¬ Página Anterior | Ir a la Portada | Página Siguiente ® |
Atocha - Fallujah El tren de la historia Por Miguel Espinaco Llueven muertos en este planeta desquiciado. Uno trata de esconderse bajo los aleros o meter la cabeza debajo de la tierra, uno trata de protegerse con paraguas y con casco por las dudas pero todo es inútil, porque caen muertos a montones y aunque trates es imposible distinguirlos, tan parecidos que son los unos a los otros como las gotas repetidas, tan iguales como el ruido de las detonaciones truenos alargados que sacuden el aire. Esa pierna sin el resto de su cuerpo por ejemplo, puede ser de cualquiera El color quemado escarcha rojinegra carne chamuscada apenas alcanza como indicio, como recuerdo del ruido impacto y fuego, como memoria de una muerte que antes era vida. Reciencito antes, hace un rato, aunque ahora nada más que lluvia, aunque ahora sólo cadáveres cayendo como moscas, caras y torsos derrumbados, brazos sin manos o con manos que señalan nada porque los muertos ni saben, no pueden acusar porque las bombas y los misiles son algo así como terremotos de la vida, cosas que pasan porque alguien vaya a saber uno, disparos de un azar incomprensible, avatares de la suerte. Llueven muertos y mientras tanto el futuro sigue. El tren de la historia es como un tren fantasma que viaja desde Atocha a Fallujah despedazando cuerpos, haciendo de las suyas porque el mundo es como un barrio copado por patotas, como una feria de engalanados mercachifles que no dudan, que asesinan a destajo y siguen sonriendo como si tal cosa, si total los muertos que llueven se acumulan en su cuenta y producen intereses, si total los muertos se mueren pero dejan dividendos para que los mercaderes puedan seguir hablando de la paz, y de la democracia, y del amor al prójimo, para que puedan seguir recitando sus decálogos de buenas intenciones mientras los cuerpos caen despedazados y los pudre el calor, y el tiempo, y el cansancio. De Atocha a Fallujah viaja el tren de la historia. Los mercaderes eligen cuales muertos merecerán primeros planos antes de ser archivados como historia, cuales otros deberán ser negados, borrados de las fotos para que no se sepa. Unos más famosos, otros más ocultos, lo mismo piernas brazos caras chamuscadas no podrán diferenciarse tan iguales: la muerte es como el gol del empate justo cuando ya no importa. De España a Irak el tren fantasma del terror de la bomba debajo del asiento, del misil en plena cara, metáforas para otros tantos muertos que llueven a cántaros en el planeta de los pobres a mansalva, de los hambrientos amontonados, de los emigrantes sin rostro, de los expulsados marginados desocupados reprimidos asesinados jodidos estrujados expoliados explotados silenciados desaparecidos engañados hastiados… en el planeta que los mercaderes hicieron a su imagen y a su semejanza para que la vida tenga precio, para que la muerte cotice bien alto en los mercados libres de la voluntad del pobre hombre. Mundo barrio copado por patotas, mercachifles vestidos como gente seria, piratas que lograron esconder el garfio para que no se note, autores del cuentito que nos cuentan para que nos vayamos a dormir tranquilos porque en ese cuento ellos son los que nos cuidan de la Maldad que se escribe así, la m con mayúsculas, porque es una especie de demonio imprescindible para que puedan verse dioses. De Atocha a Fallujah ¿el tren de la historia? A veces a uno le dan ganas de pedir permiso, llegar hasta la puerta y decir acá me bajo. Los muertos llueven y los mercaderes siguen sonriendo y entonces, otras veces, cómo querrías salir a matarlos minuciosamente para terminar de una vez por todas con la muerte. ![]() Comentá esta nota |
¬ Página Anterior | Ir a la Portada | Página Siguiente ® |