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La nube de Ucrania

Por Miguel Espinaco

     Hablar de Ucrania desde la Argentina es bien difícil. Se podría probar, antes que nada, contar con precisión de atlas que está ubicada al oeste de Rusia y al norte del Mar Negro y que limita también con Polonia, con Rumania, con Hungría, con Eslovaquia y con Bielorrusia. Se podría decir entonces que sus 603.700 kilómetros cuadrados son cruzados de norte a sur por el río Dniéper, que su capital está a su vera y se llama Kiev en ruso pero también Kiiv en ucraniano, que aparte del ucraniano y el ruso se hablan también el rumano, el polaco y el húngaro, que la ortodoxia es la religión dominante a un lado del río mientras que al otro convive con la iglesia de los Uniates,
católicos griegos que siguen los ritos ortodoxos pero que le guardan lealtad al Papa.

     Sin embargo todo eso puede resultar excesivo. Puede que sea suficiente saber que Ucrania fue una de las repúblicas soviéticas que aprovechó la debacle rusa para declarar su independencia en 1991, que su historia está jalonada por la ocupación nazi que se mantuvo entre 1941 y 1943, exactamente hasta que la Armada Roja soviética recuperó la ciudad capital el 6 de noviembre de ese año. Puede que resulte suficiente para tomar en cuenta que se trata de uno de esos países en los que la caída en dominó del dominio burocrático y de sus negocios envasados en un discurso engañosamente socialista, desató masivamente esa gigantesca guerra de piratas que signó la restauración del capitalismo y de sus negocios, envasados en discursos de democracia en las que el pueblo jamás gobierna.

     Ah. Y Ucrania es también la de Chernobyl y eso, por qué no, puede venir bien como metáfora.

El Chernobyl de los negocios

     No está en la tapa de los diarios, pero hoy mismo sigue prohibido ingresar a la mayor parte de los poblados ubicados alrededor de la planta de Chernobyl, aunque algunos ucranianos están reocupándolos a pesar de las advertencias gubernamentales. Siete millones de personas en las ex repúblicas soviéticas de Ucrania, Bielorrusia y Rusia sufrieron problemas médicos como resultado de la explosión del reactor 4 producida el 25 de abril de 1986, hace ya más de 18 años. En Ucrania, más de 2.300.000 personas, incluyendo 452.000 niños, han sido atendidas por enfermedades vinculadas a la radiación, incluyendo cáncer de la tiroides, leucemia y tumores cancerosos, según las autoridades de salud ucranianas.

     La cuestión viene a cuento, porque la crisis de Chernobyl nace también de la locura irracional de los negocios. Por aquellos tiempos, la lucha de los números que exigía una explotación de los recursos energéticos hasta los bordes de la inseguridad, tenía también y como siempre, su correlato militar. Hay quienes dicen que la explosión fue resultado del intento de producir más plutonio con fines militares, reduciendo la utilización de uranio.

     La metáfora, a primera vista, puede parecer algo forzada. Sin embargo, la crisis actual de Ucrania que ha derivado por ahora en la repetición de la segunda vuelta electoral el próximo 26 de diciembre, tiene todavía un final abierto. El forcejeo ha involucrado a las masas en las calles y a los políticos de aquel país, pero ha subido también al escenario al gobierno norteamericano, al gobierno ruso y a la comunidad europea, que han lanzado al ruedo a sus pesos pesados sin miramientos y sin preocuparse demasiado por las formas de esta intromisión en los asuntos internos de un país independiente. La nube de la explosión ucraniana se expande, igual que cuando Chernobyl, mucho más allá de sus fronteras.

     Que los principales candidatos en las elecciones presidenciales ucranianas sean vistos uno como pro-ruso y otro como pro-occidental, justifica sin duda la aseveración de la BBC que observa el conflicto desatado "como un enfrentamiento este-oeste" y demuestra cómo los intereses imperiales acicateados por la necesidad de trazar el nuevo reparto del mundo, pueden elevar también los riesgos hasta los límites de la inseguridad.

     Por ahora, es cierto, se mantienen las formas de la presión política, de las amenazas veladas y de las declaraciones altisonantes, pero no conviene olvidar que Putín ya ha marcado su coto de caza - aprovechando los hechos en la escuela chechena - intentando erigirse en el Bush de aquellos lares (ver nota "Quien siembra vientos" revista 38 nota 1) que Ucrania forma parte del Tratado de Espacio Económico Conjunto firmado también por Bielorussia, Kazajistán y Rusia, un tratado al que los rusos aspiran convertir en algo parecido a la Comunidad Económica Europea ("Ucrania: un análisis marxista" - revista El Militante) y que, como sintetiza el Frankfurter Allgemeine Zeitung "no es exagerado afirmar que el destino de Ucrania decide probablemente el futuro del área pos soviética en general."

