Y Ibarra? Por Miguel Espinaco Era enero y era 29. El número en Santa Fe ya no tiene que ver con los ñoquis; las vueltas de la historia lo convirtieron en número de recordación de la inundación que se llevó muchas vidas en 2003, en número de exigencia, en fecha recurrente para las marchas que piden justicia. Hubo entonces, como en tantos 29, una movilización a la Plaza. Grupos de vecinos que van con sus velas y su carpa y sus carteles a gritar su bronca frente a las vallas de metal clavadas en el piso frente a la casa de gobierno, a esas vallas que ya hacen parte de la nueva estética de la delegación del poder de esta democracia que - de tan poco democrática - sobrevive defendiéndose de sus supuestos delegantes. Hubo una movilización que se agolpó también frente a los tribunales ubicados frente a la misma plaza, frente al sacrosanto Palacio de Justicia protegido por policías de negro, por escudos tan grandes como la impunidad. Los gritos recordaban que las causas contra los que dejaron inundar y morir no van ni para atrás ni para adelante, el enojo alcanzaba para recordar que Rafael Gutiérrez, primo de Reutemann y presidente de la Corte, había sido sorprendido por la policía uruguaya camino a Punta del Este, despuntando el vicio de la velocidad a 163 kilómetros por hora. A lo mejor, para demostrar que la justicia sí puede andar bien rápido. Se cumplían 21 meses de la inundación. La vinculación con los hechos de Cromagnón en Buenos Aires era inevitable y estuvo presente en un afiche que se repartió en la plaza, un afiche que unía varios sustantivos bajo una única explicación que oficiaba de adjetivo: "irresponsabilidad asesina". Reutemann, Chabán, Cromagnon, inundación, enumera el cartel. La omisión brilla por su obviedad: ¿por qué no está mencionado Aníbal Ibarra? El juego de las diferencias Realmente es extraño, porque lo primero que salta a la vista es que Reutemann e Ibarra - mucho más que Reutemann y Chabán - comparten parecidas críticas políticas e inclusive penales. Sus gobiernos dirigían los estados que privilegiaron los negocios a las vidas de sus sufridos electores: Reutemann y la obra pública llena de Gualtieris y de negociados, Ibarra y las inspecciones a los ahora famosos locales clase "c", llenos de Chabanes y de coimas. Ambos - como mandamases de sus respectivos gobiernos - podrían ser acusados como mínimo por homicidios múltiples con dolo eventual que, según definen los tratados de Derecho Penal, "no deriva del hecho de que la probabilidad del delito exista solo objetivamente, sino que es necesario que a esa probabilidad se la haya representado el agente", cosa que está bastante clara en los dos casos: Reutemann debía saber que si la ciudad se iba a inundar y no avisaba, la gente iba a ahogarse; Ibarra debía saber que si las inspecciones hacían la vista gorda con la seguridad contra incendios la gente iba a quemarse o - como en este caso - a asfixiarse. Es bien extraño, es cierto, pero no es sólo el afiche. En la plaza había una fuerte corriente de opinión que prefería hacer pie en las diferencias, en comentar que Ibarra - en contraste con Reutemann - daba la cara y las explicaciones necesarias, en señalar que las instituciones en Buenos Aires funcionaban, a diferencia de lo que pasaba en esta provincia feudal. El desarrollo más detallado de lo que opina esta corriente de opinión, lo encontramos en una nota firmada por Coni Cherep que aparece en www.empresasafectadas.com.ar: "Cromagnón dejó en claro que la justicia puede investigar a fondo, y que si funcionan las instituciones, ellas mismas pueden encargarse de poner luz a la oscuridad" se lee allí. "La interpelación a Ibarra, los pedidos de revocación del mandato -genuinos o como resultado de operaciones golpistas- la inhibición de bienes del Jefe de Gobierno y de sus funcionarios, demuestra que cuando las instituciones funcionan, no hay privilegios". Más abajo Coni Cherep anota una frase con la que unifica los dos hechos - "Santa Fe es Cromagnón", pero sólo para volver a acentuar las diferencias hasta el límite: "La diferencia es la calidad política y humana de Ibarra y Reutemann, la calidad institucional de los distritos. La sensibilidad de unos, y la impudicia de otros". Con distinto olor Es posible que la notoria acentuación del texto colocada en lo que separa a Reutemann a Ibarra y a las instituciones santafesinas de las porteñas, derive del afán polémico impuesto por el hecho de que Cherep discute en la nota con la senadora nacional reutemista Roxana Latorre que había comparado a las inundaciones santafesinas con el Tsunami asiático, una nueva forma de endosarle las culpas a la naturaleza y a la suerte