La cien

por Miguel Espinaco

Uno cero cero. No me dice nada: un palito, dos huevitos.

Y así ordenados, encima.

No dan la más mínima impresión de nada.

En binario se trataría de un pobre cuatro que no mata ni a una sota, pero acá estamos acostumbrados a adorar al sistema decimal y eso hace que signifique bastante más, un toquito interesante, todo un número.

Pero no nada más eso, no nada más: también los múltiplos de diez se llevan algún premio, se ganan un altar, un lugar especial en la mesa, dan pa la fiesta.

Cien años juntan un siglo por ejemplo y cien pesos juntaban un palo después del corrimiento de ceros monetario que es otro vicio heredado del sistema decimal y cien años de perdón tienen los que roban a un ladrón y la cien puede llamarse una radio a la que nadie le pondría la noventa o la ciento ocho en otras circunstancias. Y cien por ciento es lo máximo y cien son los años de soledad pero cien veces no debo y de cualquier modo no hay mal que dure cien años, así que hay para todos los gustos.

Pero todo esto viene de que esta es la revista cien y nobleza obliga. Bah, en realidad no obliga la nobleza sino cierto estigma que tiene que ver con el sistema decimal, cierta condescendencia con la tradición, cierta fiaca que es la razón de toda inercia.

Sea como sea, esta es la revista cien. Eso significa que a un promedio de siete notas por revista, debemos andar por las setecientas notas y eso debe ser algo más de un millón de palabras, pero esos datos no le importan a nadie ni tampoco a mí que si uno pone un poco de atención notará que también soy una víctima de las efemérides matemáticas.

En estas ocasiones se acostumbra recordar aquellos viejos tiempos con un poco de satisfacción y con un poco de vergüenza, digamos mitad y mitad. Como algunos pocos saben y otros tantos ni idea, este grupo mangohachista se conformó por allá por el dos mil para hacer un programa de radio con más ganas que experiencia y así salió. El asunto era hablar aunqueentreelruidotodoloquesedijeranoresultaramásqueunsusurro, como decíamos y decimos aún desde nuestros avances publicitarios.

Como no éramos ningunos dormidos y sabíamos que había demasiado ruido y sabíamos también que el asunto venía por la huella virtual, empezamos a abrir nuestro surco en la red. Aquel primitivo intento, antecesor de piedra del blog, se llamó cartilla.

La cartilla era una especie de anticipo del programa vía mail, que servía como recordatorio pero principalmente como un disparador para que los oyentes pudieran enviar sus opiniones sobre los temas que proponíamos. Adjunto al mail, viajaban notas de diarios sobre los temas que proponíamos. Así se veía en tu casilla de mail, la cartilla 52 de noviembre de 2001.

Aquel grupo fundador se nutrió después de otras vertientes de militantes que andaban por la vida buscando un lugar en el cual susurrar a coro. Fue así, que en medio del bolonki de 2002 y entre búsquedas de autodeterminación y de horizontalidad y de que se vayan todos, el mango del hacha engordó con quienes habían hecho la experiencia barrial asamblearia y con otros que venían de luchas anteriores que habían marcado los noventa, que te privatizo, que te hecho, que te retiro voluntariamente, escaramuzas que marcaron vidas.

Por aquellos tiempos vimos que éramos unos cuantos y entonces decidimos sumar a la radio la revista, mientras Enzo nos insuflaba optimismo hablando del equipo corto y del equipo largo y Javier anotaba sesudas observaciones junto a los dibujitos con los que llenaba sus apuntes cada reunión y Ariel diseñaba en html el bosquejo de la revista número uno, que apareció finalmente el 15 de abril de 2003 y que así se vio en tu navegador.

Es cierto que visto desde hoy parece apenas un borrador de la actual El Mango del Hacha y su presentación casi de lujo (pah!) pero también es cierto que en relación a la vieja cartilla, habíamos dado un salto. Y qué salto.

La inundación de 2003, como verás, nos agarró en pañales, recién saliditos del horno. Sin embargo, hoy podemos sentirnos orgullosos de la cobertura que brindamos y orgullosos de que nuestra revista resultara un vehículo de información alternativa, contando al país y al mundo lo que estaba pasando en Santa Fe y en especial por qué estaba pasando. La publicación de un número especial y de decenas de notas, muchas de las cuales fueron reproducidas en medios virtuales y gráficos en el país y que pueden visitarse todavía en nuestras "ediciones anteriores", dan cuenta de ese esfuerzo que nos enorgullece. En el número dos, del 1 de mayo de 2003, ya opinábamos que la catástrofe había sido provocada por el gobierno. Acá está la tapa de nuestra edición especial del 8 de mayo de 2003.

Y después, claro, hubo más. Llegaron Juan y Sebastián y apareció la crítica cultural de Maytland y la infaltable foto de abajo y los impagables consejos de Seguro de la mano de Adrián y las coberturas de recitales en nuestra ciudad y los apuntes sobre socialismo y los personajes del Capitán de vez en cuando y Daniela que se fue a pasear por los confines de América pero sus viajes no la ausentaron, sino que alargaron los ojos de esta revista que ahora tiene sucursal en Neuquén, y la cobertura política nacional e internacional de tantas cosas que pasaron, y las opiniones, y los debates, y las colaboraciones de tantos amigos que de vez en cuando nos mandan una nota para sumar su trabajo al nuestro, y los reportajes y las opiniones en nuestra bandeja de entrada que algunas veces llegó a convertirse en el foro que pretendemos.

No voy a seguir, ya es suficiente por ahora para festejar que el sistema decimal y que los números redondos y que el palito y los dos huevitos y que todavía estamos ahí susurrando a coro y que aguante el mango del hacha carajo y qué tanto.


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