Apuntes sobre socialismo

Un mundo sin dinero

por Miguel Espinaco

Definir al socialismo como contracara del capitalismo, incluso definirlo a través de lo que los llamados socialismos reales no fueron, no es cosa tan complicada. En las quince entregas que preceden a la actual, en esta serie que hemos dado en llamar Apuntes sobre el Socialismo, me he ocupado principalmente de este aspecto. Voy a intentar buscar ahora algunas formulaciones positivas, algunas que permitan ver al socialismo de frente y no como promesa perfilada por contraste sobre el fondo de esta historia tal como es.

Lo primero que se me ocurre es que hay que huir de las utopías. Tal como escribiera Maytland Goyeneche en esta revista, en un artículo titulado "Sobre utopías o lugares y no-lugares - Peras a los perales" "cuando nos dicen utópicos nos están diciendo que no seamos boludos y que dejemos de pensar en cosas que jamás se van a poder realizar". Entonces para no aportar a la tentación de que nos digan boludos, mejor dispararle a eso de imaginar mundos socialistas, bucólicos y felices, mejor escapar de relatos de un futuro que sólo le corresponderá forjar a los hombres en el camino de la historia que es como sale y no como a los escribas y a los soñadores se les ocurre que debiera ser.

En ese aspecto, el socialismo no puede ser más que un apunte, un proyecto, nunca un plano terminado puesto a punto en un laboratorio. Podría - claro, quienquiera - crear un mundo literario y decir este es el socialismo que imagino y encontraría seguramente lectores cómplices para su licencia y a otros que no lo serían tanto. En estos apuntes, ese giro poético sonaría directamente a pavada, a sueño improbable que se pretende ciencia.

Sopesadas estas salvedades, se me ocurrió enfocarme en un sólo aspecto, en alguno que uno pueda afirmar que en ese eventual socialismo futuro se cae de maduro. Entonces: el dinero, dije, su ausencia, claro, lógicamente.

Si uno puede jugarse a adivinar algo de un mundo socialista, no puede negarse que la más fácil es la de imaginarse un mundo sin dinero. Pero para no dejar sobreentendidos habrá que afirmar el por qué de esta seguridad y para eso habrá que hurgar un poco en qué es el dinero en este mundo del capital del hoy por hoy.

Lo primero es casi elemental, el para qué sirve el dinero. Dejemos de lado su función de unidad de medida que lo aproxima en su utilidad al sistema métrico decimal y su función de acumulación que ya te cuento, y aboquémonos por ahora a su utilidad de resumen del cambio, de síntesis del trueque con intermediario.

El asunto resulta en que un toco de dinero se presenta en el mercado y dice aló, soy la guita, valgo lo mismo que un kilo de papas o valgo lo mismo que ese súper sport o valgo lo mismo que lo que sea porque soy el dinero. Todos dicen cómo no, claro que sí, y entonces el montón de billetes y el súper sport se cambian el dueño sin dudarlo.

Ahora mirá más de cerca: si no estuvieras tan acostumbrado el asunto sería bien ridículo, un montoncito de papeles por un auto - inclusive por un kilo de papas - parece un desatino. Qué tiene el dinero para lograrlo?

Para verlo más de cerca todavía voy a darte vuelta la frase hecha que reza que el tiempo es dinero, nada más que para afirmar que lo correcto será decir que el dinero es en realidad tiempo, tiempo de trabajo concentrado y encerrado en esos papelitos con figuras de próceres. Para que el tiempo de trabajo llegara a este envase, para lograr esta convicción casi religiosa de que de verdad está metido ahí adentro, para que todos lo creyeran sin dudar, hicieron falta siglos, pero ahí está. El pesito que tenés en la mano puede cambiarse fácilmente con un kilo de papas y el verdulero no vacila, sencillamente porque ahora todos creen que valen igual, que tienen adentro el mismo tiempo de trabajo.

Digamos que vos ganaste el pesito manejando un colectivo o laburando en lo que sea. Digamos que en ese tiempo que te llevó ganar el pesito, vos podrías haber producido el kilo de papas si tuvieras pasta de granjero. Digamos que más o menos se están cambiando sus tiempos de trabajo, en la verdulería y sin conocerse, vos y el productor de papas. Hasta ahí estaría todo fenómeno y el dinero sería un juguete neutral, apenas un artificio para acercar a dos productores lejanos, a vos que manejás un colectivo y a otro señor que cosecha papas.

Pero la cosa no es así, claro: en el medio están los capitalistas y el robo del trabajo ajeno que se esconde en los trucos de magia del mercado y entonces la acumulación que se realiza de muchos modos, pero que siempre se mide en dinero.

Aumento la apuesta. En vez de un kilo de papas vamos a comprar el súper sport y entonces el toco de dinero ya es más grande porque tiene que igualarse por lo menos a todos los trabajos de hacer las puertas, el motor, los engranajes, la idea, los planos, las máquinas que ayudan a hacer todas esas cosas y claro, ya te diste cuenta que tendrías que manejar el colectivo demasiado tiempo para lograr igualar los tiempos de trabajo de tus billetes y los del coche del que hablamos. Pero esos vehículos se compran lo mismo, hay mucha gente que los compra encima después de alimentarse bien y de bien vestirse, de viajar por el mundo y de tener mansiones, entonces cómo, entonces cómo hacen para juntar tanto tiempo de trabajo en forma de billete, decís.

Valga la escena de una película como respuesta: el personaje un ladrón que le deja una bolsa con plata a su ex mujer, ella que dice no, que es plata robada, él que le hace callar cerrando la discusión hecha en voz baja: "toda la plata es robada", dice.

Puede ser que el peso de tu kilo de papas zafe de esta definición tan tajante de plata robada, pero la plata de a mucha, esa plata de a montones que mueve al mundo ni hablar, es la prueba del delito del capital. Por eso no creo que pudiera sobrevivir así en el socialismo.

En la siguiente entrega me meto con un par de ejemplos de actuales mundos sin dinero, ejemplos con el copyright de Marx que los usa para demostrar en dónde no hay valor de cambio. El primero versará sobre una familia campesina que construiré para la ocasión y el segundo va a sorprenderte un poco: la empresa capitalista.

Nos vemos.

Próxima entrega: Intercambio de actividades


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