Al este y al oeste

     "Siempre ha sido un país dividido, si bien las líneas que separan la lengua, la religión, la cultura y la política nunca han sido del todo claras. La división geográfica más clara es la que traza el río Dniéper, que atraviesa la capital, Kiev, serpentea hacia el sudeste rumbo a Zaporizhia y luego vuelve a cambiar de curso para desembocar en el Mar Negro, en Kherson." explica un artículo de la BBC.

La economía

    Los datos económicos ucranianos van a resultarnos conocidos. En 2003 el 29 por ciento vivía bajo la línea de pobreza, mientras que pequeña minoría se enriquecía. El 10 por ciento más pobre de la población consume el 3,7 por ciento de la riqueza nacional y el 10 por ciento más rico el 23,2. Ucrania experimentó una pobreza desesperada que provocó una emigración constante, por lo que pueden encontrarse en toda Europa ucranianos realizando los empleos más bajos en la escala social. Después de una década de declive, la economía ucraniana empezó a recuperarse en 2000 con una tasa de crecimiento anual del 6 por ciento.

    Un artículo de la revista El Militante, señala que la diferencia entre los planes de oficialistas y opositores es un problema "de tiempo y no de dirección" ya que sus planes son similares, y explica de este modo el ascenso del Viktor opositor: "Yushchenko se ha beneficiado de la recuperación económica porque una parte se vincula a su mandato como primer ministro bajo la presidencia de Kuchma. Los más occidentales inclinados hacia una oposición más liberal lo querían como líder pero se negó. Al final entró en conflicto con Kuchma y en 2001 fue destituido de su cargo de primer ministro. Yushchenko estaba atado a los intereses de las empresas occidentales mientras que Kuchma tenía su base de poder en los grupos industriales del este de Ucrania, y los intereses occidentales estaban perdiendo terreno frente a los oligarcas rusos y locales. El principal socio comercial de Ucrania todavía es Rusia, un 33 por ciento de sus importaciones proceden de su vecino y más del 17 por ciento de sus exportaciones van allí. Aunque también es verdad que una parte importante de sus importaciones ahora viene de la Unión Europea y eso es algo que se refleja en este conflicto. Eso explica por qué Yushchenko se pasó a la oposición. No tiene nada que ver con la democracia. Y sí mucho con conseguir el botín del proceso de privatizaciones que empezó después de 1991. Es un conflicto entre dos campos capitalistas diferentes. Fue en este escenario donde Yushchenko decidió aceptar la propuesta de convertirse en el líder de la oposición y, por lo tanto, se convirtió en el jefe del bloque "Nuestra Ucrania"".

    Yushchenko parece darles la razón: "Ucrania es indivisible. Somos un solo pueblo, una sola nación. Nadie tiene derecho a dividir a Ucrania en este y oeste, pues tenemos socios estratégicos en Oriente y Occidente".

Al oeste del río, la Ribera derecha - esto visto en el sentido del caudal del río, o sea dando vuelta el mapa - mira hacia Europa y EE.UU, hacia los "mercados", la OTAN y la Unión Europea; la ribera izquierda refleja lo que ha quedado más ligado a Moscú y al pasado de república soviética y de negocios compartidos.

     Las discutidas elecciones han venido, entonces, a profundizar la enorme brecha cultural y política entre las dos ucranias y, por otra parte, esa no estrictamente definida división geográfica ha venido a convertirse en una expresión territorial de la crisis y en la base de maniobras de los dos sectores en pugna.

     Desde el mismo momento de las elecciones, el sector oriental aparece como el centro de las maniobras de fraude: "según la oposición, la participación electoral en varios colegios de las regiones orientales superó el 100%; mientras el número de ucranianos con derecho a voto se incrementó de manera desproporcionada entre la primera y la segunda vuelta" informaban los cables a días de las elecciones. Un integrante de la Comisión Electoral Central llegó a hablar de que, según sus cálculos "a partir de las 8 de la tarde, hora de cierre de los colegios electorales, se agregaron un millón de votos", El oficialista Yanukovich, actual primer ministro, denunció por su parte fraudes en su contra, obviamente al otro lado de la ribera del Dniéper.

     Esa división territorial, ha resultado también base de maniobras secesionistas. Los legisladores en el este de Ucrania amenazaron con declarar la autonomía del área si el Primer Ministro no se convertía en presidente y el diputado opositor Tarás Stetskiv acusó al primer ministro ucraniano - usando artillería verbal de grueso calibre - de "alta traición" por incitar a las regiones de Donetsk, Járkov y Lugansk al separatismo. Hasta el ministro de Defensa, Alexánder Kuzmuk, tuvo que salir al cruce, diciendo que las Fuerzas Armadas velarían por la integridad territorial de Ucrania. La presencia del alcalde de Moscú en un congreso en el que se realizaban pronunciamientos separatistas en la región pro rusa de Donetsk - la patria chica del primer ministro ucraniano - no es para nada un dato menor. Algunos políticos ucranianos fieles al presidente Kuchma empezaron a preocuparse seriamente al comenzar a percibir el actual conflicto como un intento de Rusia de poner bajo su control el Este del país, al punto que el propio "pro-ruso" Yanukovich tuvo que salir a declarar "la necesidad de preservar la integridad territorial de Ucrania".

