La lógica del algo habrán hecho

por Miguel Espinaco

A ver. Podría hablar de estadísticas, esa es la más habitual, hablar de estadísticas y decir - como dice un documento de distintos organismos de las Naciones Unidas - que si se toma a 10 mujeres representativas, mayores de 15 años de cada país de América Latina y el Caribe, "veríamos que cuatro peruanas y cuatro nicaragüenses sufren violencia física por sus esposos; en México tres mujeres serían víctimas de violencia emocional y dos de violencia económica; tres brasileñas de violencia física extrema y dos haitianas, de violencia física". O podría contar que en la provincia de Buenos Aires se registraron, entre 1997 y 2003, 1.284 asesinatos de mujeres y que casi el 70 por ciento de los crímenes fueron cometidos por conocidos de las víctimas. O podría decir que en Uruguay como promedio una mujer muere cada nueve días víctima de la violencia doméstica, o que en México el 60 por ciento de los crímenes contra mujeres son cometidos por personas cercanas a ellas y que el 90 por ciento queda impune.

Podría hablar también de los casos más resonantes, de los algunos que se encuentran revisando diarios sin irse tan lejos, ahí nomás, en lo que va del mes, porque de lo contrario serían demasiados. Del caso de Ricardo, por ejemplo, que hace un par de semanas mató a su ex de nombre Svetlana porque ella no quiso reconciliarse con él ante las cámaras en un programa español que se llama "El diario de Patricia". O del caso de la chica saudita que, encima de violada, condenada a doscientos latigazos por adulterio. O de esa adolescente de 15 años detenida durante un mes con veinte presos en Brasil, que la violaban reiteradamente, cosa que parece no ser nueva, ya que la gobernadora del Estado de Pará aceptó que es posible que haya sido arrestada precisamente para ser explotada sexualmente por los presos, una "práctica lamentable que infelizmente sucede hace algún tiempo".

Podría hablar también de los motivos que han convertido al 25 de noviembre en el día internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y podría mencionar, claro, la Resolución 54/134 de la ONU y a las hermanas Mirabal asesinadas en 1960 en República Dominicana.

Pero no, no voy a hablar de nada de eso. Por un lado, porque el calendario fijó la coincidencia y el 25 de noviembre trajo los titulares en simultáneo, de modo que era casi cantado, casi imprescindible enfocar el tema de la violencia contra la mujer desde el caso de Nora Dalmasso.

Pero además porque tiene un gran peso simbólico. Es extraño que no se haya considerado más como un paradigma de la lucha contra la violencia de género, no tanto por el hecho en sí - que tiene y seguramente seguirá teniendo muchos puntos oscuros - sino por el tratamiento mediático, por la opinión pública que se construyó desde el llamado caso Dalmasso.

Construyendo impunidad

"Hay otras formas de violencia contra las mujeres que están presentes en la vida social, de forma constante, tolerada socialmente y por las autoridades, que crean un clima de impunidad" decía Marcela Lagarde en una entrevista que le dio el domingo al diario Página 12. ("El feminicidio, sus causas y significados")

Alcanza con recordar algunas de las cosas que se oyeron en la cobertura del crimen de Nora Dalmasso en Río Cuarto, para incluir ese palabrerío que aparece a un primer vistazo como neutro, como inocente, para vincular esas palabras a estas otras "formas de violencia" a las que alude Lagarde.

"Aquel viernes, Nora tuvo una jornada social intensa en Río Cuarto, como solía ocurrir cuando su marido estaba de viaje. El final llegó de la mano de uno o dos amantes, según la investigación preliminar", nos cuenta el diario Clarín del día 3 de diciembre del año pasado. Por esos días, aún se sustentaba la tesis del accidente sexual, pero ya aparecía la sospecha del crimen intencional. Recién tiempo después se fortalecería la figura de violación y asesinato.

Pero no nos meteremos acá en los recovecos legales del crimen. Sólo quiero llamar la atención sobre el tono del cronista, que recalca lo de las jornadas sociales intensas cuando el marido viajaba y que de un plumazo casual define aquello de "uno o dos amantes".

Un tal Ricardo Canaletti escribe en la columna de la derecha de esa misma nota, lo que podría leerse como una nota de opinión - "el frenesí del momento pudo llevar las cosas demasiado lejos para su pareja, que no se detuvo cuando las aguas tumultuosas de la excitación cambiaron su curso hacia el cauce de la afrenta salvaje" ("Posibilidades y misterios") - si no fuera porque la pluma del autor nos hace pensar en un cronista de policiales que siempre aspiró a ser novelista. Más allá del estilo del escritor, puede notarse que el cronista-novelista elige un culpable objetivo, la mala suerte, la puta casualidad, el inevitable destino de "las aguas tumultuosas de la excitación".

