El eje

por Enzo Vicentín

Hace tiempo que se viene hablando de los cambios políticos en Latinoamérica, particularmente del llamado "giro a la izquierda" latinoamericano. Desde fines de la década del '90 la región presencia el ascenso de sucesivos gobiernos de centro-izquierda o progresistas (así autodefinidos o definidos por la prensa). No faltan los periodistas que ven en estos gobiernos a "la izquierda". Ni quienes los ven como neo-populismos. Recientemente, el triunfo de Rafael Correa en Ecuador y la reelección obtenida por Hugo Chávez en Venezuela han puesto más créditos en las cuentas de los voceros del "giro a la izquierda".

El neoliberalismo es demonizado por todo el continente, varios de los partidos políticos tradicionales que durante décadas alternaron en el poder hoy están en crisis, divididos o definitivamente desintegrados, el FMI es visto como un cómplice de la angustia de los '90 y se considera mejor tenerlo lejos que cerca, el MERCOSUR parece revitalizarse y Simón Bolívar vuelve a los recuerdos. Estas características compartidas por varios de los gobiernos integrantes de esta Latinoamérica "pos-neoliberal" son en mayor o menor medida novedosas respecto de la sobredosis de libre mercado y globalización económica que tuvimos en las dos décadas precedentes. ¿Pero alcanzan esas características para definir a este grupo como una unidad?

Me impresionaron las declaraciones que hizo el ex - funcionario Luís D'Elía días después de haberse ido del Gobierno, acerca de este nuevo eje latinoamericano: "Hay algunos que quieren llevar el Gobierno para el lado de Washington, los demócratas, el poder financiero internacional. Las organizaciones sociales lo queremos llevar hacia Caracas, San Pablo, La Paz, Montevideo, Managua, Quito". Extrañas asociaciones, pensé, eran que las trazaba D'Elía con esa enumeración de ciudades. Ese eje latinoamericano no solo cuesta recorrerlo imaginariamente o con la ayuda de un mapa sino que cuesta encontrar donde están los elementos unificadores de los Gobiernos a los cuales D'Elía mira con simpatía. Poner a todos los gobiernos latinoamericanos caracterizados como "progresistas" en la misma bolsa no es acertado ni recomendable para entender las situaciones de cada país y la de Latinoamérica en general. Haremos en esta nota un ejercicio por clasificarlos, teniendo en cuenta criterios - algunos más tradicionales que otros - que nos permitan saber de que unidad estamos hablando, o al menos que sean herramientas útiles para la izquierda. El grupo de países que tomo en cuenta está formado por: Brasil, Bolivia, Argentina, Chile, Uruguay, Venezuela, Ecuador y Nicaragua.

Criterios de clasificación:

Régimen político

No es un criterio que encuentre diferencias. Todos los países del grupo tienen regímenes democráticos burgueses (democracia representativa), y han accedido al Gobierno a través de elecciones. Algunos con más votos que otros, aunque la legitimidad es una variable tan flexible que no vale la pena profundizar en ese punto. Hasta el Frente Sandinista, que hace 26 años llegó al poder en Nicaragua mediante la lucha armada, es hoy un ejemplo más de los que ganan en las urnas.

Composición de clase

Puede resultar discutible este criterio. Considero que sin excepción los gobiernos son gobiernos burgueses. Hilando fino podemos observar diferencias entre qué sectores de la burguesía tienen más peso en tal o cual país, aunque a partir de la coyuntura económica internacional favorable a los precios de las materias primas ha crecido en general la importancia de los sectores burgueses nacionales presentes en la economía de exportación.

Alineamiento en la política internacional

El quiebre del "Consenso de Washington" no ha significado que todos los gobiernos tomen distancia de Estados Unidos. Solo Venezuela aparece como el gobierno que se declara abiertamente antiimperialista y que en los hechos más fuerza ha puesto en contra de la influencia de Washington. El MAS en Bolivia se acerca a la posición venezolana, pero con más cautela. Es una incógnita lo que pasará en Ecuador si Correa cumple con lo que prometió en su campaña respecto a la base militar de Manta y la renegociación de los contratos con las petroleras privadas. Por más que se siga llamando igual, el Frente Sandinista ha dejado en el pasado sus banderas antiimperialistas, y aunque sea un contrapeso en Centroamérica no se perfila como una amenaza para la influencia estadounidense. Argentina, Uruguay y Brasil han mezclado críticas a EE.UU. y apoyos a Venezuela con posiciones favorables a Estados Unidos (el apoyo a la invasión a Haití por ejemplo). Está claro que cuando se van de la órbita de EE.UU. es más por pragmatismo que por ideología. Por último Chile no ha modificado su postura de alineación con EE.UU., demostrada en ocasión de la Cumbre de las Américas que tuvo lugar en Mar del Plata el año pasado.

