Se queman los papeles por Enzo Vicentín El cierre de la frontera sobre el puente que une Gualeguachú con Fray Bentos por parte del gobierno uruguayo fue el broche patético que cerró la discusión sobre la instalación de Botnia. Primero gendarmes puestos en fila con palos en la mano, después un vallado endeble y por último las dos cosas juntas se convirtieron en imágenes con una carga simbólica enorme. No cabe duda que esa decisión, más que ser una acción fue un gesto. Y como si fuera un duelo entre dos compadritos, el gesto de marcar autoridad tuvo como respuesta el gesto de indignación, y la bronca es el clima que ambos sienten. Se queman los papeles Lo que todos veían venir, se aceleró a partir del fracaso de la negociación en Chile, durante la Cumbre Iberoamericana. El resultado estaba autoproclamado. El gobierno uruguayo no quiere ceder mientras la Asamblea de Gualeguaychú siga cortando el paso (la comparación con el bloqueo yanki a Cuba fue ridícula), el gobierno argentino dice que la violación del Tratado del Río Uruguay fue anterior al corte de ruta. A esta altura del desarrollo del conflicto, los hechos demuestran que la estrategia de ambos gobiernos de recurrir a la mediación española y al trabajo del "facilitador" Yañez Barnuevo resultó un fracaso rotundo. A pesar de las palabras bastante obsecuentes que le dirigieron tanto Kirchner como Tabaré Vázquez al rey de España, el resultado no disimula el fracaso de España al meterse en el conflicto y salir sin nada en la mano (¡ni la foto consiguieron!). Observando desde una perspectiva más larga en el tiempo, resulta indudable que la estrategia del Gobierno nacional de convencer a los asambleístas entrerrianos de que el mejor camino tenía destino en La Haya ha fracasado hasta ahora, y es muy probable que termine de caer cuando el Tribunal Internacional dicte su fallo. La vía legal/institucional, aparte de ser costosa para ambos Estados (es obsceno lo que cobran los abogados que contrataron), es ineficaz al acudir a una instancia judicial que no escapa al comportamiento de la Justicia dentro del sistema capitalista. ¿Alguien piensa que el Tribunal de La Haya puede ir contra una inversión millonaria de una pastera que factura por año casi tanto como el PBI de Uruguay? A esta altura el reclamo del gobierno argentino se mantiene sólo para no recibir más críticas: Botnia ya es una realidad. Lo expresó Kirchner en Nueva York, y la semana pasada en Chile "[el jefe de gabinete] Fernández y [el canciller] Taiana ratificaron la posición argentina de no negociar sobre la papelera y dejar que la última palabra la tenga el Tribunal de La Haya. Pero les plantearon a los españoles que su mediación podía ser muy útil para salvar otros aspectos de la relación bilateral que hoy se encuentran paralizados. Ponerle un paraguas a Botnia podría, ejemplificaban, ayudar en cuestiones laterales como por ejemplo el movimiento del turismo, un tema que preocupa a Uruguay. O reactivar la instalación de una planta regasificadora en tierras orientales" (Página/12, 9 de noviembre). Salvar la relación entre ambos gobierno es, claramente, salvar los negocios en común, y dejar a Botnia en el capítulo de los malos recuerdos. A esta altura es algo muy claro como para no verlo. Nacional y popular Es llamativo que en las etapas que tuvo el conflicto de las pasteras, las escaladas de tensión no siempre tuvieron origen en la lucha de los asambleístas. A diferencia de lo que generalmente ocurre en los reclamos sociales, donde la movilización agita y el Estado aplaca, en la historia de la instalación de Botnia (y Ence, que se fue a otro lugar) el conflicto se crispó a veces por decisiones, palabras y gestos de los gobiernos. Sin ir más lejos, eso es lo que pasó la semana pasada. Lamentablemente son esos momentos los que generan la aparición de las reacciones chauvinistas de los pueblos de ambos países, dando lugar a chicanas baratas y broncas inútiles. Si bien es cierto que a veces el discurso de la Asamblea se afirma en algunas cuestiones nacionalistas (las banderas en cada manifestación, o la consigna de que "la causa de Gualeguachú es una causa nacional"), a lo largo de su accionar los asambleístas han demostrado que su intento por romper la falsa dicotomía del nacionalismo es más fuerte que cualquier intento por aprovecharlo. La construcción de lazos con ambientalistas uruguayos ha sido un punto muy importante en la lucha por saltar la miopía de la confrontación nacionalista. Y en cuanto al discurso, ubicar a los intereses extranjeros como los culpables del conflicto (afirmando, por ejemplo, que Botnia es una empresa de piratas que viene a saquearnos y contaminarnos), es un argumento limitado pero sin dudas superador