar mal de Irán a pedido de Bush y pagadora cash de la deuda al fondo.

Relato 3

El tiempo pasa y los números no aparecen.

Uno sospecha que ya deben tener llenas de telegramas las mesas de los operadores, pero que si empiezan a cargar datos los datos serán del interior y Provincia de Buenos Aires y Capital van a llegar tarde porque hay más boletas que contar.

Con el peso numérico de Santa Fe y de Córdoba, los primeros porcentajes podían dejar atrás a la candidata opositora y eso quedaría feo, crearía confusión en la imagen que tiene que ser clara, transparente, ajena a cualquier anécdota que pudiera empañarla mañana como historia.

Y el mensaje es, claro, la claridad del triunfo, lo que muestran los videograph con los boca de urna, la diferencia con el segundo, el impacto certero de los números candidatos a grabarse a prueba de cualquier olvido.

Ahora sí. Un Fernández aparece para decir que van a ir cargando a medida que las actas lleguen y llegan tan ordenaditas que los primeros datos coinciden con los bocas de urna y la realidad se ajusta a la ficción, no vaya a ser que desentone.

Enseguida la candidata para decir antes que nada que ganó por mucho, porque hay que martillar para que eso quede relatado hasta el cansancio, impuesto como verdad irrefutable: la política y la lucha de clases como imposición del relato que será reputado verdadero.

No será dicho, claro, que la votaron setecientas mil personas menos que al aburrido De la Rua y con un padrón mayor, ni será dicho que apenas la votó un 31,35% del padrón y que ese porcentaje es menor que el que obtuvo Alfonsín y que el que obtuvo Menem y lógicamente, que el que obtuvo De la Rua.



"Para que haya diálogo hace falta algo más que un gobierno dispuesto, hacen falta que los medios de comunicación tengan un relato acorde con la realidad" (Cristina Fernández de Kirchner - Programa Desde el llano 25/10/07)

Pero hay todavía otro relato posible.

Uno podría imaginar por ejemplo, que existió alguna vez un kirchnerismo puro, un algo así como un neochachoalvarizmo que cree en el famoso capitalismo renano y en un Estado que lima las incómodas asperezas del mercado y que domestica a los dueños del dinero y que aspira a un funcionamiento de la justicia con la venda puesta y que confía en la industrialización como vuelta a aquel mundo del pleno empleo en el que habrá movilidad social y hasta se podrá salir de pobres.

Para mantener la sorpresa y la inocencia, habrá que olvidarse de cómo acabó aquel experimento del Frepaso, habrá que olvidarse del Chacho yéndose callando porque las opciones eran capitular o enfrentarse a esa democracia del dinero desplegada a toda vela, yéndose callando porque no se atrevió a tomar ninguno de los dos caminos y entonces no tomó ninguno. Habrá que olvidarse de que el cuento ya fue contado y de que colorín colorado así de mal ha terminado.

Entonces, el kirchnerismo puro de este cuentesito, de este otro relato posible, se metió en la vida del poder haciendo gala de su ropaje progresista pero no pudo nunca lograr ninguna de sus leyes sin acudir a sus viejos enemigos denunciados, a los diputados de la vieja rosca, a los intendentes con mala fama, a la usada escenografía de patotas y punteros. Ocurre que sus amigos progresistas eran demasiado kirchneristas puros y no le servían para esos trabajos sucios que el mundo del capital demanda, entonces la transversalidad pasa a la historia y sanseacabó, y aparece la concertación plural más a la medida, ese tren fantasma al que podrán subir todos los monstruos, ex radicales desbandados, ex duhaldistas siguiendo siempre al que tiene el mapa del tesoro, ex menemistas reciclados.

En este cuento posible - solo posible - la rendición aparece como el precio del triunfo y un supuesto final feliz muestra a la princesa abandonada y al personaje a los besos con la bruja.


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