Crónicas Curturales Volvemos a Argentina, los 60’ quedaron atrás, años difíciles para la historieta argentina y el país todo, a pesar del complejo clima socio-econo-politietcétera hay un lugar para los amantes del comic, que tal vez no sea el mejor lugar, pero es lo que había… Sepa qué es la historieta 18 _ Entre el prestigio, la decadencia y la esperanza
por Maytland Goyeneche Masividad, aceptación y decadencia En 1968 se realiza en Buenos Aires la Primera Bienal de la Historieta, dando cuenta del reciente descubrimiento de la "alta cultura" sobre la historieta como lenguaje autónomo con sus propios códigos, tradiciones e inclusive, clásicos. Curiosamente con esta aceptación por parte de la intelectualidad viene también una época de vacas flacas para el comic autóctono. Los modos del consumo ocioso mutan definitivamente hacia la televisión y su ya variada oferta que le hace perder lectores a cuatro manos ante la incapacidad de ofrecer una renovación propia. De todas maneras podríamos decir que la batalla estaba perdida de antemano, ante el escaso volumen de calidad que las masas le piden a la televisión… ¿qué podría ofrecer la historieta? Basura ya tenía, y más calidad no era económicamente sustentable. El camino de la aceptación académica lo recorre en gran medida Oscar Masotta, crítico, teórico director de la revista LD y uno de los organizadores de la ya citada Primera Bienal de la Historieta en el Instituto Di Tella, centro de la vanguardia artística de esa época. La revista LD nace en 1968, y también muere ese año con solo tres números en su haber donde se publicaron textos analíticos (Eco, Steimberg, Masotta) e historietas extranjeras como Valentina y Dick Tracy. LD significa Literatura Dibujada, en una búsqueda del prestigio propio se adueña en este caso del capital de artes ya prestigiadas, como el caso de la literatura por un lado y el dibujo (en su variante de arte plástica) por el otro. Y bueno, tengan en cuenta que entonces la historieta era cosa de niños, o en el mejor de los casos, de peronistas. Se le puede perdonar entonces su yerro en su inquietud por generar un espacio reflexivo y crítico en torno del lenguaje que nos ocupa. Así le fue. Tal vez no era el tiempo, o la oportunidad, pero valió la pena intentarlo. Y así le tocó a la historieta argentina hacer un duro recorrido por una década oscura y fatal lejos de un área de reflexión que le permita reconocerse y analizarse para poder ir hacia el siguiente paso, regresando a las fuentes de la aventura haciendo caso omiso los avances que se venían logrando de la mano de los italianos, los franceses e inclusive, los norteamericanos, porqué no. Los 70’ Hacia principio de los 70’ las revistas de historietas se encuentran con que prácticamente se duplican las ventas. Si bien la producción externa, léase, allí donde la historieta estaba experimentando cambios drásticos, no tiene entrada al país, los autores nacionales han acusado recibo, y de alguna manera eso se demuestra en la producción. Variantes de estilo, preocupaciones formales, influencias de las artes plásticas (el pop art quizás), la historieta “de autor” europea, incluso el comic underground, todo esto a pesar de no pasar a mayores y conservar siempre un alto porcentaje de clasicismo, o si se quiere, un manera tradicional de presentar las historias, inclusive el diseño de página. Son dos las editoriales que durante esta década dominarán el mercado: la ya añeja Columba y Record. Columba, la historieta retrógrada La editorial más antigua del medio realiza en los 70 una innovación de sus publicaciones apoyada en el éxito de su guionista estrella: Robin Wood quién crea desde fines de los años 60 sus mayores éxitos y otros no tanto, pero de enumeración prolongada: Nippur, Mi Novia y Yo, Dago, Mark, Savarese, Gilgamesh (que en realidad es creación de su dibujante que también dibujó el primer guión del paraguayo y el primer Nippur), Jackaroe, Helena, Wolf, Amanda, Pepe Sánchez, Aquí la Legión!, Dennis Martin, Grace Henrichsen, Or-Grund, Big Norman, Dax, Billy Grant, Los Aventureros, Chindits, El Cosaco, El Peregrino, Kayan, Largo Nolan, Ronstadt, Ibañez, Harry White, Morgan, Kevin, Los Amigos, Mojado, Martin Hel, El Angel, Holbeck, Kozakovitch y Connors y un montón más que no vienen al caso. Claro que el mérito no es sólo suyo, tratandose de historietas donde el dibujo es la parte más visible habrá que recordar a lo que supieron darle carne (o tinta) a sus personajes: Lucho Olivera, Carlos Vogt, García Seijas, Dalfiume, Alberto Salinas, García Duran, los Villagrán, Cacho Mandrafina, Leopardi, Zaffino, Zanotto, Quique Alcatena, Enrique Breccia, Rezzónico, Macagno, Mangiarotti, Marchionne, Barreto, Müller, Canelo, Taborda, Ibañez, Lito Fernández, Haupt, Rubén Meriggi y otros tantos que no vienen al caso. Pero ojo, no era la editorial de Wood, si bien su presencia se tornó imprescindible para vender, también otros guinistas competentes de la talla de Ricardo Ferrari, Armando Fernández, Gustavo