Obviamente, estos enfoques no son los peores, pero como se inscriben en un pretendido periodismo serio y objetivo, resultan muy peligrosos por su peso sobre la castigada opinión pública, hija putativa de la opinión publicada.

Ni que hablar, claro, de lo que podríamos llamar el merchandising del crimen, esas remeras con la inscripción "yo no estuve con Norita", prendas que usaban a manera de chiste los jóvenes cordobeses. Ni que hablar tampoco de los "chismes" que circularon alrededor del episodio como aquel del juego de la olla: "según los comentarios que se escuchan en forma recurrente en el exclusivo barrio, el "Juego de la Olla" consiste en depositar adentro de una cacerola llaves de las casas de los matrimonios participantes. Tras mezclarlas, las mujeres van extrayendo sin mirar las llaves y junto a sus maridos se dirigen a la residencia que corresponde para mantener relaciones sexuales con el matrimonio propietario", nos cuenta Infobae.

El sitio web Agencia Nova, recuerda en una nota titulada "Coberturas mediáticas que luego quedaron en la nada: Caso Nora Dalmasso" que en el programa "Duro de Domar" se hizo por aquellos días, una parodia del comentado juego: en una olla pusieron los nombres de los integrantes del ciclo más otras chicas para quedar pares en relación hombres y mujeres, y fueron sacando las anotaciones. "A Pettinato le tocó el último turno, y al sacar el papel se encontró con la sorpresa de que no estaba escrito el nombre de ninguna mujer, sino que decía "Susano". Entonces, sin perder tiempo, el bailarín de dudosa sexualidad salió corriendo al encuentro con el showman, teniendo que perseguirlo por todo el estudio con el fin de convencerlo de mantener relaciones con él".

Es evidente que tanto la cobertura pretendidamente seria como el enfoque barato y el humor fácil apuntaban todos para un mismo lado: el asesinato se dio en un marco en el que el sexo era un área de riesgo. Es como si dijeran: las que viven así no pueden quejarse; si es una mujer de intensa vida social cuando el marido no está, si termina la noche con uno o con dos amantes, si se expone a las aguas tumultuosas de la excitación, ella debería saber que está corriendo el riesgo.

No resulta exagerado entonces, afirmar que el discurso es parte preponderante del arsenal violento que circula tolerado socialmente, que es violencia concentrada que da sustento a ese clima de impunidad.

Como en la época de la dictadura militar, al amable televidente solo le resta concluir que algo habrá hecho.

Un mensaje aterrorizador

Es extraño, decíamos, que el manejo mediático del caso Dalmasso no haya sido objeto de más estudio y de más crítica de parte de los movimientos que luchan contra los feminicidios y de la propia izquierda, que durante los últimos años ha sumado las reivindicaciones de género a sus programas. Es posible que el origen social de la víctima haya influido en esa omisión.

Probablemente no se ha notado lo suficiente que su caso es mucho más importante que cualquier otra muerte anónima, porque la resolución del debate público tiene influencia de masas y por lo tanto, resulta disciplinador, o dicho de otra forma, aterrorizador.

Digamos que en este aspecto se podría hacer también una comparación con el mecanismo de desaparición de personas que ensayó masivamente la dictadura militar en Argentina. Esa agresión - la desaparición de personas - funcionaba no sólo contra la víctima directa que sufría el secuestro y la muerte, sino sobre el conjunto social que "aprendía" que si algo hacés, te va a pasar lo mismo. De la misma manera, el caso Dalmasso no es contra Dalmasso - que por otra parte ya no podría ser castigada - el hecho de convertirla de víctima en victimaria legitima el castigo y opera contra el conjunto del cuerpo social que "aprende" que "eso" es lo que les pasa a las mujeres que se portan mal.

No es casual entonces, que los medios de difusión decidieran en un punto que la noticia no sería ya el crimen de la mujer asesinada sino su vida privada "como si hubiera que justificar, con esa investigación minuciosa, el viejo precepto patriarcal que asegura que si una mujer es asesinada y, más aún, si su cuerpo aparece desnudo y sobre una cama... por algo será" (Andrea D'Atri).

Gabriela Barcaglioni se preguntaba en su informe escrito tiempo antes del asesinato de Nora Dalmasso y llamado "Feminicidios: cómo los medios construyen las noticias" si "la mujer infiel abandona su lugar de esposa abnegada, solícita y sumisa y la muerte es el castigo" y también si "es posible pensar que los medios respondiendo al discurso dominante convierten a la víctima en victimario, justificando así su propio asesinato" (citada por Luciana Rosende).

No se había escrito todavía este año de palabras que viene a responder de nuevo y con total claridad a sus preguntas, ni Nora Dalmasso había sido todavía asesinada, ni se la había declarado todavía culpable de su muerte, para que las demás sepan.


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