Breves de sábado (07/07/07)

Los mismos amigos

por Miguel Espinaco

Es increíble hacer memoria y acordarse hace cuánto que se habla de la crisis energética. Años ya, un toco de tiempo.

En el medio de la discusión siempre estuvo la sospecha, la duda: hasta dónde hay peligro de crisis y desde dónde se trata apenas de un lobby de las empresas para conseguir el reajuste de las tarifas. Como la devaluación abrupta del dólar en el 2002 - que tuvo como objetivo central el de demoler los salarios reales - provocó también un nuevo reparto de la torta entre el empresariado, y como las empresas ligadas a los servicios públicos quedaban entre las perdedoras, la sospecha parecía cuando menos autorizada.

Hoy la crisis está ahí y la sospecha dura, o por lo menos el gobierno la hace durar. Los empresarios demandan y se quejan porque les limitan el suministro de electricidad y de gas y empiezan a suspender trabajadores, los taxistas hacen largas colas en las estaciones de servicio, el gas oil aparece racionado. Mucha gente pierde mucha plata y entonces aparecen los ladridos contra el gobierno que no quiere cortar el suministro hogareño y que no quiere reconocer que hay crisis y que le echa la culpa a las empresas, a la falta de lluvia que deja sin sustento a las centrales hidroeléctricas y a la oposición que supuestamente ha comenzado con esto de la crisis la campaña sucia contra la candidata Cristina, esa candidata surgida del in pectore kirchnerista, sin internas ni discusiones ni nada que se le parezca.

Los cronistas hablan de falta de inversión y en seguida vinculan esa falta de inversión con la falta de ajuste de las tarifas. El relato parece poco serio: el precio de la energía ha sido ajustado durante los últimos años. Aunque el gobierno limitó el aumento para que no afectara al consumo hogareño, los consumos industriales sí fueron ajustados.

Por otra parte, la energía no es como otros servicios públicos que no tienen revancha en los precios externos. Las empresas de energía exportan y juntan dólares con pala. Como explica el Movimiento por la Recuperación de la Energía Nacional, Repsol y las mismas multinacionales que operan en Bolivia se llevan de Argentina $ 42.000 por minuto: no es como para que les falte plata para invertir.

Encima, el año pasado el Congreso de la Nación votó una ley para otorgarles a las empresas petroleras beneficios impositivos para alentar la exploración. Claudio Lozano comentaba durante el debate parlamentario que "este proyecto es para premiar a los que no cumplen", recordando que las empresas ganaron muchísimo dinero durante todo el periodo de YPF y Gas del Estado privatizadas, y que no cumplieron con su obligación de explorar y reponer las reservas.

La Federación de Trabajadores de la Energía de la República Argentina explica que la situación es tan absurda, que el marco legal vigente permite a las empresas privadas exportar petróleo y gas a pesar que no alcanza para la Argentina y les permite disponer libremente del 70% de las divisas que obtienen por la exportación y les permite venderles a los propios argentinos como si los combustibles se importaran de Arabia Saudita.

La crisis de energía, claro que sí, existe. No se puede, como el gobierno, decir que todo se trata de una campaña en su contra, pero no se puede tampoco escuchar las protestas de tanto periodista interesado, de tanto multimedio, que pretende mostrarnos empresas engañadas por el supuesto desconocimiento de los contratos después de la devaluación por parte del Estado.

El Gobierno de Kirchner, por su parte, no está dispuesto a deshacer la matriz de explotación de los noventa, esos noventa que a cada rato critica desde la tribuna. En este marco, no será nunca capaz de planificar la producción y el consumo de energía o desarrollar estrategias serias para que no haya problemas, sencillamente no se puede mientras las empresas tengan el timón en sus manos. Sus actuaciones en el problema se reducirán entonces, a alguna sobreactuación de vez en cuando y a algunos extraños e incomprensibles griteríos en bambalinas como el episodio de ayer en Metrogas, empresa que en gran parte - vale recordarlo - pertenece a Repsol.

Una macana realmente para Kirchner. Esta crisis energética sí podría endosársela al menemismo, de última fue Menem el que armó este pool de empresas que controla la energía en la Argentina.

Podría digo. Pero no va a poder mientras sus amigos sigan siendo los mismos que tenía el riojano más famoso.


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