Se vienen las fiestas y parece que nuestro artista no puede evitar el tema, se despacha con algo que puede ser que nunca pase, o sí, vaya a saber. Delfina habla por boca de quien sabe quien y la bestia se avivó. Agarrensé de las manos y traten de no regalar tarjetas musicales, son de mal gusto. Es un mensaje de los hacedores de esta parte de la revista.

Los consejos de Seguro

presentados por Adrián Alvarado.

A partir del día que el mismísimo Santa Claus se declaró en huelga la historia empezó a andar como loca, para adelante, masticando grandes pedazos de futuro.

En el comunicado que diera vuelta el planeta en segundos Papá Noel declaraba que a partir de esa navidad no habría más regalos para nadie, los argumentos de Santa estaban basados en la escandalosa situación mundial, el hambre y las obscenas diferencias sociales.

Ese año, por primera vez en la historia de la navidad nadie repartiría regalos, todos se habían enterado y los niños no fueron la excepción, estos le echaban la culpa a sus padres porque Santa tenía razón, los padres eran los que votaban, ellos elegían a los capitanes del mundo que esparcían la miseria como semillas en los surcos de la tierra lacerada, ellos tenían la culpa.

Los comerciantes no acusaron recibo, insistieron en seguir contratando a aquellos pobres diablos que solían parar la olla con un trabajo temporal disfrazados de Papá Noel en un hipermercado, un shopping o una juguetería de dilatada trayectoria, esos miserables fueron considerados rompehuelgas y cómplices del poder. Los mismos pibes se lo hacían saber a viva voz, rechazaban de plano a aquellos tipos disfrazados. Los comerciantes tuvieron que pagarles y despedirlos, las ventas decayeron. El espíritu navideño estaba herido de muerte.

El vaticano decidió hacerse eco y en una suerte de encíclica de emergencia les recordaron a sus fieles que la navidad es el cumpleaños de cristo y que lo de Papá Noel era verso pagano, no lo dijeron así pero así se entendió. Después de esto la feligresía perdió definitivamente la poca fe que le quedaba. La iglesia católica tenía la fecha de vencimiento grabada como un estigma.

El espíritu navideño se desintegraba vertiginosamente, Papá Noel no vendría nunca, no bajaría por las chimeneas en medio de la noche. Y no vino, y no bajó por ninguna chimenea nunca más.

Varios padres y tíos voluntariosos compraron trajes rojos y blancos, gorros y barbas postizas, y sufrieron el escarnio y la violencia de hijos, entenados y sobrinos. No hubo brindis, no hubo risas, no hubo y no habría nunca más esa histeria divertida que los niños occidentales sacan a relucir antes de abrir los regalos que dejara Santa. Nadie quiso abrir ninguna caja, nadie rasgó ningún papel dorado, nadie desató los primorosos moños que las madres hicieran con tanto amor equivocado.

Los curas estaban indignados, era un escándalo, Santa Claus había logrado con su protesta lo que Jesús no había siquiera insinuado en sus treinta y tres años de vida. Era el poder contra el poder y funcionaba. La figura de cristo se opacó, Santa mejoró el perfil solo.

Cuando el Barba, ahora el único e indiscutible Barba, decidió hacer un asado con los renos e invitar a todos los desposeídos del mundo que nunca hubieran recibido un regalo en su nombre comenzó la hecatombe. El asado se hizo en el polo norte y los comensales se chuparon los dedos. Después se descubrió que la carne asada no era de reno pero el efecto simbólico fue muy significativo.

Este episodio hizo reaccionar a varios jefes de estado, Chavez dijo en un discurso que Papá Noel eran los padres y tuvo que renunciar porque lo linchaban. Lula tuvo la mala idea de disfrazarse de Santa para una fiesta y sufrió un atentado que le costó las piernas. Kirchner declaró que un pingüino gigante se encargaría de repartir los obsequios, el disfraz se lo tuvo que poner Bielsa y le dieron para que tenga. Fidel se tiñó de blanco y le agarró una reacción alérgica que lo mató en dos días.

Empezaron entonces a aparecer agrupaciones armadas que en nombre del Barba y del pueblo exigían lo que comúnmente exigen las organizaciones libertarias, Santa quiso abrirse pero ya era tarde, y no hubo tregua, la lucha fue sin cuartel, literalmente, la guerrilla urbana se había perfeccionado, los atentados y las inteligentes escaramuzas terminaron con el sueño de Bush y le abrieron el camino a nuevos y mejores sueños.

Cuando cayó la bolsa los caricaturistas dibujaron a Santa pisoteando con bronca la típica bolsa de los regalos. Las cosas se sucedían muy rápido para ese entonces, no hubo fiestas ni navidad ni año nuevo, los panes dulces se pusieron viejos en las góndolas, los turrones se hicieron definitivamente incomibles, los espumantes perdieron las alegres burbujas. Algunos lo sufrieron, pero todos aquellos que no creían en los cambios aunque se los mostraran sonrieron otra vez de vuelta porque ahora sí, la humanidad se arrancaba con asco la ropa vieja y se calzaba pilcha nueva.

Las sudaderas del Che fueron reemplazadas por remeras de Santa en actitudes combativas. Algún creativo oportunista transformó la gastada imagen del Che mirando así medio de coté en la cara del Barba con la misma actitud y registró la idea, la juntó con pala hasta que un comando lo secuestró y le confiscó para la causa todos los bienes.

Casi todos andaban con camisetas del Barba, Santa Claus, Papá Noel, quien había dejado de ser aquel regordete salame que salía en navidad a repartir regalos en su trineo volador. Casi todos empezaron a creer en otra cosa y no estuvo nada mal.

Perón vive y no tiene manos.
Libertad a Seguro



Opiná sobre este tema

Yo no tengo memoria
dijo
porque uno vive
de culpa en culpa,
la vida
es una cadena
trenzada de culpas
dijo,
con la angustia
abrazada a su bolsita,
ya fue
dijo
y lloró.

Delfina Contreras

y un parde padres
mascopados.

La Bestia

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