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El canto del grillo

Por Luis Juan Fabrizi

"…Y miente/ quien dice que no es urgente/ porque el fantasma del hambre/ se aparece entre mi gente…/…y mienten/ que nadie se llame a engaño/ han marcado la baraja/ y me han robado la suerte/ y no me puedo enderezar/ y estoy parado/ nací para trabajar, nací para trabajar, y no hay trabajo…" (Roque Narvaja)


     La sangre de estos bárbaros sólo sirve para regar la tierra diría Sarmiento y llevaría a la práctica con mejor ahínco Roca tiempo después.

     Si hubieran sido 30.000 los guerrilleros comprometidos con una causa hubieran tomado el poder en nuestro país y, tal vez ello sea así, en cualquier lugar del mundo. Pero especialmente aquí, donde el ejército sólo estaba acostumbrado a acallar protestas sociales, derrocar gobiernos democráticos y hacer "inteligencia" (las comillas es porque me cuesta concebir la palabra desde ese lugar), también fastuosos desfiles, claro; todo regado con buenos sueldos que el poder político concedía para que repriman e interrumpan el proceso democrático cuando fuere conveniente a los intereses de siempre.

     Pero, además, la guerrilla es funcional al negocio de las armas, el dinero del narcotráfico y demás justificaciones. Es más una necesidad del sistema que su enemigo. Pocas fueron en la historia de la humanidad, las guerrillas que cambiaron el sentido de esa historia para bien del conjunto.

     ¿Entonces qué tratas de decir?. Que seguramente el problema era otro. Que lo que salió a la luz, inclusive las necesarias denuncias de las atrocidades de los genocidas, las torturas y las desapariciones, todavía no terminan de explicar el verdadero motivo de la masacre y el ensañamiento.

     El escarmiento no podía venir por querer intentar un cambio a través de las armas en un mundo en guerra desde que el tiempo es tiempo. La razón debía ser otra. ¿Pero cuál?.

     La excelencia universitaria y de la escuela secundaria cultivaba el análisis crítico, el compromiso social, la solidaridad. La solidaridad, me detuve a pensar.

     Universitarios y secundarios luchando por una sociedad más justa, mas digna. Ponerse en la piel del otro, comprometerse. Terminar de estudiar y practicar la solidaridad concreta. Intentar incluir a los excluidos, ayudarlos a dignificarse; enseñarles a hacer el pan y las facturas para que merienden sus hijos; huertas comunitarias y hornos de ladrillo, construcción de viviendas solidarias; enseñar a leer y escribir en las villas; acercar la asistencia social donde el Estado no quería llegar y, tantos otros etcéteras. Por eso la noche de los bastones largos y de los lápices. Lo que verdaderamente estaba y está prohibido es la solidaridad, el compromiso social para intentar modificar la distribución de la riqueza a favor de los más.

     La caridad, la limosna, la dádiva, convive con nosotros desde que el tiempo es tiempo, está institucionalizada y bien vista desde las cúpulas del poder, incluida, naturalmente la cúpula de la Santa Madre, que supo entregar a la lista de desaparecidos a sus hermanos díscolos.

     Cuando la verdadera alianza en un país se encuentra entrelazada entre desaparecedores, desocupadores, indignos representantes de Dios en la tierra y un poder económico vampiro, prebendario y anacrónico que sólo mira sus propios beneficios, el resultado no puede ser peor.

     ¡Si la Argentina está en guerra, Corrientes, la va a ayudar!, luego vinieron los Gurkas y lo que es aún peor el olvido. Pero los genocidas de turno tuvieron que irse, impunes gracias a sus socios políticos, pero fuera del escenario principal, sólo del principal ya que lograron reciclarse en otros menesteres funcionales a la alianza aludida.

     Entonces con la democracia se come, se cura, se educa... y se pacta; por eso nos pasó Menem y volvemos a pactar y nos pasa lo que nos pasa y nos volverá a pasar.

     Bien dice Caparrós que la democracia tantas cosas no es, no significa. Democracia no quiere decir igualdad social, no quiere decir repartición de la riqueza, no quiere decir justicia para todos, no quiere decir comida para todos, no quiere decir salud para todos -o no necesariamente-. La democracia es una forma de gobierno, que se puede usar para estructuras socioeconómicas muy varias. Y la pobre no es, sobre todo no es un fin -porque define muy poquito-; puede ser -si lo es- un medio para obtener otras cosas. Aquellas que no es, sin ir más lejos. De hecho, la democracia es el sistema político predominante en un mundo donde la mitad de las personas vive con menos de dos dólares diarios, donde uno de cada cinco es analfabeto, donde uno de cada seis no se alimenta bien, donde cada segundo -cada segundo- alguien se muere de hambre.

     También es el sistema donde sus presidentes, sus legisladores, sus gobernadores, sus jueces, sus empresarios más emblemáticos, la mayoría de los medios de comunicación, demasiados intelectuales y, todas las cúpulas del poder, las ya citadas más arriba, en cumplimientos de pactos preexistentes, ocultan sus genocidios y trasladan las responsabilidades de sus desaguisados. Donde una clase media esquizofrénica insiste en perder de vista al enemigo y al responsable de sus pesares y repite el ritual de poner a los victimarios en los principales sitiales del poder y a las víctimas en el lugar de los victimarios. Donde las mayores víctimas desde siempre, hoy lamentable mayoría, también contribuye al statu quo. Donde los luchadores sociales siguen cayendo como moscas o son criminalizados, no por las capuchas, no por los palos, no por los cortes de rutas, que también suelen ser utilizados por los intereses del poder, sino por intentar aquello que está penado de manera capital, la solidaridad.