Partidos políticos

Los partidos que han llevado al poder a los gobiernos en cuestión no conservan un patrón. En Venezuela y Ecuador fueron construcciones políticas cristalizadas para ir a elecciones, sin una historia como organización que se remonte más de 2 años antes de llegar al poder. En Brasil, Uruguay, Bolivia y Nicaragua los partidos tuvieron un largo recorrido desde la oposición, y salvo el Frente Sandinista, acceden al poder por primera vez en su historia. Argentina es un caso especial porque el actual gobierno viene de una partición en 3 que tuvo un partido tradicional como el Justicialista en el año 2002. Mientras que Chile es una continuidad de gobiernos de la Concertación desde su regreso a la democracia en 1990. ¿Han incidido estas diferentes construcciones en la orientación de los gobiernos? Parece cierto que tanto el FA uruguayo como el PT brasileño fueron ganándose la confianza de los sectores burgueses a medida que abandonaban sus posturas más interesantes. Pero un nuevo partido no es sinónimo de tener libres las manos para actuar.

Política económica

A pesar de las palabras y de la supuesta muerte del neoliberalismo (y la de su hijo más mimado, el ALCA), los índices económicos parecen mejorar no tanto por las políticas de los gobiernos sino por la favorable coyuntura económica mundial. Pudiendo estar desinformado acerca de algunos países, creo que ninguno de los gobiernos vistos ha encarado reformas estructurales en el plano tributario por ejemplo. Solo Venezuela y recientemente Bolivia se decidieron a hincar reformas agrarias, cuyos alcances todavía están por verse. A pesar de haber contado con el apoyo de los MST, el gobierno de Lula nada hizo para combatir el latifundio en Brasil. Es cierto que el proceso de privatizaciones se detuvo (habría preguntarse, en el caso argentino por ejemplo, si quedaba algo más por vender), pero la re-estatización de empresas no ha sido pareja ni significativa. El fomento a las empresas con control obrero ha conocido intentos en Argentina y Venezuela, pero no siempre de parte de los gobiernos.

Movilización social - polarización social

Si en la economía las relaciones entre Estado y los sectores empresarios no han tenido cambios sustanciales, tal vez en el reacomodamiento de los sectores burgueses y de otra relación entre Estado y movimientos sociales han provocado el crecimiento de la conflictividad social y en algunos casos, de la movilización social. Aquí la línea divisoria está clara entre los gobiernos que se ven inmersos en una conflictividad casi permanente a causa de posturas que van en contra de privilegios históricos (no tanto económicos, sino políticos y sociales) de las clases burguesas y aquellos gobiernos que conservando el status quo heredado han aplacado la conflictividad. Considero que en el primer grupo solo podemos ubicar a Bolivia y Venezuela (Ecuador y Nicaragua son una incógnita por el momento), que introduciendo en el Estado reformas que lejos están de ser revolucionarias han generado sin embargo la crispación de los sectores conservadores, que en el caso de Venezuela intentaron un golpe de Estado en el año 2002 (con el apoyo de Estados Unidos) y en Bolivia no sería extraño que algo parecido ocurra en el futuro. La dialéctica del conflicto ha llevado por ahora a tensar más las relaciones entre el Estado y los conservadores, así por ejemplo el Chávez de hoy se anima a cosas que hace 6 años no lo hacía. En Bolivia la relación entre el gobierno y los movimientos sociales indigenistas es inédita. En la otra vereda, Brasil, Uruguay, Chile y Argentina a pesar de tener amplio margen para intentar recortar los privilegios históricos de los poderosos, poco o nada han hecho. No sería errado pensar que una de las causas es que precisamente esos sectores están dentro de los gobiernos actuales.

Cada país tiene sus particularidades y en algunos aspectos conservan características propias, o sea que no pueden compararse con otras realidades nacionales. Pero el ejercicio de la comparación allí donde es posible puede servir mas no sea para estimular una discusión dentro de la izquierda. Porque bien podemos concluir que la postura de D'Elía carece de fundamento, salvo que el factor común del eje que él dice defender sea la composición burguesa de sus gobiernos, algo que D'Elía no saldría a defender. No hay una unidad ni siquiera en aquellos aspectos que parecerían acercar a todos los gobiernos vistos, como es la política exterior por ejemplo. Pero también criticar unánimemente a estos gobiernos de "centro-izquierda" no sea la mejor opción que tengamos. Es cierto que ninguno de ellos es socialista, y que es casi imposible que vayan a serlo algún día, pero algunos son más interesantes que otros. Sobre todo porque a la hora de la disyuntiva entre moderarse o seguir un camino desafiante para los sectores conservadores, por ahora eligen la segunda opción. Y no es algo menor el apoyo y la movilización social de los sectores pobres. En todo caso es un punto de partida mucho más promisorio que el de otros países a la hora de pensar en un cambio social revolucionario.


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