El campesino, el Duce y la vaca

por Miguel Espinaco

Son cosas que te vienen de pronto a la memoria, como las frases hechas, como el que dice toco madera o no hay mal que por bien no venga.

La memoria tiene recovecos que son más insondables que los caminos de Alá y será por eso, que ni bien leí las declaraciones, los encomillados que preceden al dijo tal en las notas periodísticas, me acordé de Luis y de la anécdota que contaba siempre que viniese al caso como ahora.

Resulta que de pronto habían pateado el tablero, la agenda era otra y ya no se discutía lo mismo que antes. Como en los noticieros, como cuando el cronista dice otro tema y deja de hablar del huracán Katrina y sus tristes secuelas y pasa a comentar con cara de juguetería, el nacimiento de un cachorro de león en el zoológico de Kuala Lumpur.

La cosa es que hasta un ratito antes, los maestros de la invencible andaban de paro y pedían lo que vienen pidiendo ya hace tanto, que el aguinaldo mida un sueldo, que los sueldos sean blancos como sus guardapolvos, que las jubilaciones funcionen como antes de la larga emergencia que ahora tanta soja debería haber hecho pasar a la historia, que las escuelas no se sigan cayendo a pedazos, cosas así, cosas para sentarse a charlar, decían desde el gobierno, gente tan civilizada.

Después los diputados y los senadores se apuraron a sacar una ley y abrieron algo la mano para que no fuera todo tan escandaloso: es un avance pero no es lo que pedíamos, dijeron unos, algo es algo dijeron otros, y eran más. Bueno, dale, conciliemos entonces, dijeron esos más, ya que esta gente del gobierno dice que es tan conciliadora.

De pronto, concilia que te concilia, los diarios y Carola y Yasky y la televisión y Tessa y Michilg, ya hablaban de otra cosa. De golpe, el tema del temario empezó a ser el tema de los descuentos. Y también un poquito lo de la recuperación de los días, aunque eso me parece que se dice porque queda bonito, tan comprometido con el futuro de los niños.

Fue entonces que me acordé de la fábula de Luis.

Había una vez, cuenta el cuentito, un campesino italiano que vivía con su mujer, sus hijos que eran muchos y la suegra, en una casucha en el campo. La casa era muy pero muy pequeña, de suerte que los amontonados habitantes no podían circular sin atropellarse los unos a los otros.

Un día el campesino - que era un poquitín fascista, pero en esa época, ya se sabe - decidió ir a hablar con el Duce para que le solucionara su problema habitacional y se fue a Roma para ser atendido muy cordialmente por su guía espiritual. Mussolini lo atendió, le dijo que no se hiciera problemas, que fuera nomás, le tendió la mano que enseguida se lavó con lavandina y lo mandó de vuelta al campo.

El campesino volvió muy contento a esperar impaciente las soluciones de su líder. No esperó mucho. Al otro día nomás, llegaron dos soldados con una vaca y le dijeron a nuestro sorprendido paisano que el Duce en persona había dicho que la vaca tendría que vivir con ellos. Gesto de estupor, pero si lo dice el Duce…….

Convivieron entonces una temporada, nuestro campesino, su mujer, sus hijos que eran muchos, su suegra y la vaca. Los problemas de espacio en la escasa casucha, se habían vuelto aún más insoportables. Aguantaron y aguantaron hasta que otra vez este señor decidió viajar a Roma, para explicarle a Mussolini en persona su lamentable situación.

Otra vez cordialidad y apretón de manos y vaya nomás tranquilo que yo le soluciono el problema. Otra vez la vuelta esperanzada del campesino a esperar la solución.

Al día siguiente nomás, vinieron dos soldados de parte del Duce y se llevaron la vaca y nuestro metafórico campesino italiano se quedó muy agradecido y colorín colorado.

La solución para nosotros, decía entre comillas en el diario, es que no haya descuentos, que haya devolución de lo que se descontó y que tomemos el tema que realmente nos preocupa, que es que los chicos alcancen los niveles de aprendizajes requeridos. Después de las comillas decía dijo el titular de Amsafé. O sea Tessa.

¿Sería la solución, que se lleven la vaca?



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