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Cuatro escalones para llegar a la mentira

Por Miguel Espinaco

     Debiera ser suficiente. El presidente Kirchner afirma que "los muertos no pagan", lo cual podría leerse como un mensaje a los acreedores de que les conviene que sigamos agonizando, mientras que el Jefe de Gabinete Alberto Fernández acepta que se está reconociendo una parte de bonos "que no valían nada". Del otro lado del mostrador, el presidente Bush alienta "a seguir negociando así con los acreedores privados", lo cual se parece mucho a una cargada del técnico del equipo contrario diciéndote "sigan así, muchachos, que los estamos goleando" y George Soros, que vendría a ser como el Maradona de los usureros mundiales, se deshace en halagos diciendo que "nunca en ningún otro país" vio una evolución como la que registró la Argentina en los últimos tiempos.

     Debiera ser suficiente, es cierto, las desembozadas confesiones de las partes debieran ser suficientes, pero no conviene olvidarse de que también juega la esperanza, las ganas de creer que las cosas están cambiando, el sueño de que por fin venga alguien que les ponga los puntos sobre las íes y que nos "represente" defendiendo nuestro futuro. Entonces, aunque ya estemos curtidos, aunque ya sepamos que cuando gente como Bush o como Soros se reconocen contentos nosotros tenemos buenas razones para preocuparnos, aunque hasta nuestros propios "representantes" reconozcan que la famosa quita es en realidad un regalo, se hace necesario analizar a fondo qué es lo que está pasando, deshojar una por una las mentiras, para que no queden dudas.

     Antes habrá que hacer un esfuerzo por separar la paja del trigo, porque hay algunas cuestiones que se mezclan y convierten la cuestión en mucho más enrevesada de lo que en realidad es.

     La primera aclaración necesaria refiere a los tironeos que en realidad sí existen, que no son para nada una puesta en escena. En el mundo del capital - como en el antón pirulero en el que cada cual atiende su juego - los acreedores se empujan unos a otros y gritan cada quien más fuerte para ver si consiguen alguna ventaja extra. Las AFJP, los representantes de los grupos de acreedores, el Fondo, el gobierno yanqui y los europeos, todos y cada uno intenta una mejor posición en la mesa de negociaciones.

     Este análisis - el de la posición de cada cual en el tablero negociador - es por cierto muy importante. Sin embargo, optaremos por dejarlo de lado en esta nota en la que apuntaremos a desarmar la mentira más general que afirma que habrá una quita en la deuda, arribando a ella a través de cuatro escalones que la desnudan.

     La segunda cuestión refiere a los elementos técnicos de la operación sobre los tipos de bonos que se ofrecerán en reemplazo de los existentes - si reducidos en valor nominal o en "valor presente" - cuestión que dejaremos para los operadores bursátiles en tanto que no hacen a lo esencial del problema y en tanto que, a los laburantes argentinos que seremos llamados a pagar los resultados de esta reestructuración, nos interesa mucho más si es cierto que nos aflojarán la soga que tenemos en el cuello o si - como trataremos de demostrar - nos están vendiendo el mismo perro con un nuevo collar.

Primer escalón: Los que tienen coronita.

     El primer paso es definir los límites de la supuesta quita y, entonces, lo primero que hay que tomar en cuenta es que la tal reducción no involucra al total de la llamada deuda externa argentina, que a esta altura del partido anda por los 180.000 millones de dólares. Casi la mitad de esa deuda - la que se contabiliza como deuda a los organismos internacionales - no se toca. Al Fondo Monetario, al BID y al Banco Mundial, no se le recorta ni un dólar de sus acreencias. El detalle no es menor, porque los titulares periodísticos intentan imponer la idea de que el gobierno de Kirchner impondrá una quita "sobre la deuda" sin entrar en mayores consideraciones y este "detalle", omitido con insuperable delicadeza, involucra muchos miles de millones.

     La cosa es así. Lo contabilizado como deuda a los organismos - la deuda con coronita - ronda los 85.000 millones de dólares, pero a esto habría que sumarle los bonos que no entran en la categoría de elegibles - los emitidos post default - por lo cual la famosa quita del 75% alcanzaría a unos 87.000 millones de dólares, o sea apenas a la mitad de la deuda.

