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Nuestra vida son el fóbal y... Por Javier González Transitar por Barrio Candioti un domingo por la siesta es casi tan desolador como cruzar el desierto de Gobi. Sólo que en vez de arena y alguna palmerita aislada, se destacan las viejas casas y los enormes plátanos que en primavera toman venganza y arremeten contra los alérgicos del barrio. Barrio de viejos, de jubilados y estudiantes, dicen los que lo conocen, y mucho no se equivocan. Pero el barrio ha ido cambiando y desde hace 15 o 20 años ya no es el mismo. Junto a la desaparición de muchos "personajes" también lo hicieron sus casas que poco a poco dieron lugar a edificios de pequeña o mediana escala y a viviendas para nuevos ricos santafesinos hechas, por supuesto, a su imagen y semejanza.
También las calles fueron cambiando y desaparecieron los característicos adoquines que la poblaban. Ahora el tránsito automotor es mucho más rápido y seguro, pero ya no se ven pibes jugando en la calle tratando de adivinar el rebote de la pelota de goma que inexorablemente parecía contradecir todas las leyes de la física al pegar contra el empedrado. Cuantos goles errados, cuantas jugadas maradonianas frustradas por un simple adoquín que, levemente fuera de lugar, mandaba la pelota al corner o provocaba un esguince de tobillo al audaz delantero. Así y todo muchos viejos aún se convocan en las tardecitas del verano, a pesar del calor y la "inseguridad", a quejarse y debatir. Los debates entre un don Chicho y un don Valentín versan sobre todas las cuestiones imaginables y pueden ser de antología. Difícil desentrañar un ganador del duelo verbal. Pero sabido es que el diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo, y los viejos del barrio han creado una categoría que resuelve los duelos de las tardecitas: "los que saben". Así nomás. "Los que saben" es una categoría que sirve para autolegitimar una posición por más descabellada que sea. "Los que saben" abordan todas las temáticas: fútbol, política, ciencia, religión, quiromancia, sociología, leyes, sexo, etc., sentando jurisprudencia al respecto, jurisprudencia, eso sí, sólo válida dentro de los límites del barrio. "Oiga don Chicho, que opina del pibe ese Batistuta que está haciendo un montón de goles", dice don Valentín mientras toma unos mates con la patrona sentado en la vereda. "Vea don Valentín, los que saben dicen que es un matungo, son goles de un veranito nomás..." "Los que saben" explican muchas cosas, pero a pesar del profundo conocimiento demostrado a diario, no han podido lograr una respuesta satisfactoria a un graffitti que alguna mano aviesa y apurada jamás terminó, porque en una siesta de domingo a alguien se le ocurrió salir a la calle antes de tiempo: "Nuestra vida son el fóbal y..." Ignorantes argentinos Pasto para los Aguinis y los Grondona que no se cansan de buscar, casi como alquimistas posmodernos, la sustancia de la que estamos hechos los argentinos, todos por igual, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, explotadores y explotados. "Los que saben" aventuran una respuesta: los argentinos estamos hechos de un 50% de españoles, un 40% de italianos y un 10% de rusos, polacos, yugoeslavos, turcos y alemanes; pero el alma está hecha de fóbal. Rara respuesta de "los que saben" que desoye un poco los estudios sobre inmigración, pueblos originarios, lucha de clases y materialismo, y no tiene muy en cuenta que el fútbol es un invento bastante reciente y que la Argentina es más vieja. Pero la vida actual es tan actual que a los pibes de la escuela no imaginan un 25 de mayo de 1810 sin fútbol: "Jacobinos vs monárquicos, el partido está caliente, French abre para Castelli que elude elegantemente a Àlzaga, la pica para Moreno que mediante un sombrerito y un tiro corto esquinado deja sin chances a un Cornelio Saavedra que queda inmóvil, casi estaqueado, mucho más preocupado por sostener su peluca que hacerse de la pelota. Don Cornelio sabrá posteriormente del dulce sabor de la venganza cuando Moreno, poco tiempo después, tenga algunas arcadas durante su viaje a Londres". "El fútbol se convierte en ballet", decía don Pichon Rivière acostumbrado a armar algún picadito con los internos del Borda. Pero así como en algún momento fue imposible pensar en la existencia del fútbol, hoy es imposible pensar un mundo sin él. Fútbol es pasión, emoción, la posibilidad de salir de pobre, es cultura, es coca cola y es también, cada