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Democráticas mentiras

Por Javier González

     Veinte años atrás millones de trabajadores argentinos asistían esperanzados al retorno democrático en nuestro país. Atrás parecían quedar los años oscuros de la dictadura militar con su obra de locura, tortura y muerte.

     Las esperanzas delegadas
en un "casi socialdemócrata" Raúl Alfonsín hablaban de juicio y castigo a los culpables de tantos asesinatos cometidos en nombre de la civilización occidental y cristiana y responsables políticos del endeudamiento argentino, la destrucción de la industria nacional y por lo tanto de la debacle del capitalismo nacional. Hablaba esa esperanza de la necesidad de reconstruir un país devastado por una burguesía especuladora que se sirvió de burdos maniáticos asesinos para implementar los cambios económicos que aseguraran su hegemonía.


     Con la democracia se cura, se educa, se come....prometía un alborozado Raúl Alfonsín ante miles de banderas que de acto en acto iban anunciando el triunfo radical y la primer derrota electoral del peronismo, hundido al no alcanzar a consolidarse como una alternativa aggiornada a los años 80. Las anécdotas de
Herminio Iglesias quemando el cajón con el escudo radical y el yerro de Bittel optando por la dependencia dentro del par contradictorio que por años levantó el populismo "liberación o dependencia", fueron signos de la necesidad urgente de reelaborar al peronismo, algo que con los años venideros se transformaría en una continua metamorfosis.

La puerta trasera

     La emoción es evidente en todos. Funcionarios municipales, provinciales, legisladores de varias provincias. Todos bien vestidos. Todos sonrientes. Obeid se acerca al micrófono conciente del momento triunfal que vive. Las caras muestran expectativa. El nuevo viejo gobernador, responsable de entregar el Banco Provincial a los hermanos delincuentes Rhom y de disparar contra los trabajadores bancarios, se regodea por un instante. Va a comenzar un discurso que como todos los pronunciados en estos días dice mucho para no decir nada. Palabras vacías. Seguramente tronaran los aplausos, se cantará el himno y todos, absolutamente todos los responsables de la debacle argentina sonreirán orgullosos del momento histórico que les toca protagonizar. Mientras tanto, como si fuera una especie de Cenicienta posmoderna, poco después de las 12 hs el apresurado Carlos Reutemann abandona por la puerta trasera el Palacio que habitó durante cuatro años. Seguramente su carroza no se convertirá en calabaza, seguirá siendo una lujosa carroza custodiada por lacayos. El ex-gobernador, responsable político de los desastres de una inundación anunciada y del asesinato de 7 personas durante las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 apura sus pasos, casi como escapando de la situación y de los rituales democráticos. Mucho podrá especularse sobre este último gesto. Seguramente entre sus seguidores se hablará del bajo perfil característico de su gestión, de su modestia, de su condición de ciudadano común, igual a todos. Entre sus detractores seguramente se dirá que el gobernador saliente escapa como las ratas temeroso de algún posible escrache en la plaza. Lo cierto es que la democracia santafesina también festeja otro aniversario. En toda la zona desde la Legislatura hasta la Casa Gris, miles de policías uniformados y de civil custodian la mansa marcha de cientos de santafesinos que siguen haciendo sus trámites y actividades cotidianas ignorando lo que ocurre en el Palacio de Gobierno. El viento sopla bastante fuerte. Miles de volantes arrojados por anónimos militantes en automóviles vuelan por los aires y se depositan frente a la carpa de la memoria instalada en la plaza como triste y sufriente recordatorio de que un día las aguas acabaron con la dulce cotidianeidad de miles de santafesinos. Persigo uno que se encapricha en dar vueltas y vueltas por el aire. Lo atrapo tratando de disimular el gesto. Leo: Lole, Santa Fe te dijo SI!, Los peronistas te lo agradecemos, los SANTAFESINOS siempre con vos.

Valga como imagen la de los diputados y senadores peronistas que votaron la entrega/remate de empresas del estado a manos privadas consumando gigantescos robos/negociados, aplaudiendo a rabiar el anuncio del fugaz Rodriguez Saa de no pagar la deuda externa o "babeándose" con la presencia de Fidel, Lula y Chávez en la asunción de Kirchner.

El retorno democrático

     Los sectores burgueses intentaron desde el principio imponer la visión que la democracia reconquistada significaba:

  • Una conquista del pueblo, punto final del ascenso de masas que se dió a partir de 1982.
  • El único sistema posible, perfectible si, pero el mejor y único posible, comprobado-según ellos- en la práctica ante el fracaso del mal llamado "socialismo real" y la ausencia de alternativas.