Segundo escalón: Deuda externa y deuda interna.

     Sin embargo el concepto deuda externa puede llegar a llamar a confusión. Como en él se agrupa la deuda emitida en moneda extranjera, no se diferencia qué parte de esa deuda corresponde - realmente - a personas, empresas o bancos residentes en el exterior. El tema importa en tanto los pagos afectan o no a la balanza de pagos y a la capacidad de compra neta que queda en el país por lo que, desde ese punto de vista, es importante verificar como impactaría el supuesto recorte: cuánto a tenedores locales y cuánto a extranjeros.

     Los datos dicen que, de los 87.000 millones alcanzados por la llamada quita, 33.427 se encuentran en manos de inversores locales, gran parte de los cuales son - compulsivamente - los futuros jubilados que aportan mes tras mes a las AFJP. A este elevado valor habría que sumarles los bonos propiedad de inversores argentinos que están depositados en el exterior. Como este dato es muy difícil de verificar, habrá que conformarse con una aproximación que nos hará concluir que la mitad de la deuda sobre la que se propone quita es en realidad deuda interna o, para no confundir los conceptos, deuda interior.

Si uno se toma el trabajo de desagregar esta mitad de la mitad, se concluye sencillamente que la publicitada quita solo afectará a la tercera parte de la deuda exterior.

Tercer escalón: Blanqueo no es quita.

     A este escalón hemos llegado después de demostrar que la supuesta quita afectaría apenas a un tercio de la deuda exterior. Llegados a este punto, el lector podría observarnos que esa reducción es todavía una reducción importante,

De reestatización ni hablar

     La propuesta de renegociación presentada en Dubai por Lavagna recibió de todo el mundo, protestas que prefiguran el futuro forcejeo por quién se queda con la parte del león del sudor de nuestras frentes. Sin embargo, la pelea que tomó más vuelo periodístico fue la que enfrentó al gobierno y a las AFJPs, que poseen en sus carteras unos 17.000 millones de dólares en bonos que caerán en el recorte.

     En el medio del tironeo están los 3 millones de aportantes a las administradoras, los 3 millones de futuros jubilados que verán disminuir sus aportes - y sus jubilaciones llegado el momento - en un 30%, según las estimaciones que se ventilan en los medios periodísticos. Según las administradoras, ellas no pueden ser responsabilizadas de tener bonos de la deuda externa porque se los impusieron. Según el gobierno, ellas no aceptaron la pesificación de la deuda a 1.40 más CER, que les hubiera redituado un mayor valor. Los aportantes no están invitados al debate a pesar de que son los únicos que pierden algo en este juego de suma cero, ya que las administradoras no son dueñas de los bonos, y por lo tanto a ellas, nada se les quita.

     En medio del tironeo, el gobierno ha dicho algunas verdades irrebatibles. Las AFJP fueron "un fracaso" para Lavagna mientras que según el Jefe de Gabinete Fernández "nadie puede dudar que se han quedado con el 30 por ciento de los aportes de sus afiliados, se han excedido enormemente" en el cobro de comisiones, concepto por el cual llevan percibidos unos 20 mil millones de dólares.

     Sin embargo, el Gobierno Nacional - también aquí - es inconsecuente con su propio discurso. El mismo Alberto Fernández que se horroriza por la estafa de las comisiones, se encargó de descartar que el Gobierno piense en volver al sistema de reparto: "Nunca estamos planteando una reestatización en ninguna materia" dijo, y se inclinó por revisar los "sistemas de funcionamiento y reglas de control" del sistema que según Lavagna ya "fracasó". Para Página 12 - siempre aliado fiel del discurso del gobierno - la intención de Fernández al hacer estas declaraciones fue "calmar a las fieras de la city", o sea, a los dueños de las administradoras a las que el gobierno critica.

     No hay, en realidad, de qué asombrarse. Ya el presidente Kirchner se había encargado de explicarle al inversionista Soros en persona, que él "está construyendo un país serio y previsible, con reglas de un capitalismo serio". Y para que todo quedara bien claro, no dudó en definirse a sí mismo como "el más liberal de todos".

ya que estaríamos hablando de unos 30.000 millones de recorte, lo cual no sería poca cosa. Sin embargo, lo cierto es que esa quita no existe.