vez más el circo romano del siglo XXI. Ave Vignatti Lamentablemente el fóbal va acentuando cada vez más sus rasgos de moderno y globalizado circo romano, instrumento ideal para ser utilizado como mecanismo de distracción social. No es casual que una de las mayores preocupaciones de Duhalde como presidente -cargo al cual nunca fue electo- fuera acelerar la vuelta del fútbol después de las jornadas del llamado argentinazo. Como tampoco es casual que el circo futbolero haya continuado "con normalidad" después de los brutales atentados en España: the show must go on. Otro elemento interesante es el ensayo sociológico que la dictadura genocida hizo con el Mundial 78,
Los que vamos a morir te saludamos El fóbal es cultura y es el alma del pueblo argentino, dicen "los que saben". Pero fundamentalmente es un gran y corrupto negocio para unos pocos, piratas modernos, que trafican con los modernos esclavos. Argentina, país de monocultivo, productor de materia prima es también productor de cantidades de gladiadores dispuestos a morir en las arenas del juego. Si asomarse a los campos sojeros es presenciar el creciente deterioro de los suelos y la incertidumbre hacia futuro, asomarse a las inferiores del fútbol es vislumbrar todo un muestrario de esperanzas, frustraciones, sueños y ambiciones. Anualmente miles de pibes van a probarse a los clubes llevando sus gambetas y a sus padres a cuesta. Preguntados sobre el puesto en el que se desempeñan, la totalidad de los pibes no duda en afirmar: delantero. Es que no hay vueltas, el delantero es quien se lleva todos los laureles, la fama y la mayor guita. Si no haga memoria, ¿quién carajo se acuerda del nombre de los defensores de Colón, Lanús o San Lorenzo del año 79? (¿Que será de la vida de Sañudo?). Pero previo al reclutamiento los aspirantes deben hacer una probation y allí se ve la verdad de la milanesa: no todos se hacen delanteros. La carga de frustración se hace evidente en las caritas cuando las gambetas no salen y en materia de definición aparece menos creatividad que en Chiche Gelblund. No obstante los padres se reponen y "cambian el aire" juntando la bronca que después, casi inexorablemente, descargarán sobre los cabizbajos pibes. "Te dije mil veces, salame!, no
Pablito Es flaquito y de movimientos eléctricos, casi como un robot. Mirá, me dice al oído uno de los padres tribuneros, mirá si no parece el robot Kuzemka, el 5 que ascendió con Colón? Y lo dice bajito porque el padre de Pablo está al lado nuestro. Pablito juega de 4. El partido está complicado y él se pone nervioso con los delanteros rivales. Poné fuerte Pablo!, le recrimina el padre, un gordo grandote y lampiño. Pero.. poné gana, carajo!! Corré!!!, dice y girando su cabeza hacia el resto de los padres nos aclara: es un pelotuuudo... Todos ríen. Corré , santiagueño!!!, vuelve a gritarle a Pablito, y nos aclara: es leeento!! es un santiagueño el hijueputa! Todos vuelven a reir con la ocurrencia. Pero noo...! boludo!! marcalo de atrá!! Pablito empalidece y sus movimientos robóticos recrudecen, se acelera, se suceden las infracciones y entonces es cuando aparece la primera amarilla. Pablito dramatiza ante el árbitro: Eh! no...le hice nada! Nadie le cree, ni siquiera su propio padre que le reclama al árbitro: Eh! Juez! Echalo, si es un pelotudo!! Todos vuelven a reir y las carcajadas retumban en una cancha semivacía. Pablito lo escucha y sus compañeros y jugadores contrarios también. El partido continúa, está muy peleado pero los del equipo celeste y blanco -el de Pablito- lentamente arrinconan al equipo verde. El arquero verde grita y putea, se las ve venir y no puede impedirlo. El gol llega sobre el final y todo el equipo celeste y blanco festeja. Los padres también. Suena el silbato que da por finalizado el muy difícil partido. Pablito quiere congraciarse. Corriendo con una desbordante sonrisa en la cara desde la mitad de la cancha se acerca a la tribuna donde están los padres tribuneros y seguidores de la divisa que Pablito defiende. Loco de felicidad saluda a la hinchada y su cara parece por un momento la de los pibes de los barrios marginados cuando el estado los lleva a pasear por la ciudad en el "trencito de la alegría". Las manos de Pablito se alzan al cielo y se mueven rápidamente pero eso sí, sin perder el ritmo robótico, casi entrecortado que lo distingue. Pero que saludá...pelotudo!!! Indignado, el padre gira su cabeza al resto de la hinchada que por centésima vez en