Los consejos de Seguro

presentados por Adrián Alvarado.

1

Cuando Mabel se levanta abre los ojos bien grandes y agradece con una sonrisa enorme. No le agradece a nadie en especial, podría decirse, para forzar una interpretación, que Mabel le agradece a la vida porque vivir para Mabel es magnifico, siempre.

Ella arranca temprano, se prepara unos mates cantando y se va a trabajar, trabaja en una florería a la que casi nunca va nadie, el dueño es viejo y no le importa el funcionamiento del negocio, a la que sí le importa mucho es a Mabel que llega todos los días a las ocho de la mañana, corre las cortinas y saluda a cada una de las flores como si fueran personas, riega, cambia el agua, barre lo que está barrido, y atiende al dueño, así todos los días.

Veintinueve tiene Mabel, es sola y joven, sueña con flores y esporádicamente con algún hombre que la quiere siempre hasta que despierta.

Un día yendo a la florería por la misma calle de siempre no va que se pierde, por lo menos es lo que ella creyó al principio, el tema es que la florería no estaba, la cuadra era la misma, las casas eran las mismas, pero el negocio no estaba, preguntó y nadie supo decirle, intentó que la reconocieran y nadie la reconoció, los vecinos empezaron a mirarla raro entonces se volvió a su casa y no encontró su casa, preguntó y nadie la conocía entonces se asustó pensó que estaba soñando e intentó despertarse y se lastimó, descubrió con estupor que estaba bien despierta en las calles de una ciudad y un barrio donde nadie la conocía.

Esa noche se acomodó como pudo en el zaguán de una casa desocupada con la esperanza de despertarse en la suya pero se despertó en el mismo lugar, aterida y más asustada que el día anterior y salió a buscar la florería que no estaba. Tengo que hacer algo, dijo, y lo hizo. Se puso a cantar, cantó en una esquina para nadie hasta que hubo alguien, con las monedas que le dejaron le alcanzó para comer y para pagar un techo y una cama. Mabel, entonces, empezó de nuevo.


2

Pensó que no la vería nunca más cuando se despidieron en el metro, de hecho la idea era esa, no volver a verse.

Ella era una ocasional turista de origen centroamericano, el era un buscavidas internacional del sur de América del sur.

Se cruzaron en una calle poco concurrida de Madrid y se entendieron de inmediato, fueron a un bar y después a un hotel sin estrellas donde rompieron una cama y terminaron echándolos.

Ella tenía que volver aquella misma noche a su país, el quería irse con ella pero ella no quiso y lo convenció de no volver a verse a menos que la vida los cruzase de vuelta, la única condición consistía en no buscarse, los dos habían leído Rayuela y los dos estaban contentísimos con la idea, el primer abrazo de despedida les dolió y los llenó de alegría.

El, a la noche, solo, pensó que era un idiota, que había desperdiciado la oportunidad de amar y ser amado por una mujer estupenda a quien no vería nunca más.

Ella en el avión sonreía segura, sabía que volverían a encontrarse, no tenía la certeza de cuando ni como pero encontrarse para ella era indefectible.

El segundo encuentro fue en Londres a nueve meses de distancia, ella estaba tomando un capuchino en un bar del Picadilly y el andaba buscando algo de opio cuando la vio. Esta vez no la dejaría ir tan fácilmente fueron a un hotel y mientras el dormía ella tocó la banda (se fue), le dejó una nota grabada en un reproductor de mp3 con algunas pistas para volver a encontrarse que el nunca entendió.

Dos años habían pasado del último encuentro cuando creyó verla en Florencia, pero no fue a su encuentro porque no estaba sola, llevaba un niño en brazos, semanas después volvió a verla en Roma y la encaró. Ella le mostró la criatura y le preguntó si no la conocía, el dijo que no, mintiendo, el pibe tenía un alarmante parecido, Es tuyo, le dijo, No, dijo el, No es mío, es tuyo vos lo tuviste sola y yo me entero recién ahora quedátelo te lo regalo, nos vemos, pegó media vuelta y se fue.

El último encuentro fue el definitivo, el hijo de ambos ya tenía cuatro años y lo llamó por su nombre, el lloró y los abrazó. Se casaron en Bruselas, se separaron en Cuba, se reconciliaron en Caracas. Hoy viven en Córdoba, Argentina, tienen cinco hijos.

Libertad a Seguro


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En el llano
la mano
sacude sus dedos
por el frío.

En el monte
el cielo verdea
abajo
se pudre.

En las calles
la rueda
se lleva
parte de la sangre
y el futuro.


Como no
si te busco
para descansar
de mi.

Si al encontrarte
me reconozco.

Cuando me pierdo
en una curva
del sendero que soy
y ya no hay vuelta
levanto la mano
para que me veas
y me ves
y te veo.

Delfina Contreras

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