     Marcelo Cavarozzi, actualmente en las filas kirchneristas fué quien mejor
planteó este pensamiento colocando la contradicción principal en el antagonismo "democracia o dictadura".

     Esta falsa contradicción principal sirvió para enmascarar la realidad eludiendo la crítica a una democracia que poco a poco iba mostrando su carácter de clase y desviando la discusión en torno a la significación de la democracia y las perspectivas anticapitalistas.


     Para el marxista inglés Perry Anderson las democracias latinoamericanas no representaron una victoria de los trabajadores sino que significaron una derrota para la
clase obrera ya que estas democracias fueron la adaptación de la organización social al nuevo estado de cosas.

Delimitar

     La contradicción democracia o dictadura no hace sino esconder el carácter clasista de la sociedad. Así la dictadura aparece como la obra de un grupo de psicópatas que en determinado momento se apodera del gobierno, la democracia aparece como la única e invariable alternativa posible.

     Esta concepción sirve a un amplio sector para justificar sus políticas de "convivencia pacífica con el régimen". Cualquier crítica a la democracia representa el peligroso acercamiento a políticas autoritarias, es decir a la dictadura.

     Así
planteada la cosa es obvio que no cabría otra alternativa que tomar parte por una democracia que, en los hechos demuestra, no deja comer, educar, curarse, etc. a la inmensa mayoría del pueblo antes que por la dictadura genocida.

     La discusión cambia de eje y la contradicción se desplaza si insertamos apenas un viejo concepto del marxismo: la democracia burguesa no es sino la forma que adopta la dictadura de una clase (la de los capitalistas) por sobre los "no poseedores". La democracia burguesa es solo democracia para una minoría, una décima parte de la población que es la poseedora de los medios de producción solía decir Lenin releyendo a Marx.

     En "La revolución proletaria y el renegado Kaustky", Lenin sentencia: "la democracia burguesa constituye un gran
progreso histórico en comparación con la edad media, sigue siendo -y no puede dejar de serlo bajo el capitalismo- estrecha, amputada, falsa, hipócrita, paraíso para los ricos, trampa y engaño para los explotados, para los pobres"
.


     Al calificar a la democracia como burguesa se deja aclarado el carácter clasista de la misma y se deja abierta la puerta para plantear lo opuesto, lo que en boca de Marx y Lenin era "democracia para las 9/10 partes de la población que hoy no la tiene, es decir la democracia obrera, proletaria o en palabras de Marx "dictadura del proletariado".

     Se
seguirá discutiendo, sin dudas , cuan acertada fue la definición de Marx, si el término dictadura utilizado para definir a una superación de la democracia burguesa por una democracia real fue o no feliz a la luz de las experiencias fascistas (stalinismo incluído) en el mundo. Lo cierto es que conceptualmente es sumamente clara desde una perspectiva de clase.

¿Todos somos iguales?

     Para amplios sectores de los trabajadores que compraron irreflexivamente el discurso oficial acerca de una democracia abstracta en la que "todos somos iguales" fue un obstáculo inmenso, a veces insuperable, para elaborar y llevar adelante políticas organizativas y defensivas, anticapitalistas, dado que las mismas implicaban enfrentarse a esa democracia.

     Pero ¿puede construirse una real democracia sobre la base de la propiedad privada? Es decir en una sociedad en la cual la mayoría no posee sino su fuerza de trabajo? ¿Existe libertad e igualdad en la democracia? ¿Entre qué clases?

     El transcurrir de los años ha demostrado que ni el estado ni la democracia son "de todos".
El estado está para proteger a la clase capitalista y se vale de bandas armadas (ejército y policía) para ello. No se necesitó demasiado tiempo para caer en cuenta de esto, dado que las distintas intentonas de los trabajadores por defender sus derechos durante los últimos veinte años acabaron generalmente bajo la represión y muerte de las hordas policiales. Las "víctimas de la democracia" se fueron acumulando año a año y seguramente seguirán (al año 2000, la Correpi había recopilado en un archivo la mayor parte de los casos ocurridos desde el año 1983. Las cifras resultaron escalofriantes: casi "11 muertos por mes a manos de las fuerzas de seguridad argentinas", es decir unos ochocientos
asesinatos acumulados hacia el fin de siglo), por lo menos en las intenciones de los responsables políticos, que como Duhalde y Chiche, siguen reclamando nuevos muertos en las filas obreras.

El estado de derecho.

     Muchos ex-militantes que desarrollaron su experiencia allá por los 60 y 70 reclaman, a la luz de lo acaecido durante el genocidio militar, no abandonar nunca el estado de derecho, el marco de la legalidad burguesa, dado que la misma es la única que puede ofrecer garantías para quienes se enfrentan al sistema.

