Los consejos de Seguro

presentados por Adrián Alvarado

Me voy corriendo a ver que escribe en mi pared la tribu de mi calle, dijo, y se fue. Cuando llegó no podía creer lo que su pared decía "La marta le lustra el chipote al Atilio mientras pedro los mira y se toca". La letra era clara y el trazo del aerosol seguro y contundente. Marta era el nombre de su compañera, vivían juntos y bien, desde hacía cinco años, Atilio se llamaba su hermano menor y Pedro su mejor amigo.

En su casa no había nadie, se hizo unos mates pensando, atando cabos, buscando pistas, y no encontró nada. La conducta de Marta era intachable, su hermano no le haría nunca una cosa así y Pedro, bueno, Pedro era medio mongólico pero buen pibe. "Y si se fumaron uno y se les dio por quererse", pensó, después se imaginó la escena y vio todo el kamasutra dos veces a ritmo de reagee y Marta estaba hermosa, disfrutaba como loca y los pibes también, tomaban mate mientras lo hacían, fumaban y reían y comían, había mucho amor en eso que Ricardo imaginaba y estaba bien, bajo ningún punto de vista podía estar mal que tres personas hagan eso aunque una tenga pareja estable y el otro sea el cuñado de la una y el tercero casi que no importa pero suma.

En los sesenta hacer estas cosas estaba bien, era otro contexto y se tomaba mucho ácido, pero ahora, qué pasa ahora, ¿porqué no se puede? si nadie pertenece a nadie, ¿cual es el problema? En esos vericuetos del pensamiento estaba cuando vino Marta, contenta que era una delicia, le había ido muy bien en la escuela y estaba de un humor estupendo, tomaron mate y charlaron y después hicieron el amor con entusiasmo, mientras lo hacían notó que marta tenía un olor en el cuello que no era de ella y tampoco de él.

Cuando terminaron Ricardo le dijo y ella se enojó, lo mandó a la mierda y se fue, Ricardo salió atrás de ella con intenciones de seguirla y lo hizo. Marta se metió en un hotel, él se quedó en la puerta pensando qué hacer y terminó en el bar de enfrente mirando la puerta mientras sorbía taciturno una ginebra. Para cuando Marta salió Ricardo ya se había distraído mirando una mancha de humedad que se parecía a un canario con anteojos, cuando se cansó de esperar volvió a su casa, Marta no estaba, ni ella ni sus cosas, puso un disco, armó uno y lloró hasta dormirse.

Libertad a Seguro


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Te convido
con mi casa
y conmigo,
esto te lo presto
esto te lo doy
esto lo compartimos
y esto si lo tocás
te echo,
acá no podes entrar
y si ponés
ropa interior
en la canilla
me pongo
como loca.

Te aviso
que en el piso
no se escupe
y que tu ropa
te la lavás vos
en la cama
no se come
y la tele hasta las doce.

Ah, ¿te vas?
okey, te espero.

Cuando no te quede
más que esa atracción
por las paredes
en las noches de fandango
y la resaca.

Delfina Contreras

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