     Es loco, pero sucede. Nadie se atreve a llamar piqueteros a quienes pararon el país durante 20 años, a quienes saquearon reiteradamente los ahorros de la sociedad, a quienes empobrecieron a los más en beneficio de los menos; a los traidores a la patria; a los genocidas; a los que llevaron al país a ser literalmente el granero del mundo, pero donde sus desamparados mueren de hambre.

     Los ojos desorbitados, las bocas desdentadas, los daños neurológicos irreversibles, la promiscuidad y el hacinamiento, el dolor de panza que produce el hambre y panzas por raquitismo y, el dolor del alma, y sus muertos que se amontonan sin pena ni gloria, los NN del siglo XXI. Esta también es la Argentina que los desocupados nos muestran y no queremos ver, que inexplicablemente, en nombre de vaya a saber que Dios, demasiados piden reprimir, sacar de la vista, de nuestro tránsito… hacia la nada.

     Llamar al hambre, la desocupación, la inexistencia absoluta, piqueteros, es un buen eufemismo, pero difícilmente puedan ocultarlos con represión, son demasiados, entre pobres e indigentes unos treinta millones. Necesitarían un Hitler o, un Bush. ¿Se atreverán a tanto?.

     Nada significan Hitler, Bush, Polt Pot o Sharon por sí mismos, no hubieran sido posibles y no serían posibles si no existieran tantos, demasiados: alcahuetes, funcionales, colaboradores, interesados, indiferentes, egoístas, oportunistas, privilegiados, obsecuentes, beneficiados, a los que, naturalmente, se suman intereses políticos y económicos que lo posibilitan. Pero cabe acotar que jamás tanto poder como tiene un hombre ignorante, simplista, fanático y maniqueo como Bush se había conocido hasta ahora.

     Media hora perdemos, algo así como una vez por semana, según donde laburemos. El piquetero vive para el otro 24 horas cada día, siete días por semana, 365 días al año, hace cinco, diez, quince años, reflexiona Eduardo Blaustein.

     "La sangre más barata del mercado es la sangre negra", cantaba Elsa Soares en la novela Resistiré. Eso no cambió en un siglo, escribió con acierto Osvaldo Bazán.

     Yo, no me quiero olvidar y si de mí dependiera una sola ley sancionar, esta sería: ¡Prohibido Olvidar!. No son los muertos de hambre (piqueteros) los responsables del saqueo generalizado, de la desinversión, la desindustrialización, la pauperización del salario, la falta de justicia, educación y salud, la evasión fiscal, la timba financiera, el lavado de dinero, el tráfico de drogas; son las víctimas, al igual que la mayoría de nosotros.

     Sin embargo, el poder y sus intereses, parece querer identificar a los piqueteros como la última manifestación de violencia política en el país.

     El pensamiento conservador, de derecha, siente pánico ante el menor desorden. Apenas aparece, se lo magnifica, se lo compara con hechos terribles y se pide la represión, como bien lo recuerda Tenembaum.

     La historia es violenta, tiempos de violencia tras violencia tras violencia, al decir de Carlos Fuentes.

     Desde larga data, demasiado tiempo ya, los beneficiarios de este sistema perverso, intentan tapar el sol con la mano, prometiendo el bienestar general a largo plazo -que nunca llega ni llegará con estos representantes-, siendo además, falso de falsedad absoluta su discurso anacrónico que intenta hacer creer que las inversiones, el desarrollo del país, la justicia, la educación, la salud, los dignos salarios, los dignos representantes, los ejemplares funcionarios, magistrados y empresarios, en definitiva, el bienestar general de la población, comenzarán a ser posible a partir de que no se vean más los piqueteros, como si los excluidos y empobrecidos fueran los responsables de tanto vandalismo institucionalizado y no la consecuencia de ello.

     De nuevo cito a Fuentes: "…apenas reina el silencio lo llena inmediatamente una dictadura, una tiranía…Lo primero que hacen un Hitler o un Stalin es silenciar las voces críticas…".

     Esta vuelta, hay demasiada tierra debajo de la alfombra, no la van a poder ocultar y, francamente no creo que se animen a pedir que se repitan los aniquilamientos masivos. Pero, por las dudas, habrá que estar atentos; ya que si no lo hacen no es por falta de deseos.

     Bailey contó: La antropóloga Ethel Alpenfels me relató un día la anécdota del leñador que paseaba a pie en compañía de un amigo por la Quinta Avenida de la ciudad de Nueva York. De pronto, el leñador se detuvo y exclamó:

     -¡Vaya! ¡Oigo el canto de un grillo!

     Su acompañante, oriundo de la ciudad, le replicó:

     -¡Bah! ¿En medio de este estruendo? ¡Imposible!

     El leñador insistió: Te aseguro que oigo el canto de un grillo. Te lo demostraré.

     Al decir esto, se sacó del bolsillo una moneda y la arrojó al pavimento de la acera. En un instante, varios peatones que iban a diez metros de ellos dieron media vuelta y miraron al suelo para ver a quién se le había caído la moneda.

     El leñador concluyó: "¿Te das cuenta? La gente oye aquello con lo que están sintonizados sus oídos. Da la casualidad de que los míos están sintonizados con los grillos".

     La única manera de honrar a los caídos por pretender ¡dignidad!, será oir el canto del grillo en medio de cualquier ruido que te ofrezcan escuchar.

     La democracia está entrampada, dijo Elisa Carrió: de un lado, la pobreza y la exclusión social; del otro, la economía ilegal, el lavado y el financiamiento ilegal de la política.

     Habrá que recordar que quienes gobernaron y gobiernan estas tierras forman parte de las caras de una misma moneda.

     El hombre es un ser realmente complejo: hace que los desiertos florezcan...y que los lagos mueran.

     Si no es por vos, por tus hijos, trata de nunca olvidar...pues olvidando se pierde, a veces, ¡la dignidad!

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