Tips de autoayuda

Acá están, estos son, los últimos tips de este año que, por ser los últimos, vienen con regalito.  Con este número y en forma gratuita, el anticipo del tip con que empezará el último programa de radio de este año, que será el sábado que viene.  Que te sirvan para autoayudarte con todo éxito.

Treinta y cuatro

por Maytland Goyeneche

El mensaje del discípulo parecía dictado por la duda existencial de resolver asuntos mundanos…:

- Maestro, tengo algunas dudas con respecto a la ley de medios, no se si apoyarla o renegar de ella por ser otra herramienta de las clases dominantes para convencernos que sus necesidades son nuestras necesidades…

En pocos minutos tuvo la puntual respuesta:

- Estimado alumno… te recomendaría tratar de resolver tu gorilismo de alguna forma que no sea tan polar y extrema, ya que la diferencia ideológica nunca estuvo en discusión. No es posible que una ley legítima y democrática de un gobierno legítimo y democrático que reemplaza a otra confeccionada por milicos asesinos, genocidas, violadores y cobardes te resulte algo turbio o funesto... A veces hay que pensar un poco antes de tomar partido y contrariar algo que ni siquiera entro en vigencia, ¿no te parece? Y ya sabemos que la libertad de expresión es el argumento insustancial, vacío y efectista que vive enarbolando la oposición gorilista y protofascista que ni siquiera resiste un debate para charlar la ley artículo por artículo, porque se niegan a leerlo. Y lo mejor de todo (lo que denota claro ese desconocimiento, justamente) es que esa libertad nunca estuvo en discusión. ¿Comfer? ¿esa cueva de negociados espurios que debía cerrarse? A otros perros con ese hueso, amigazo. Lea la ley y convénzase de que es lo mejor y más democrático que le podría ocurrir al país, deje las cuestiones gremiales de algunos colectivos de trabajadores (como el de Terrabusi) para que las resuelvan y traten los propios trabajadores, no TN, Clarín o la secretaría de trabajo. Su posición es esa preferencia cipaya de siempre encontrar referentes de conducta y sociedad en revoluciones antiguas y muy poco congruentes con nuestra cultura propia. O sea, lo importado es mejor, no por su misma calidad, sino por su cualidad de "foráneo". Hablemos de pueblos indígenas o luchas latinoamericanas, no de revoluciones que, una vez establecidas e institucionalizadas, fueron peores que el Zar mas cruento. Me cuesta concebir la dicotomía de no pretender debatir y al mismo tiempo degradar en tan buena forma el propio discurso y al interlocutor en ello... le sugiero que refrene el escribir para la próxima. Quéjese y haga catarsis con los medios que cobran por permitirle leer algo y luego no respaldan ese gasto con los contenidos. Sería más prudente y constructivo…

El alumno terminó de leer el mensaje de texto y en muy poco tiempo escribió su respuesta al iluminado maestro:

- Maestro, vayasé usted a la concha de su madre.


Treinta y cinco

por Miguel Espinaco

- El mundo es lo que quieras que sea, es la construcción caprichosa de tu espíritu, la consumación de tu alma del lado de afuera de tus ojos.

Eso le había dicho el Maestro a su discípulo, a ese alumno que por cierto no tenía muchas luces, a ese alumno que no había dado todavía muestras de comprender cabalmente los crípticos mensajes del sabio, a ese alumno con el que quizás tendría que haber sido más explícito, más transparente, tendría que haberle  mensajeado cosas más del tipo al pan pan, palabras que no le resultaran tan confusas.

Al Maestro, es cierto, no le falta capacidad de autocrítica, así que se autocriticó con vehemencia como sólo los que saben pueden autocriticarse, como sólo pueden los que han llegado tan alto como el Maestro ha llegado.  Se dijo cómo no me di cuenta, cómo.

El discípulo le había dado señales y ahora, sólo ahora se había percatado.  Le había contestado enseguida y sus palabras eran ciertamente la antesala del infierno: “¿entonces el mundo es un invento? ¿mis ojos miran realmente adentro?”

El Maestro creyó entender que el discípulo entendía.  Ahora, después de que pasó todo y ya no hay remedio, se acuerda de que creyó entender que su discípulo entendía y le duele como una herida en el orgullo y se siente como algún famoso ajedrecista al que sorpresivamente le ganan la partida con el mate pastor.

- Tu mirada define los bordes y el contenido, las luces y las oscuridades.  La paleta de colores de la vida está en tu mente y la otredad es un boceto que tu pincel describe – escribió en su celular.

Después no recibió respuesta y ni se preocupó, era natural que su discípulo se quedara masticando palabra por palabra su mensaje, que no volviera a preguntar hasta pasado un tiempo.  Pero no:  no llamó nunca.

Recién al día siguiente el maestro se enteró del asunto del camión:  parece que su alumno se había parado en el medio de la ruta - eso le dijeron entre lágrimas y gestos de estupor de ojos muy abiertos - se había parado en el medio de la ruta y le gritaba al camión vos no existís, vos no existís, vos sos mi invento.

Pobre.  Pobre el discípulo, claro. Y pobre también el pobre camionero.  Que todavía le siguen el juicio por homicidio culposo.


