Elecciones verdaderas

por Javier González

Reza en las paredes de nuestro pago chico, en grafittis apresurados, "Santa Fe: Colón, cumbia y porrón". (Queremos dejar en claro a nuestros lectores latinoamericanos que Colón es nuestro equipo de fútbol más popular, que la cumbia es lo que se escucha en la mayoría de nuestros barrios y que el porrón no es ningún tipo de cigarrillo jamaiquino, sino simplemente el nombre con el que designamos a las botellas de cerveza).

Está claro que todo pueblo se cree único, convencido de que sólo él es dueño de los mejores elogios como también, acreedor de las peores desdichas. Y nosotros, los santafesinos, no somos la excepción.

Dicen que alguna vez García Márquez dijo que detrás de todo gran proyecto siempre había un argentino metido. Quizás esto sea sólo una frase hecha -lo más probable- y que en realidad los argentinos no hayamos inventado nada, ni el dulce de leche, ni la birome ni los colectivos que no funcionan. Pero lo cierto es que los santafesinos, o más bien dicho los santafesinos que toman decisiones a expensas del pueblo, han sabido reinventar varias cosas.

Sobre todo ha sabido hacerlo el peronismo, que con la anuencia de otros partidos y poderes supo traernos la famosa "Ley de lemas", aquella ley electoral que consolidaba el fraude, lo institucionalizaba y lo naturalizaba de tal forma que a "nuestros representantes" no se les caía la cara de la vergüenza, cuando después de cada elección en que perdían los que habían sacado más votos hablaban de "triunfo y consolidación de la democracia".

Costó mucho sacarla pero se sacó, y ahora….¿reina la democracia?

Bueno, no.

La crisis de representación

A partir de la insurrección de 2001, quedó claro que nuestro país pasaba -entre otras cosas- por una grave crisis de representatividad. De pronto descubrimos que "nuestros representantes" no eran tan nuestros o que, más bien, nunca lo habían sido y que -más allá de promesas electorales y definiciones políticas rimbombantes- los únicos intereses que representaban eran los de la burguesía y las empresas extranjeras.

Han pasado casi seis años de aquel estallido y contrariamente a lo que se suponía, esa crisis de representación sigue tan profunda como antes. Los mismos nombres y apellidos -aunque los partidos políticos se hayan atomizado-, los mismos colores, los mismos responsables de la crisis, los mismos representantes de los mismos intereses, los mismos-impunes- generadores de muerte a costa de extender la pobreza y dictar los fusilamientos de Lepratti y tantos otros.

"Nuestros representantes" tomaron nota de que algo había que cambiar, algo mínimo para seguir dilatando su presencia y sus privilegios.

En Santa Fe también, de pronto descubrieron que la "ley de lemas" era antidemocrática y que antidemocráticamente había posibilitado la subsistencia del partido justicialista en el poder. Entonces se derogó, entre los aplausos que ellos mismos se propinaron, para dar lugar a un nuevo sistema de internas abiertas y obligatorias.

Elecciones de mentiritas

Toda una creación santafesina, una especie de elecciones de mentiritas, que nos obliga a participar en las internas partidarias aunque no formemos parte de ningún partido político.

Quizás sea difícil de entender -para quienes no viven en nuestra hermosa patria chica- este nuevo mecanismo electoral. Pero si se animan a un viajecito en aviones que no han de llegar a nuestro despoblado aeropuerto, en barcos que nunca arribarán a nuestro abandonado puerto o en trenes para los cuales ya no tenemos estación, podrán darse cuenta de que la cosa es bien fácil.

Dada la enorme crisis de los partidos, su despoblamiento de militantes y su incapacidad para representar, a alguien se le ocurrió la idea de trasladarle a la sociedad el deber de dirimir las internas partidarias, involucrándonos en las discusiones internas de los partidos mayoritarios, los que disponen de la plata y de los medios.

El mecanismo está tan aceitado que desde los medios de comunicación masivos y desde las mesas de café, todos terminamos discutiendo alrededor de las internas justicialistas y en función de sus necesidades.

Por eso en los días previos las discusiones principales giraron alrededor de si Bielsa o Rossi, de si era necesario la continuidad del peronismo o si por el contrario debíamos desbancarlo.

No hubo discusiones serias en torno a propuestas, como les gusta reclamar a los defensores de la democracia burguesa. Cómo si alguna vez hubieran existido, no?