Tensiones entre la unidad y el enfrentamiento

     Los sectores de poder ucranianos, alineados detrás de los dos Viktor, Yanukovich y Yushchenko, aparecen tensionados por dos fuerzas contrapuestas: por una parte, la necesidad de tirar hasta donde dé la soga para lograr un mejor posicionamiento de los alineamientos estratégicos de sus respectivos negocios; del otro lado, el temor a que la situación se desborde.

     La presencia de masas en las calles - lo que se ha dado en llamar la "revolución naranja" - y las presiones centrífugas que ponen en riesgo la unidad del país, se han convertido a un tiempo en factores de continuidad para la crisis y en estímulos para el acuerdo. La intromisión desembozada de las potencias imperiales que incluyeron a Putín reconociendo rápidamente el triunfo oficialista, a emisarios de la Casa Blanca hablando de "programa concertado y enérgico de fraude y abuso electoral" y hasta sugiriendo sanciones comerciales y a Solanas - emisario de los europeos - viajando constantemente a Kiev para monitorear los acuerdos, formaron parte del juego intermitente de presiones y pactos que ha derivado por ahora en la nueva convocatoria a elecciones en la que participarán los mismos candidatos.

     En una gran mesa que integraron el Presidente ucraniano, Leonid Kuchma; el presidente del Parlamento, Vladimir Litvin; los mandatarios de Polonia y Lituania, Alexander Kwasniewski y Valdas Adamkus; el Alto Representante para la Política Exterior europea, Javier Solana; el titular de la Duma rusa, Boris Grizlov, y el secretario general de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (Osce), Jan Kubis, los candidatos habían acordado "levantar el asedio a los edificios gubernamentales", habían dejado caer una vez más sus manifestaciones sobre la necesidad de defender la "unidad territorial" y se habían estrechado las manos como señal inequívoca para tranquilizar los ánimos.

     Sin embargo, los vaivenes continuaron cuando Yushchenko fue por más: "han surgido reclamaciones con carácter de ultimátum que impiden lograr el consenso", se quejaba el presidente del parlamento ucraniano ante los diputados, en alusión a las demandas de la oposición que exigía como primer paso la destitución del Gobierno y la disolución de la actual Comisión Electoral Central. Esa postura del grupo opositor Nuestra Ucrania, que lidera Víctor Yushchenko, había provocado hasta la reacción de uno de sus principales aliados, el líder del Partido Socialista, Alexandr Moroz, quien no vaciló en acusar a sus socios de violar los acuerdos previos.

     La perspectiva parece presentarse como una continuidad de este tira y afloje. Yushchenko, dio a la máxima dirección de Kiev un plazo de tres días para cumplir sus principales exigencias, y amenazó con arrojar nuevamente la "marea naranja" - como identifican a la multitud de manifestantes al bloqueo de los accesos a las entidades administrativas. El presidente Leonid Kuchma, se manifestó dispuesto a disolver el gabinete, e incluso a introducir cambios en la comisión electoral central, pero rechazó el lenguaje del ultimátum. Finalmente, optó por ceder disimulando todo lo posible su paso atrás: le dio vacaciones al primer ministro Yanukovich para no echarlo y disolvió la comisión electoral, aunque propone como nuevos miembros a 14 de los 15 que la integraban hasta ayer.

     En medio del forcejeo, no queda demasiado claro hasta donde el Viktor oficialista - Yanukovich - podrá o querrá sostener las presiones que tironean para dividir el territorio en áreas autónomas pro rusas, ni hasta donde el Viktor opositor - Yushchenko - será capaz de controlar su "marea naranja", que enganchará seguramente sus demandas actuales a exigencias posteriores a su gobierno - salarios y mejoras económicas - que entrarán inevitablemente en contradicción con su gestión defensora de los negocios de sectores burgueses ucranianos y europeos.

     Por lo pronto, habrá elecciones el 26 de diciembre. En las próximas semanas se sabrá si Ucrania retoma un nuevo equilibro - inestable, pero equilibrio al fin - con un nuevo reparto de poder entre las fracciones en pugna, o si la nube de la explosión ucraniana sigue expandiéndose y entonces, la situación resulta empujada hasta el mismísimo borde de la inseguridad.



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