para hacer zafar a su compañero ex gobernador. Sin embargo, el texto también refleja cierta expectativa del autor y de esa corriente de opinión con la que debatimos, de que pueden construirse instituciones supuestamente serias - que funcionen sin impunidad para nadie - en esta democracia que, como el mono, baila por la plata. Ni bien uno acerca un poco el foco comienza a notar que, con variantes, el Ibarrismo hace lo mismo que el Reutemismo y sus respectivas oposiciones juegan también roles parecidos. Las variantes son obviamente necesarias porque el escenario es otro: lo que sucede en Buenos Aires tiene un importante alcance nacional, eso por un lado. Pero también hay que tomar en cuenta que no se parecen en nada la superfragmentación de los aparatos políticos porteños - inclusive del propio oficialismo - a la hegemonía indudable que el peronismo y, principalmente, el Reutemismo tenían en Santa Fe. Ni bien uno saca a un costado estos detalles de escenografía, los parecidos son notorios. Si Reutemann se exculpaba con su famoso "a mi nadie me avisó", Ibarra optó por una estrategia a la que un cronista llamó de "disolución de las culpas": "me hago cargo de lo que me corresponde, no me hago cargo de las cosas que no me corresponden, no seamos hipócritas (...) esta tragedia nos tiene que llevar a que todos, con absoluta sinceridad, nos miremos en el espejo, pero hay muchos que quieren que sea yo sólo que me mire al espejo". Si Reutemann jugó a fortalecerse políticamente con las elecciones que ya se venían y se instaló como candidato a Senador en todas las boletas peronistas, Ibarra se preparó un referéndum después de asegurarse de que juega a ganador, hasta allí llega la calidad política y humana de Aníbal Ibarra. Tanto uno como el otro, jugaron y juegan a que el tiempo termine por diluir el golpe sobre sus respectivas imágenes e inclusive, la memoria de sus propias responsabilidades penales. Las oposiciones políticas no escaparon a este juego de semejanzas. En Santa Fe, ningún dirigente opositor de peso salió a plantear la inmediata renuncia de Reutemann, consigna que podría haber agrupado la bronca de miles y ayudado a aclarar los tantos. Lejos de eso, fueron a las elecciones en las cuales el supercandidato oficialista era el propio Lole y bailaron el vergonzoso baile de las omisiones: las inundaciones, todo un resumen del balance nefasto de la gestión reutemista, no fueron un tema central de la campaña electoral. En Buenos Aires, por más que se agite el remanido fantasma del golpe institucional, el propio Macri se ha cansado de repetir que Ibarra no debe renunciar a su cargo, sino "hacerse cargo de la situación", lo que en buen romance significa que debe pagar todos los costos políticos que beneficiarán al macrismo en el futuro, pero no caer. Son los familiares y los sectores movilizados los que gritan "andate Ibarra", no Macri; son los familiares los que opinan que Ibarra "tiene que renunciar y entregarse a la Justicia", no la oposición golpista. Así es, verdaderamente, como funcionan las instituciones cuando funcionan, supuestamente, sin privilegios. Los datos del acuerdo para que Ibarra no caiga - o que por lo menos caiga con todos los paracaídas puestos, cosa que no se comprometa a las instituciones, al sistema en el que crecen los cromagnones y las inundaciones - saltan por todos lados. El diario Clarín cuenta que hay "un dato que no es menor: Gargol -antiguo colaborador de Álvarez- es un hombre muy vinculado a Mauricio Macri. De hecho, viene trabajando en temas de seguridad en la fundación Grupo Sophia, dirigida por Horacio Rodríguez Larreta (h), compañero de fórmula del presidente de Boca en la elección porteña. Y acérrimo enemigo de Ibarra, para más datos" Este señor Gargol, ha sido colocado nada menos que como el segundo de Álvarez - que también anda en muy buenas relaciones con el macrismo, digámoslo de paso - y se comenta que será el próximo Secretario de Seguridad porteño ni bien el Juanjo encuentre una puerta de salida que le permita irse con algo que se parezca a una misión cumplida. Más allá de las ilusiones que crean los gestos, Ibarra se parece mucho a Reutemann y merecería figurar en el afiche del que quedó a salvo. Los dos, corren con la ventaja de que sus "oposiciones" les pegan para debilitarlos pero los protegen para que no caigan, para que no volteen en la caída toda la estantería que permite que los negocios fluyan. Los dos, por igual, defienden este sistema que - para usar una frase de Mariana Márquez, madre de una de las víctimas - "privilegia la plata sobre la gente". ![]() Opiná sobre este tema |
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