Treinta y seis

por Maytland Goyeneche

La discípula avanzada notablemente apenada, envió su mensaje de texto con la esperanza de obtener una respuesta sólida, puntual y precisa:

- Maestro, resulta que lo amo y me ama. Somos novios desde hace seis meses y nos llevamos perfectamente. Tal vez deba decir que nos llevábamos perfectamente bien. Desde hace un tiempo, lo noto algo raro, como apenado o preocupado, o tal vez ansioso. Le pregunté qué le pasaba y me contestó que nuestras relaciones no podían continuar como hasta ahora. No entendí muy bien al principio, y ante mi insistencia me aclaró: “Querida, hace tiempo que no me siento contenido en la pareja, a pesar de lo profundo de mis sentimientos estoy sintiendo que tú no me estás correspondiendo y estoy empezando a dudar de tus sentimientos. En otras palabras: tú debes darme una prueba de amor". A partir de ese momento, no he vuelto a encontrar la paz. Si cedo, temo entrar en un conflicto con mi conciencia. Sí resisto, temo perderlo a él. Y de todas maneras ceder no significa que lo retenga, ya que es probable que a partir de ese momento me considere una cualquiera, y por lo tanto, prescinda de mí. Y si acaso ocurriera que no ceda a sus pretensiones carnales y me abandonara, no tendría fuerzas para seguir viviendo. Sencillamente, no puedo concebir mi existencia sin su amor...

El curtido maestro esbozó una sonrisa y contestó rápidamente, de manera concisa, sólida y puntual:

- Oh discípula, ésta es también la historia de miles y miles de mujeres que hoy en día se ven importunadas por tamaño conflicto, y es también el contenido de cientos y cientos de mensajes de textos que se acumulan en mi celular. Un muchacho que de pronto pone a su novia frente a una disyuntiva crucial y la muchacha que, desesperada, se vuelca hacia mí y pregunta: ¿Qué debo hacer? En primer lugar tener en cuenta que la sexualidad es una fuerza poderosa que puede destruirnos si no la utilizamos apropiadamente. Al igual que el poder nuclear, la sexualidad es una fuerza creativa muy poderosa dada a los seres humanos. Cuando el poder nuclear es usado correctamente, puede crear energía abundante; cuando se lo usa en una manera egoísta y mezquina, destruye la vida. La fuerza sexual es también una fuerza poderosa. Es que nos da el más grande placer, para crear un compañerismo profundo en la pareja y para procrear la próxima generación. Pero si se juega con esta fuerza poderosa fuera de los cauces naturales se destruye uno a si mismo y también a los más cercanos.  Pero acá entre nosotros, creo que deberías ceder, no le estarías dando nada que no haya recibido ya de cualquier amiga, y si te está pidiendo el rosquete, es evidente que te quiere… Atentamente suyo, el Maestro.


Treinta y siete

por Miguel Espinaco

- Mar o sierra – decía el mensaje.

El maestro primero se sonrió ante lo que consideró una broma festiva de algunos de sus discípulos más avanzados ante la inminencia de las vacaciones, una broma de alguno de esos discípulos que ya habían dialogado con él el tiempo suficiente para descubrir que el sentido del humor también tenía sentido en el arduo camino del aprendizaje.  Después miró de nuevo y reparó en que la frase no tenía signos de pregunta.  Nada más que para asegurarse preguntó.

- Con signo de pregunta? – escribió en su celular, cuidándose bien de terminar su anotación con un inapelable signo de pregunta.

- Con paréntesis – le contestó rápidamente su discípulo.  Entonces entendió.

Así y todo, el Maestro se tomó su tiempo para contestar, no porque no tuviera clara la respuesta.  Es que construir la ansiedad en la espera del discípulo es como armarle una pista de aterrizaje, o mejor, es como tenderle una alfombra roja a la sabiduría para que se descubra única y magnífica en el centro del escenario, seguida de reflectores, enmarcada en la estridencia de los clarines.

- Por más que soplaras y soplaras, nunca lograrías llenar el globo con todo el aire y, si acaso se pudiera, si se pudiera meterle al globo todo el aire, el globo ya no sería globo sino atmósfera, así que ni lo intentes.  Por más que anduvieras y anduvieras nunca llegarías realmente a ningún lado, de modo que el camino sería tu única expectativa y también tu único destino.  Por más que volaras hacia arriba no encontrarías ningún cielo porque siempre hará falta algo más arriba de lo que encuentres más arriba.  Si tu pregunta fuera una pregunta, responderla sería como resolver la división por cero por aproximaciones sucesivas, o como cuadrar el círculo tironeando de las puntas, o como dibujar en el aire un dibujo verdaderamente eterno soplando el humo de un cigarro.

El Maestro se interrumpió ahí y dejó que su alumno amasara las palabras, que las sopesará, que las batiera, que las mezclara.  Pasó un minuto antes de que se atreviera a una respuesta que era en realidad otra pregunta.

- Entonces, es lo que yo digo. – dijo.

- No – le escribió casi simultáneamente el Maestro, para que quedara claro que sabía que su alumno no sabía – lo que no es lo mismo es diferente y eso que parece tan fácil como conducir un triciclo, hace en realidad la diferencia que desiguala, y que moviliza, y que altera, y que excita, y que te lleva.

- Entonces hay que seguir – contestó el alumno y el Maestro esperó y dejó que pasara el tiempo: un segundo, un minuto, una hora, un mes, un siglo.

Y ya no contestó nunca más, a lo mejor porque el silencio otorga, o a lo mejor no.


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