El Mango del Hacha

Esta nota fue publicada ya hace un par de semanas en Facebook. Las cosas siguieron pasando: el nefasto papel de los medios, las elecciones que perdió el PSOE y que la derecha pudo mostrar como un triunfo, la represión de los Mossos d’Esquadra. Lo que no pasó es la crisis en España ni la indignación de los que siguen exigiendo en las plazas que las cosas cambien.

En un mismo movimiento

por Miguel Espinaco

Estuve paseando por Facebook y viviendo de a ratos en España, en las manifestaciones que los diarios llaman 15 M.

Ya sé que no es lo mismo, ya sé que esta especie de plaza virtual no se puede comparar a las plazas en las que las cosas pasan, o mejor dicho, a las plazas en las que las cosas están siendo hechas pasar por los que están allá en España.

A mi modo, como se puede, he andado desde lejos por las plazas leyendo manifiestos y consignas a través de fotos, escritos en la red y hasta videos en los que se perciben las dudas, las preguntas, los esbozos de respuesta, las ganas de ponerle pila a algo que se sospecha nuevo e importante, vivo. Y por eso revolucionario.

Muchos han hablado acá de los parecidos con la Argentina de 2001 y me parece que no está de más considerarlos. Es cierto que nada se repite como un calco, que las cosas no vuelven a pasar nunca igual, pero también es verdad que los paralelos tienen su utilidad práctica, su valor, porque los moldes sociales en que la situaciones suceden tienen sus semejanzas inevitables.

Por supuesto que el tema no se reduce a que Argentina esté llena de hijos de españoles. Los escenarios tienen sus parecidos manifiestos, no sólo si se percibe la obviedad de que el trasfondo es el mundo del capital, sino también en el hecho de que hay una crisis económica bastante brutal y un plan de respuesta que incluye bajar el salario global de todos los modos posibles (es decir bajando directamente salarios, o aumentando la desocupación que allá se llama paro, o reprimiendo los gastos en salarios indirectos, sea que estos se perciban en forma de educación o de salud, o de precios subsidiados o como fuera).

Supongo que ya los argentinos que estuvieron acá en 2001 y que andan ahora por la madre patria, deben andar paseándose por las plazas contando cómo fue acá, qué cosas se hicieron bien y qué cosas no se hicieron. Supongo también que habrá que tratar de huir como la peste de cierta pedantería intelectual, de cierta pose de autosuficiencia, de cierta actitud de adulto que habla a un adolescente diciéndole yo a tu edad pibe. Y habrá que huir de todo ello, primero que nada porque es antipático e irrespetuoso, pero más que nada porque nada se repite igual y por suerte, la vida está siempre inventándose.

Sin embargo sirve. Por eso es que en este escrito voy a tratar de enfocar una cuestión que me parece importante y que refiere a la colisión entre los que sólo quieren enfrentar a las instituciones tal y como son ahora - ya sea mediante mejoras en los mecanismos del voto, o mediante el control más directo de la política cotidiana o mediante el reemplazo de los políticos que hay por otros que podrían ser mejores - y los que se entusiasman con las potencialidades anticapitalistas de la situación y ponen el acento en la necesidad de visualizar el carácter internacional de la protesta y - directamente ligado a eso - la necesidad de tomar medidas socialistas, sea lo que sea que eso quiera decir para cada cual.

Debo aclarar, para ser totalmente honesto con los que no me conocen, que simpatizo más con los últimos porque creo que todo lo que sucede, sean ajustes, hipotecas, bancos, políticos, cualquiera de los ítems que aparecen en la larga lista de problemas que nacen de la realidad social tal cual es, tiene que ver con el sistema del capital, con eso que podríamos llamar dictadura de mercado. Sin embargo, vale observar que este punto tiene sus limitaciones.

Los que fueron llevados a la "indignación", llegaron a las calles con dolores similares, pero eso no quiere decir que compartan el mismo diagnóstico. Muchos opinan, por ejemplo, que el problema es la moral de los políticos y los empresarios - lo que quiere decir que otros políticos y otros empresarios no hubieran llevado al país a la misma situación - muchos piensan que un control más directo de las instituciones políticas o un sistema mejor de elección o una mejor distribución de los costos de la crisis, mejorarían la situación lo suficiente como para hacerla vivible. Primera cuestión entonces, no todos los que están en el mismo movimiento, están allí convencidos de que el problema de los problemas sea el sistema capitalista.

Segundo problema no menor:entre los que comparten el diagnóstico no hay demasiada claridad sobre cuál sería hoy, la mejor receta para curar los males que se enfrentan. Si bien casi todos los que se consideran anticapitalistas proponen alternativas que se llaman socialistas o comunistas o algo por el estilo, no todas quieren decir lo mismo, y uno puede encontrar desde rabiosos estatistas que sueñan con el poder para cambiar el mundo, hasta cooperativistas que imaginan ir montando un nuevo mundo pieza a pieza, un nuevo mundo que al final termine siendo más fuerte que el poder.

En la Argentina del 2001 este enfrentamiento de puntos de vista fue, digamos, problemático. Muchos no dudan en acusar a las corrientes de izquierda - la traducción al español de España sería corrientes de ultraizquierda - de haber agotado el movimiento con su dale que dale con el capitalismo y su insistencia - dicen esos críticos - en ver soviets por todos lados. Yo no creo eso, pero sí estoy seguro de que es un arte complicado el de compartir el camino en unidad con tantas visiones diferentes. Y estoy seguro también de que es un arte que sólo puede aprenderse mientras se practica.

De lo que sí estoy convencido es que estos debates no pueden dejarse para después, especialmente porque hay muchos banqueros, empresarios y políticos que están buscando la forma para que ese después, nunca llegue.

No puede discutirse - por ejemplo - ahora un pliego que se limite a conseguir más democracia para que en algún después, cuando haya más democracia, se debatan las salidas a la crisis. No puede pensarse el movimiento como "no político" para no espantar ni a derechas ni a izquierdas, en todo caso, mejor pensarlo como un movimiento con la política "en construcción", en debate, porque es justamente para eso que la democracia se exige y se reclama.

El tiempo no sobra. Aquí, durante los primeros meses del 2002, mientras mucha gente intervenía en las Asambleas que le buscaban la vuelta al que se vayan todos (lo cual incluye inevitablemente el debate sobre el para que venga qué) dos sectores ligados al mundo empresario debatían si ajustar brutalmente el salario dolarizando o devaluando la moneda con alguna estratagema combinada para salvar fundamentalmente a los bancos.

Ganaron los devaluadores y cerraron el proceso de movilizaciones aprovechando cierto debilitamiento natural del proceso de lucha y asesinando en Puente Pueyrredón a los piqueteros Kostecky y Santillán en una emboscada armada por el gobierno de Duhalde para intimidar a los protestones y lograr que vuelvan a sus casas y dejen gobernar a los "políticos".

Con estos antecedentes argentinos que aporto al debate, quiero cimentar mi opinión de que la lucha por los mecanismos democráticos que permitan que el pueblo pueda intervenir en la política y la construcción de otra política diferente, que es la que esta antidemocracia no deja construir, deben hacerse en un mismo movimiento.

Sin pelearse por eso, sin arriar las banderas comunes que pudieron levantarse, pero poniendo sobre la mesa diagnóstico y recetas, acordando avances, construyendo lo nuevo a la par que se derrumban las viajas trabas que impiden que los pueblos construyan sus propias historias.


Opiná sobre este tema

Titulo:
Comentario: (no más de 500 palabras please)
Firma:
E-Mail:

Fotos: Jorge Biancotti (Madrid)