Amézaga, Juan Carlos Morhain eran de la partida, y otros no tan competentes como Ray Collins. También es de rigor nombrar las portadas a cargo de Alfredo de la María, artista de indiscutible calidad que una y otra vez veía troceados sus óleos para armar los lamentables pastiches que oficiaban de tapas de las revistas de la casa: El Tony, D' Artagnan, Fantasia, Intervalo, Nippur magnum que si bien eran mensuales siempre tenían sus “anuales”, “super anuales”,”todo color”,”especiales de la casa” y etcéteras varios que a pesar de la denominación sus historietas continuaban de un “super anual” a un ”todo color” sin ánimo de discontinuidad. Hacia principio de la década había gruesos tomos de hasta más de 100 páginas con un par de historietas a color, que con los años se irían incrementando hasta ser completamente revistas a todo color. Salvo honrosas excepciones el color era colocado no solo por alguien ajeno a la carrera del dibujante sino también a la carrera del buen gusto, de la sensibilidad estética, la policromía e inclusive el decoro. Uno puede decir muchas cosas negativas de las revistas de la Editorial Columba: eran historietas como chorizos, descuidadas de lo formal, altamente conservadoras, inclusive reaccionarias, muchas de ellas no valían ni el tiempo que se demoraba en dar vuelta la página, incluso había normas que achataban la labor del artista como tener que poner tres muertes por episodio, no mostrar desnudos, no hablar de drogas, sexo o divorcio, que los dibujantes novatos debían comenzar imitando el estilo de tal dibujante consagrado y más. Mucho más. Pero lo cierto es que tenían tiradas inmensas, la leían los trabajadores en el tren mientras iban a la fábrica y también los oficinistas. Era realmente la historieta popular, esa a la que aspiraba Héctor Germán Oesterheld, claro que en contenidos no era para nada lo que pensaba el pionero guionista. Record, la historieta con desnudos Formalmente las revistas de la Editorial Record no se diferenciaban demasiado de las de Columba, aunque las diferencias fueran, en realidad, bastantes importantes: el color no era un plus que garantizaba satisfacción, sino que apenas acompañaban un par de historietas, cosa que tampoco era tan importante, porque los coloreadores de Record superaban por muy pocos puntos a los de Columba, pero hay que decirlo, sí eran mejores. Lo que sí, la calidad era algo que se tenía en cuenta, no mucho, pero mucho más que en la octogenaria editorial rival. Tal vez porque su editor, Alfredo Scutti tenía contactos en Italia y muchas de las producciones que regentaba iban también para el mercado italiano (años mas tarde, Robin Hood también aparecería en Italia con todo éxito, pero esa es otra historia). A través de su revista madre, Skorpio, “el Mundo de la Gran Historieta”, y sus hermanas menores (si es su madre, sus hermanas deberían ser sus hijas, no entendí muy bien…) Tit Bits, Corto Maltés, Pif Paf y alguna otra de no muy larga existencia los lectores de comics podrían asistir a una recuperación del material más valioso de la época de oro, como reediciones de José Luis Salinas pero sobre todo de la obra de Héctor Germán Oesterheld, con El eternauta, Sargento Kirk, Wakantanka así como la nueva producción del maestro, El eternauta II, Nekrodamus o Galac Master y por si eso fuera poco, en sus páginas aparecerían por primera vez en Argentina el Corto Maltés y el nuevo Alberto Breccia, cada vez más experimental, tal vez el único que se pudo dar el lujo de ser experimental en el mercado nacional. En el staff de Record figuraban muchos de los artistas de Columba, como Lucho Olivera, García Seijas, Cacho Mandrafina, Zanotto, Quique Alcatena, Marchionne, Lito Fernández, Enrique Breccia, Rubén Meriggi, A. Del Castillo, pero en realidad solo los creadores que tenían un oficio definido por la profesionalidad y mas afines a una ideología un poco más liberal, lo que al lado de Columba, no debería ser mucho más liberal. Otros dibujantes de gran valía como Sainchan, Oswald, Altuna, Meglia y Trigo también aportaron su granito de talento. En el rubro guionistas había un poco más, compartiendo a Ray Collins y J. Morhain se le agregaba Julio Grassi (de extensa carrera en la historieta nacional, lo que en realidad fue su único mérito) y Ricardo Barreiro, de quien se dice era un buen tipo pero que estaba medio loco. Y completando el satff dos grossos: Carlos Trillo y Guillermo Sacomanno quienes además de generar las historias mas importantes, o más interesantes (Alvar Mayor, El condenado), tenían un espacio que se dedicaba a la divulgación del mundo de la historieta, tanto nacional como extranjera, un poco (sin que esto ocupara mayor espacio) la tarea que Oscar Masotta había iniciado años antes. Carlos Trillo y Guillermo Sacomanno escribieron también “Historia de la historieta argentina” que publicó la editorial en 1980, extenso trabajo tan valioso por ser el primero en su tipo como por su contenido. Pero eso no era todo, el gran plus siempre