Solo chicanas entre fracciones de partido y slogans de campaña tan chatos y tan poco creativos como los desabridos diálogos del Gran Hermano de los famosos.

La principal discusión antes y después de estas elecciones parece reducirse a la suerte que correrá el peronismo. La división está presente entre aquellos que sostienen que sólo el peronismo puede sacarnos adelante y entre aquellos otros que están convencidos de la necesidad de terminar sí o sí con el justicialismo que ya lleva casi un cuarto de siglo en el poder.

Dentro del peronismo no importaba tanto el perfil del candidato como la necesidad de encolumnarse, con votos, militantes y millones de pesos, detrás de una figura que les permita la subsistencia y la continuidad en el poder.

Y del otro lado, tampoco importaba quién, siempre y cuando pudiera sumar para poder desbancar al peronismo.

No importó en el peronismo que Bielsa -que es progresista- llevara como candidato a Senador provincial a una de las figuras de la Dictadura militar, Juan Carlos Mercier, o que Hermes Binner, la figura socialista, dejara de lado los restos de socialismo que podían quedarle, haciendo alianzas con toda suerte de figuras impresentables con tal de sumar algún voto más, incluso guiñándole el ojo al presidente Kirchner toda vez que pudo.

Elecciones de verdad

Pero luego de estas elecciones de mentiritas vienen las elecciones verdaderas, como dijo la Bety, describiendo con acertada sencillez que lo más importante está por venir.

No obstante, luego de los resultados del domingo 1º de julio, queda claro que la puja seguirá siendo la misma.

El peronismo realizó una muy buena elección, teniendo en cuenta la crisis en la que está inmerso, y Binner, más allá de su buena sumatoria de votos, tiene ahora elementos para preocuparse ya que su victoria en las elecciones de setiembre no está tan garantizada como se suponía.

Esta elección del peronismo ha dado aire fresco a unos cuantos funcionarios del Estado provincial que hasta hace unos días sólo aspiraban a mantener sus cargos ante lo que consideraban un seguro cambio de color político en el Gobierno y ha puesto en sobre alerta al Frente Progresista Cívico y Social en vistas a setiembre y a la necesidad de sumar todo lo posible para contrarrestar al inmenso aparato peronista y al posible desembarco de Kirchner en la campaña electoral.

Las elecciones de mentirita han dejado la impresión de que el peronismo tiene resto para luchar y que no estaba tan muerto como suponían y que Binner deberá seguir esforzándose, al límite de tener que jugarse con alguna posición política que convenza a miles de santafesinos de que es necesario dar un golpe de timón.

En la izquierda queda el sinsabor de siempre y la certeza de que en casi 25 años no se ha podido superar la vieja discusión acerca de qué carajo significan las elecciones y de qué forma ir juntos para no dispersar más el voto y poder vislumbrar la creación de algo con cierta inserción entre los trabajadores.

Pero también estas elecciones de mentirita han dejado otro dato: el voto de los nadies. Aquel voto que los medios de comunicación olvidan mencionar para no alertar de que no todo es bondad en las elecciones. El voto de los nadies que llegó al 40% en lo que respecta a Gobernador y Vice y a casi un 42% para el cargo de Intendente de la Ciudad.

Ese voto de los nadies y dirigido a nadie, desnuda esa crisis de representatividad y esa falta de credibilidad en los Bielsa, Rossi, Binner, Balbarrey, Cachi Martínez y Barletta.

Seguramente, en estos dos meses de campaña electoral que vendrán, no discutiremos cuáles han sido los motivos por los que un gobierno, que ha tenido una política clara sobre los derechos humanos, apoya la candidatura de un funcionario de la dictadura militar. Tampoco discutiremos si el programa de Binner es o no socialista.

Seguramente, en estos dos meses de campaña que restan, todo el dinero que no se invierte para superar la pobreza en la provincia, se volcará en los medios de comunicación para bombardearnos con la propaganda política y sus slogans vacíos, de vote a fulano o a mengano, tratando de convencer a los miles de nadies, descreídos de casi todos, de sumar su voto a la continuidad del sistema.


Opiná sobre este tema

Titulo:
Comentario:
Firma:
E-Mail:
¬ Anterior Ir a la Portada Siguiente ®