El éxito que desnudó la fábula

por Miguel Espinaco

La restricción de retiros en los bancos que anunció ayer el gobierno es apenas otro botón más que muestra cómo la gran fábula se desmorona poco a poco. Es verdad que no hace tanto ruido como el muro de Berlín o como las torres gemelas, pero su desmoronamiento puede comprobarse a cada paso, noticia tras noticia, declaración tras declaración, medida tras medida.

En realidad la fábula no era tan nueva, era como esos remakes que hace de vez en cuando Hollywood, las mismas viejas historias con nuevos actores y con nuevos decorados. Porque ciertamente ya el cuentito había sido estrenado por allá por principios del siglo diecinueve cuando el capitalismo era todavía un sistema nuevo y sorprendente, materia virgen para la investigación de economistas y sociólogos.

Es cierto, como en tanto tiempo había pasado demasiado agua bajo el puente hubo que hacer algunas adaptaciones y retoques, hubo que formar y pagar a muchos economistas para que la fábula pareciera ciencia, y a muchos periodistas para formar una opinión pública a la medida de la opinión publicada, hubo también que sembrar dictaduras militares y fortalecer el brazo armado para convencer a los renuentes, para que el único cuentito autorizado alcanzara el envidiable rango de discurso único, de verdad revelada.

Veinticinco años de trabajo les llevó imponer la fábula, no es poco. Los que tienen larga la memoria, se acordarán sin duda de las pedagógicas publicidades de la dictadura de Videla que hablaban bondades de la libre competencia, de los discursos de Martínez de Hoz, pero para qué irse tan lejos. Roque Fernández, Machinea, Cavallo, todos hablando de la libertad de mercado, de que el mercado arregla todo, de que todo lo puede, todos hablando de terminar con todas las regulaciones, todos diciendo que hay que flexibilizar el mercado de trabajo para que no haya rigideces, todos vociferando que el estado tiene que quedarse fuera de la economía y dedicarse a lo suyo, todos hablando de que esto es el progreso, de que esto el preludio del futuro, del paraíso en el cual todos viviríamos fenómeno.

Es cierto que la fábula no era made in argentina. La globalización que convirtió al mundo en una aldea al alcance de los altavoces del imperio, multiplicó aquellos primeros pasos que dieran Margaret Tacher en Inglaterra y Reagan en los Estados Unidos. Para nuestros pequeños economistas, para nuestros marginales periodistas del suburbio del planeta, para nuestros políticos devenidos en nuevos gurúes del milagro capitalista, esa venia de los dueños del mundo fue un motivo más para sacar pecho, para decir más fuerte que el mercado todo lo podía, que la historia se había terminado, que no había más que sentarse a esperar que el milagro se hiciera realidad.

Pero…. la restricción de retiros en los bancos que anunció ayer el gobierno es apenas otro botón más que muestra cómo la gran fábula se desmorona poco a poco, cómo se cae a pedazos. Porque la verdad es que lograron terminar con casi todas las regulaciones que pudieran estorbar a la sagrada ley de la oferta y la demanda, la verdad es que lograron flexibilizar de tal forma al mercado de trabajo que hay millones dispuestos a trabajar por migajas, la verdad es que lograron entregar al sacrosanto lucro privado casi todo lo privatizable, lo cierto es que lograron tener éxito, y es justamente ese éxito el que desnuda la fábula, el que muestra su fondo de mentira, de puro verso.

Fijate. Exactamente igual que con la reprogramación de la deuda, que es un invento del Fondo Monetario en su rol de pseudoministerio de economía mundial, y que intenta lograr que los tenedores de bonos no terminen destruyendo el mercado de bonos a puro pánico, la restricción que impedirá retirar más de mil pesos por mes de las cuentas bancarias es, aunque quieran negarlo, una restricción contra la libertad de mercado, un límite a los derechos del mercado fijado por el estado del mercado para que el mercado no se termine suicidando. Los límites del verso capitalista aparecen en toda su dimensión. El supuestamente mágico mecanismo de la oferta y la demanda que todo lo cuida, la inefable mano invisible que fija precios y distribuye justicia entre los agentes económicos se muestra como farsa, como pase de mano para engañar a incautos.

Es cierto que este sistema hace cosas peores: mata gente, por ejemplo, para cuidar la ganancia de los dueños de la plata, deja desocupados a granel, destruye el ecosistema, fabrica guerras a diestra y a siniestra. Lo hace cuando anda bien, y lo hace todavía más cuando sus crisis inevitables llegan. Pero no está de más recordar que hasta su propia lógica es una mentira, que hasta su propia mecánica fracasa de muerte natural, que sus límites están ahí, en cada noticia del diario.

Los que andan por ahí diciendo que el problema son solamente los políticos, deberían tomar en cuenta que el mayor problema es en realidad el sistema que esos políticos defienden. Los que andan por ahí pregonando que el capitalismo puede humanizarse, deberían tomar nota de este nuevo gran fracaso de un sistema caótico que no admite ninguna moral humanizante. Los que buscan la forma de explicar y de enfrentar la catástrofe que estalla en las manos de los autores de la fábula, deberían empezar por anotar que el problema, que el verdadero problema es el capitalismo.


Opiná sobre este tema

Titulo:
Comentario:
Firma:
E-Mail:
Ir a la Portada