del típico argumento chauvinista. Los esfuerzos por romper con el chauvinismo, muchas veces alentado por la pirotecnia verbal que ofrecen los gobiernos de ambos países, deben redoblarse. Un repaso por los comentarios que dejan los lectores de los principales diarios nacionales (debajo de las notas que hablaron sobre el cruce de acusaciones entre funcionarios uruguayos y argentinos en Chile) pinta un panorama poco alentador. La construcción conjunta entre movimientos de ambas orillas es la positiva contracara. En este momento se hace necesario dar una disputa en el plano discursivo contra el chauvinismo, que ha mostrado a lo largo de la historia ser muchas veces tan efectivo como nocivo para los trabajadores. Algunas muestras de claridad Dentro de la marea informativa, que lleva y trae noticias que muchas veces no aportan otra cosa que lecturas reducidas, es posible sin embargo encontrar algunos párrafos que merecen resaltarse por su claridad. Los ambientalistas entrerrianos viajaron a la Cumbre Iberoamericana con un documento elaborado, con el fin de repartirlo entre todas las delegaciones de los países presentes. En una parte del documento interpelan a todos los presidentes diciendo: "Ustedes que representan a los pueblos de Iberoamérica, les pedimos encarecidamente que defiendan los intereses de sus gobernados por encima de los intereses de las empresas saqueadoras y contaminantes, que pretenden adueñarse de nuestros recursos naturales, sin importarles nuestra salud, nuestra economía y nuestro medio ambiente" (citado en Página/12, 9 de noviembre). Lo que se pone en cuestión es la cuestión de la representación. ¿Hasta donde son mandatarios los mandatarios? Ese cuestionamiento es una gran ventana que se abre para cuestionar justamente a la democracia burguesa, una oportunidad para develar la mentira en la cual se sostiene este sistema político. Después de haberse puesto a funcionar a pleno la planta de Botnia, desde Finlandia la empresa salió a festejar y a defenderse de las acusaciones de contaminación. Erkki Varis, presidente de Botnia, afirmó: "Este es el momento para agradecer y destacar a todos los involucrados en transformar este proyecto en una realidad. A los 7.000 trabajadores que participaron de la construcción de la planta, a los más de 1.000 profesionales y técnicos que desarrollaron el proyecto y a todas las empresas involucradas que hicieron posible que Uruguay cuente hoy con un emprendimiento de esta envergadura. Y en especial a la comunidad de Fray Bentos quien nos brindo en todo momento su confianza y apoyo" (Infobae, 9 de noviembre). Una declaración interesante, ¿no? Tal vez le falte decir a Varis que trabajaron 7000 para que ahora trabajen sólo 300. O que trabajan para producir pasta de celulosa, que viaja a Europa donde la elaboración la convierte en papel listo para comercializarse, o sea que -a pesar de la fábrica- en Uruguay se producirá la materia intermedia entre la madera y el papel. En eso Botnia realmente no innova en nada, es un ejemplo más de producción de un "commodity" que se elabora en países industrializados y vuelve a estas latitudes en forma de productos con valor agregado. El capital que piensa El capitalismo es un sistema irracional. Y el capital se mueve en el mundo acumulándose pero también destruyéndose a sí mismo. Sin constituirse como regla, en ciertas ocasiones el capital planifica a largo plazo. La historia de las pasteras en Uruguay encuentra antecedentes en emprendimientos forestales estimulados por el gobierno uruguayo desde hace años. Era necesario plantar pinos para que luego las pasteras dispongan de materia prima. Las inversiones que se pensaron a largo plazo hoy tienen su corolario con la producción de celulosa. Lo interesante de este raro caso donde el capital planifica y es (por ahora) exitoso, es que constituye un buen ejemplo de la estrategia de "preparar el terreno" con una inversión para que se encadene otra detrás. Y debería alertarnos a los que tenemos a no muchos kilómetros de distancia millones de hectáreas sembradas de soja, en tiempos donde los biocombustibles se propagandizan como una fuente de energía que en el fututo relevará al petróleo. Esto es como decía la frase de Los Redondos de Ricota: "el futuro llegó hace rato". No quiero decir con esto que en el capitalismo hay un plan pergeñado para mantenernos en la miseria y que de acá a 20 años esté todo pensado. Pero el ejemplo de Botnia debe servirnos para ver que en nuestro país y nuestra provincia también se puede estar "preparando el terreno" para que las productoras de biocombustible se construyan tan grandes y monstruosas como Botnia. Opiná sobre este tema |
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