     Para el marxista francés Roger Garaudy, "las "libertades democráticas" inspiran una doble preocupación:

  1. No disimular el contenido de clase del poder burgués.
  2. No olvidar que la democracia burguesa puede cuanto más ofrecer el más favorable terreno a la lucha por el poder del proletariado.

     En cuanto al estado señala que: la "neutralidad" del estado "por encima de las clases" es un grosero mito; cuando las clases se enfrentan, en una huelga, por ejemplo, no se ha visto jamás al estado burgués poner sus fuerzas de represión al servicio de los obreros en huelga, sino constantemente a disposición de la patronal para proteger su "libertad" y su "propiedad" (las cuales para la ley, son
una una sola cosa). Y cuando la "fuerza pública" protege la pretendida "libertad de trabajo", se trata de permitir al patrón utilizar a los obreros menos conscientes, más desarmados, a quienes acepten trabajar en las condiciones más miserables, pero más rentables para la patronal
.


     Vale acotar que cada vez que el sistema de explotación se ha visto en mayor o menor medida amenazado, ha sido y sigue siendo la propia burguesía la que rompe sus propias reglas, mostrando su verdadera cara antidemocrática, violando sistemáticamente el estado de derecho. Lo acaecido el 19 y 20 de diciembre de 2001 en Buenos Aires y Rosario y los fusilamientos de Kostecki y Santillán son una muestra de la impunidad conque actúan los brazos armados de la burguesía, cómo se rompe con las reglas del estado de derecho, cómo se violan sistemáticamente todos los derechos constitucionales.

Que dejan veinte años de democracia?

     Los veinte años transcurridos desde el fin de la dictadura asesina han estado marcados por profundas transformaciones de la vida cotidiana de millones de trabajadores. Estos han sido años en los que el imperialismo, la burguesía transnacional y las burocracias sindicales promovieron una feroz ofensiva contra la clase trabajadora, destruyendo nuestras organizaciones y quitándonos todos nuestros derechos. No hace falta hacer hincapié en cómo se produjo este saqueo, los índices de desocupación,
de muertes, de robos, de desnutrición, de violencia fundamentalmente hacia la mujer, los miles de pibes descalzos en la calle,etc. están ahí presentes para recordarnos hasta donde hemos caído en este vertiginoso tobogán de barbarie.

     Oponerse a la falsa democracia de la burguesía no es -como en el simplista análisis del progresismo- caer en las garras de los proyectos autoritarios sino el punto de inicio para el desarrollo de alternativas anticapitalistas verdaderamente democráticas.

     Luego de la ofensiva capitalista, las jornadas de diciembre del 2001 abrieron grandes expectativas acerca de la posibilidad de surgimiento de nuevas organizaciones de trabajadores, que sobre bases democráticas vayan construyendo nuevas alternativas políticas. Lamentablemente la fuerza del "que se vayan todos" se fue diluyendo hasta transformarse casi en un susurro en boca de unos cuantos oportunistas. La imposibilidad dada por el contexto y el todavía incipiente aprendizaje social, hicieron que la consigna se bastardee sin transformarse en la presentación de un movimiento que, si bien heterogéneo, planteara una salida anticapitalista.
No obstante la experiencia es válida y de estas jornadas surgieron numerosos colectivos que día a día luchan desde abajo en este sentido. Vale recordar también, en función de lo que puede entreverse en muchos de ellos, el análisis de Cornelius Castoriadis: "la palabra secta para nosotros no es un calificativo, tiene un sentido sociológico e histórico preciso. Un grupo poco numeroso no es necesariamente una secta; Marx y Engels no formaban una secta, ni siquiera en los momentos en los que estuvieron más aislados. Una secta es una agrupación que erige como absoluto un solo lado, aspecto o fase del movimiento del que salió, hace de él la verdad de la Doctrina y la Verdad sin más, le subordina todo lo restante y, para mantener su "fidelidad" a ese aspecto, se separa radicalmente del mundo y vive a partir de entonces en "su" mundo aparte. La invocación del marxismo por las sectas les permite pensar y presentarse como otra cosa de lo que son en realidad, es decir, como el futuro partido revolucionario de ese proletariado en el cual no consiguen echar raíces".


     Lo cierto más allá de todas las discusiones fraternales entre compañeros es que , como decía Rosa Luxemburgo, el capitalismo nos conduce hacia la barbarie por lo tanto la contradicción principal está entre el socialismo y la barbarie, es decir entre el socialismo y el capitalismo; pero a diferencia de toda la carroña estalinista así como no ha de concebirse ninguna democracia sin socialismo tampoco ha de haber ningún socialismo sin democracia.

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