el partido le festeja sus dichos. Miralo vos, le dice a uno, ni siquiera sabe saludar!! Pablito lo escucha y rápidamente su alegría vuelve a transformarse en angustia. Cabizbajo y con unas lágrimas que ya empiezan a insinuarse en sus ojos, se retira y se promete: la próxima vez no puedo ser tan boludo. Buéh..., dice el padre y casi como un contorsionista comienza a mover su cuerpo que parece cada vez más gigantesco. Se afirma sobre su pierna izquierda y lentamente con la derecha baja un escalón, cuidándose mucho de no lastimar las várices de su pierna vendada. Buéh..! vuelve a rezongar, se terminó el partido che..., y su culo gordo se levanta de la butaca. Los padres y madres de la barra brava
Sin dudas los padres y madres de los pibes de las ligas infantiles son los que se llevan las palmas a la hora de expresar sus frustraciones, transferidas -insultos mediante- a los 22 chicos que en esos momentos pelean por el preciado objeto esférico. "Todos somos técnicos en la tribuna", dicen "los que saben" y lo dicen porque saben que desde la tribuna uno sólo puede hacer catarsis, participar del juego como crítico especializado de un técnico que nunca sabe nada y nunca explica nada a los chicos. "Vamos a enchufarnos en el partido, Emi!! dice un flaco, criticando la actuación de su hijo que presta más atención al cielo estrellado de la cancha de San Cristóbal de Ángel Gallardo que a la manifiesta velocidad de los delanteros rivales. Que tal si ponemos la piernita fuerte!!, le recrimina un canoso al chico que se agarra la pierna porque trabó mal y perdió la pelota. De atrá!, marcalo de atrá!, ordena otro padre ante la amenaza de un centro al área. Anticipalo Pablito! Anticipalo! No ve que te deja parado!!!, dice un gordo a un errático número 4. Chicos! Que les pasa hoy? Están pelotudos! Aflojen a la paja...!!, dice una rubia que sólo toma aire en el entretiempo para seguir aturdiéndonos durante el segundo que ya comienza. Matálo!! Matálo!!, grita una desaforada madre a su hijo para que no tenga piedad con un peladito de 12 años y menos de 1,40 mts. Calláte loca!, contesta la madre del peladito. Hola! Como está tu mamá? Contraataca la primera. Calláte, loca de mierda!!, vuelve a gritar la madre del peladito. Pero la madre del peladito no puede agregar nada mas,
Once! Eh! Once! Grita un gordo con pinta de empresario en vacaciones precisamente al jugador número once del equipo que acaba de perder. Puto!, le dice y los otros padres festejan la ocurrencia. Annndalaconchadetumadre!! , le contesta el once con visible irritación. Once! Eh! Once!, vuelve a gritar el gordo, que a esta altura está confirmado: es un empresario en vacaciones. Fracasado!! Los inadaptados Los inadaptados del fóbal son los más admirados y por eso mismo los más castigados. Adrián, que trabajó durante un tiempo en las inferiores de un importante equipo santafesino que anima la B nacional cuenta la siguiente anécdota: "A L lo vinieron a ver de Boca, es un jugadorazo! Griffa vino a probar jugadores y no dudó un instante, entre todos los pibes lo vió a L y dijo: ese! L estuvo un tiempo allá y después volvió, dicen que Griffa dijo: como jugador hay muy pocos como él, es un jugador de la puta madre pero tiene la comparsa de Gualeguaychú y Villaguay en la cabeza. Por? Mirá, te cuento algo que le vi hacer una vez. L iba por la derecha y la tira larga, corre como un loco, la vuelve a tirar larga, y cuando el defensor contrario se le viene encima, agarra la pelota con los dos pies, da un salto mortal hacia adelante por encima del defensor, cae parado y sigue con la pelota, el arquero sale desesperado y atónito y L lo deja desparramado. Hace el gol y sale gritando a la tribuna: "Hay que ponerle magia! Hay que ponerle magia!" Y de magos se trata. Los inadaptados hacen cosas imposibles, tienen la habilidad y la creatividad con las que todos sueñan; pero tienen una gran contra: son indisciplinados. Y sabido es que en estos tiempos de fútbol superprofesional no hay lugar para los garrinchas, para el jugador que se divierte lengua afuera y jugando en patas. Entonces la historia termina de la forma conocida: L no juega más en Boca, River, Unión o Colón. Tampoco Lanús lo convoca, ni Juventud Antoniana de Salta.. L termina jugando en el Club de los empleados del Banco Provincial, que ya no es más de los empleados de la misma forma que el Banco tampoco es ya del estado. ![]() Comentá esta nota |
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