será que a diferencia de las revistas Columba en Skorpio (y sus hermanas) se podían apreciar ciertas partes femeninas que a los argentinos les estaban vedadas. Toda una generación de adolescentes le estará eternamente agradecida por la irrupción de mujeres desnudas (no tanto, pero desnudas al fin) en sus interiores, (atenti al dato, después se preguntan porqué hay tan pocas mujeres en el mundo de la historieta) cosa que también hizo de las revistas de la casa un mercado más restringido, por decirlo de alguna manera, no eran historietas para niños. Si bien Nippur de Lagash tampoco lo era no había problema si tus padres te encontraban leyendo una D’artagnan. Difícil la vida del historietista Las condiciones de trabajo en estas editoriales no son las más recomendables para generar un mercado sano y atento a una renovación formal que permita mantener a sus clientes satisfecho ante el cambio de aires: los autores no tenían ningún derecho sobre su obra, los originales quedaban en la empresa, exigencia de entrega rápida sin tiempo para elaborar nada, o cuando una obra era vendida al extranjero (Italia) los autores no veían un cobre mientras tenían que seguir produciendo para ganarse el pan de cada día. Ante este panorama, la historia de la historieta argentina habría quedado estancada en el primer cambio de hábitos de consumo del público, cosa que sucede de manera periódica gracias a los adelantos tecnológicos o simplemente porque el mundo cambia, siempre, aunque parezca que siempre es igual, como dice el tango. Y en este rincón, la historieta pretensiosa Y el cambio de hábitos llegó y se llevo puesta a las dos editoriales, pero había una editorial que todavía tenía un soplo de vida que venía haciendo historia. Andres Cacioli y su Ediciones de la Urraca venían teniendo un moderado gran éxito con la revista Humor®, pero Cacioli siempre tuvo una aficción por la historieta y en agosto de 1980 con una plana mayor encabezada por Trillo, Saccomanno y Juan Sasturain saca a la calle la revista Superhumor, el puntapié inicial de la historieta seria, adulta, con inquietudes y porqué no, pretenciosa. A destacar que los originales pertenecían a sus creadores, por primera vez en Argentina. Aquí aparecieron los mejores trabajos de Trillo con artistas ya reconocidos de las editoriales anteriores, como Mandrafina, Solano López, Enrique Breccia, Lalia, acompañados por Tabaré, Limura, Altuna, una importada Claire Bretecher, la primera aparición de Nine y también de Alack Sinner como secundario en unas historias del bar de Joe. En el paquete también teníamos a Sol de noche de Saccomanno y Patricia Breccia, Los enigmas del Pami de Trillo y Enrique Breccia en un tono de comedia magistral, Buscavidas y Un tal Daneri de trillo Alberto Breccia, Merdichesky, Charlie Moon y El último recreo de Trillo y Altuna, Bosquivia de Trillo y Tabaré, Ulises Boedo de Trillo Mandrafina, por nombrar solo las que recuerdo ahora. Hay también una importante presencia de notas críticas y analíticas dando espacio a la investigación que parecía estar negada a esa cosa de niños que era la historieta. Luego la revista se va tornando mas humorística dejando de estar presente la historieta “seria” para tornarse, ante la llegada de la democracia, en más bien periodística. Ninguna de las revistas de la Urraca tuvo nunca un carácter popular, sino uno intelectual que porqué no intelectualoide que les valió a sus creadores la reagrupación en una especie de ghetto de historietistas difíciles cuando no onanistas intelectuales. Por el otro lado teníamos a los populares, de la historieta colonizada. De todas maneras, todos fueron creadores que hicieron a la historieta lo que hoy es, sea del bando que sea, inclusive muchos de estos pertenecen a ambos bandos, generando así no una paradoja sino la demostración más cabal de que son todas etiquetas que están dominadas por intereses personales. Y ya estamos en los 80’ Terminada la dictadura militar el clima es otro, totalmente otro. En 1984 aparece la revista Fierrode la mano de la revista Humor®, mientras las revistas de Columba y Record sobreviven a duras penas sin saber como adecuarse a la nueva realidad. Los desnudos ya son moneda corriente y hasta hay escenas de sexo pero eso al público no perece estimularlo mucho ya que formalmente es lo mismo de antes, inclusive reediciones de viejos éxitos, pero la calidad es cada vez peor, pero aún así les quedan unos cuantos años de sobrevivencia, pero ya no harán historia, apenas historieta, repetitiva, obvia, simplona, con algún que otro acierto, pero cada vez menos. Con respecto a la Fierro, vean el artículo ya publicado en la revista 89 del Mango del Hacha. Y esto es todo por ahora, la semana que viene nos encontramos de nuevo, pero esta vez vamos a atar algunos cabos sueltos que nos quedaron sobre varios temas: España, comic de terror, mad, y sobre la importancia de llamarse Ernesto. Buenas noches. Opiná sobre este tema |
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