     Cualquier tenedor de un bono argentino sabe que si va a Wall Street o a cualquier otro templo de esos en los que se timbean capitales, obtendría hoy por su bono un 28% de su valor nominal, ni un dólar más. Por un bono de 100 le pagarían 28, y es un buen precio, ya que nadie esperaba - ya desde antes de la declaración de default - que la promesa de pago de 100 se fuera a cumplir alguna vez. Justamente eso muestra la conversada tasa de riesgo país que empezó a irse a las nubes en el 2001: la baja del "valor presente" de los títulos ante la sospecha generalizada de que nunca se pagarían al valor nominal.

     La reestructuración con quita, lejos de haber constituido una quita, se convirtió en un recupero de pérdidas para los tenedores de bonos. El papel de deuda que tienen en sus manos, valía un 20% en diciembre de 2002 y, a principios de este año, algunos operadores pronosticaban que llegaría a valer un 8% o sea que - parajódicamente - con la promesa de quita, ganaron plata.

     Vaya como nota apenas especulativa, que el valor actual de alrededor del 28% que el "sabio" mercado ha fijado a los bonos argentinos,
puede estar reflejando la expectativa de los tenedores de que Lavagna afloje algunos puntos en la negociación o de que acepte pagar los intereses que se devengaron durante el default. Esos intereses - que en la primera oferta han quedado descartados - alcanzan la astronómica suma de 14.000 millones de dólares, valor que sirve para calcular así nomás, al vuelo, la montaña de plata que se han llevado los protestones acreedores en estos años que pasaron.

     Y para colmo de males, la publicitada quita de Kirchner y Lavagna, este supuesto castigo a su usura desmedida, es apenas un blanqueo de sus varias veces recuperadas acreencias.

Cuarto escalón: Las responsabilidades compartidas.

     El gobierno ha insistido con su discurso de las "responsabilidades compartidas" y lo ha repetido en cuanta oportunidad tuvo.

     Según ese relato, los argentinos (¿?) tenemos la culpa, pero los que prestaron plata a un deudor que, era obvio, a ese ritmo iba a terminar quebrando, también tienen la culpa. Ergo, compartamos los quebrantos, pongamos todos nuestro granito de arena.

     Lo de "compartir" las culpas es ya de por sí un concepto complicado. ¿Quienes tendrían que compartirlas? ¿Yo y Menem? ¿Khöeler y la señora del 5to A? ¿El panadero de la esquina y Soros? ¿Handley y algún ignoto ex trabajador devenido en piquetero? Está claro, salta a la vista, que hay algunas desproporciones evidentemente insalvables. Sin embargo, el gobierno no es ni siquiera consecuente con su propio limitado discurso.

     Bien vale observar cómo se conjugarán las supuestas responsabilidades compartidas. El Fondo Monetario no dejará de cobrar un solo peso, al igual que el resto de los organismos internacionales, y los inversores - que ya llevaron plata en pala - apenas sufrirán un blanqueo contable que para colmo ya los ha beneficiado subiendo los valores actuales de los papeles con los que cuentan.

     Más allá del cacareo sobre las "responsabilidades compartidas" los acreedores no pagarán nada de esas responsabilidades. Lejos de eso, recibirán una especie de indulto, ya que después de la renegociación - el gobierno ya lo prometió - nadie les preguntará nada más sobre el origen de la deuda, la mayor parte de la cual es probadamente ilegítima.

     Los argentinos - el pueblo que trabaja y el que anda buscando un laburo para parar la olla - sí que pagaremos la parte de responsabilidad que nos asigna el discurso oficial, y la pagaremos con creces. El "embargo" de 12.000 millones de pesos para el 2004 que aceptó el gobierno en su "progresista" acuerdo con el fondo, se ajustará de nuestro bolsillo. y, para colmo, esos 12.000 millones (algo así como tres presupuestos anuales para educación) serán todavía más en el 2005 y 2006, años que entraron en el acuerdo con la vaga formulación de mantener la "tendencia creciente" en el superávit primario.

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