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Utopismo perruno Por Javier González Cuando en 1880, Federico Engels escribió "Del socialismo utópico al socialismo científico", lo hizo intentando desentrañar todos aquellos elementos,
De esta forma, combatiendo los engaños, liberaba al socialismo de su cuota de irracionalidad, de utopía, y lo reinstalaba como una teoría y práctica científica, racional y -obviamente- realizable. Muchas cosas han ocurrido desde entonces y el mundo ha adquirido características muy difíciles de imaginar para cualquier varón o mujer del siglo 19. Muchos años después de Engels, allá por comienzos de los 90, Francis Fukuyama actuaba de patético vocero del imperialismo anunciando el fin de la historia, de las grandes ideas totalizadoras que intentaban interpretar al mundo para transformarlo, inaugurando una década en la cual se trató de imponer un pensamiento único. Pero Engels estaba muy lejos de prever todo esto, mucho menos de imaginar que bien al sur, 124 años después, casi como una reinterpretación de su lógica, se iba a intentar presentar las cosas en forma inversa, como si fuera posible pasar de la realidad a la utopía irrealizable, como si el capitalismo real pudiera dar paso a un capitalismo utópicamente humano. El asesino silencioso El capitalismo real es el que todos conocemos, el de carne y hueso, el que consagra a la propiedad privada como valor supremo y eterniza la relación patrón-trabajador, explotador-explotado. El capitalismo real es el de la muerte diaria y silenciosa de millones de seres humanos y el que condena a la clase media a una vida gris, rutinaria y mediocre. El capitalismo real es el que deja sin futuro a miles de chicos en Santa Fe, obligándolos a vivir bajos los semáforos de las grandes avenidas, limpiando parabrisas por unas monedas, con el riesgo de terminar la vida a los 8 años bajo las ruedas de algún cansado laburante que no tiene más remedio que manejar muchísimas horas simplemente para poder "parar la olla". El capitalismo utópico es aquel de los bienintencionados que pretenden humanizarlo, limar sus asperezas negando sus contradicciones. Pero el capitalismo utópico es también un recurso de aquellos que intentan negar la realidad, de disfrazarla para que la naturalicemos, para que creamos que sólo es posible disminuir algunos males pero no terminar con ellos de raíz. El discurso Kirchnerista y del progresismo en general habla de construir un capitalismo humano con una burguesía nacional inexistente, el utópico capitalismo de un país serio, normal, de todos los argentinos, con un proyecto nacional con igualdad y justicia que integre a Macri y al último de los piqueteros. Un cuadro político El Ministro del Interior Aníbal Fernández siempre soñó con llegar a ser el Ministro del Interior Aníbal Fernández. Días pasados, este cuadro político peronista nos recordaba que "la redistribución de la riqueza era un objetivo formal del gobierno al igual que la reducción del impuesto al consumo y el aumento de los gravámenes a los que más tienen". También nos decía que, en lo que va del año, la recaudación fiscal había sido todo un récord. Sin amilanarse -como si se tratara sólo de algunas monedas- habló de 7.160 millones en enero y 6.400 millones en febrero. Pero por las dudas, antes que a algún despistado se le ocurriera reclamar la puesta en práctica de la humanización capitalista, el locuaz ministro aclaró: "No están dadas la condiciones que garanticen que se vuelva al status quo del gobierno de Juan Perón, en dónde la relación entre el que más tenía y el que menos tenía era de 7 a 1 cuando ahora es de 40 a 1". Y advirtió: "Quienes salgan a decir que están en condiciones de distribuir mejor la riqueza estarían mintiendo como un perro". Más claro échele ginebra, decía mi abuela. No redistribuirás Dicho de otro modo, no obstante las continuas referencias oficiales a la justicia social, la redistribución de la riqueza, esencial para pensar un supuesto capitalismo humano, es para el mismo gobierno impracticable, imposible. Pero evidentemente no lo es a la inversa, es decir, concentrar la riqueza en pocas manos es algo viable y de hecho se incrementó agresivamente, fundamentalmente durante la década menemista, a la par de la desocupación y la destrucción de las organizaciones y las conquistas obreras. El capitalismo humano, el capitalismo serio de un país normal, con reglas claras, termina siendo un espejismo. Y entonces hay que volver 124 años atrás cuando Engels, citando al utópico Fourier decía: "En la civilización, la pobreza brota de la misma abundancia". Obviamente, abundancia para muy pocos y miseria generalizada. Mientras tanto, y a pesar de las difamaciones y acusaciones de Aníbal Fernández, mi perro Boris nunca prometió el paraíso de un capitalismo humano. ![]() Comentá esta nota |
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