Debates sobre Bolivia

por Miguel Espinaco

La renuncia del presidente boliviano Carlos Mesa no fue esta vez una mera táctica. En marzo, el ex periodista político - devenido primer mandatario después del violento despido al Goni Sánchez de Lozada en el 2003 - había jugado la carta de la renuncia para resurgir con mayor poder político, una maniobra que le alcanzó solamente para un par de meses de sobrevida. El primer lunes de junio dijo "hasta aquí puedo llegar" y le dejó la brasa encendida al fragmentado parlamento boliviano.

Su gobierno había sido un intento de arbitrar a los tumbos en la crisis boliviana, de quedar bien con dios y con el diablo en un escenario complejo marcado por los reclamos de autonomía de un fuerte sector empresario localizado en el sudeste del país - que pretende más autonomía para manejar el negocio de las grandes reservas de gas localizadas en esa zona - y por el clima de movilización generalizado entre los empobrecidos del país, que ordenaron sus exigencias hacia la búsqueda de reformas políticas de fondo - expresadas en el pedido de elecciones que renueven todos los cargos y en el reclamo de Asamblea Constituyente - y en la consigna de nacionalización de los hidrocarburos, la riqueza más codiciada de Bolivia.

La idea de esta nota es la de plasmar algunos interrogantes y debates que surgieron durante la pasada emisión de nuestro programa de radio respecto a las perspectivas del proceso de lucha boliviano que - en vivo y en directo - está desarrollando experiencias, programas y métodos que definirán y redefinirán la teoría de las revoluciones en este siglo XXI.

Una burguesía fragmentada

"Hormando Vaca Díez se perfilaba como el nuevo Presidente de Bolivia. Por la mañana había tejido un pre - acuerdo con todas las brigadas parlamentarias para convocar a elecciones generales en diciembre y por la tarde comenzó las reuniones bilaterales con todos los jefes de bancadas para presentar su propuesta" cuenta el diario boliviano El Deber. Sin embargo, apenas habían pasado unas horas y el ingreso de los mineros orureños frustró su candidatura: el congreso no podría reunirse hasta tanto Vaca Diez y el que lo seguía en la línea de sucesión, el presidente de los diputados Mario Cossío, hubieran renunciado para permitir el ascenso al gobierno de Eduardo Rodríguez.

El acuerdo para llevar al presidente de la Suprema Corte al gobierno, había sido propiciado por la iglesia y empujado tanto por Evo Morales como por Carlos Mesa, y es por eso que Vaca Diez no se cansó de quejarse de que a los mineros se les había abierto deliberadamente el paso hacia el centro de Sucre. "Hormando Vaca Díez y Mario Cossío deben renunciar a la sucesión (..) en caso contrario, el país se encamina a una mayor polarización" había dicho Evo Morales, mientras que Mesa tampoco se había cuidado de disimular: "llamo a Hormando Vaca Díez a que renuncie al privilegio de la sucesión constitucional. Es la hora del renunciamiento. El llamado también vale para Mario Cossío".

La puja al interior de los sectores patronales se había desnudado con toda crudeza. Vaca Diez era hombre del depuesto Sánchez de Lozada y su asenso al poder hubiera resultado una restauración - una especie de golpe institucional - y su relación con los empresarios del sudeste que propugnan la autonomía, era también una sospecha a gritos. Y ya se sabe que cuando se habla de autonomía para manejar un rentable negocio como el del gas, se está hablando de empresarios que ganan y de otros que pierden.

Sin embargo la fragmentación no resultaba solamente de cuestiones económicas. Las instituciones del régimen burgués boliviano se enfrascaban también por esas horas en un nada ordenado debate - en el que inevitablemente participaban la Iglesia, la Embajada de los Estados Unidos y las Fuerzas Armadas - sobre los modos de enfrentar la rebelión del pueblo boliviano. Vaca Diez hubiera significado inevitablemente una "mayor polarización", la declaración de la guerra civil al pueblo ya mismo.

Aparentemente - por ahora - primó el criterio de los que creyeron que sería peor el remedio, que la enfermedad.

Los movimientos sociales

Los sectores movilizados no aparecen tampoco como una unidad. La unidad en la acción que acompañó el rechazo al intento restauracionista encarnado en Vaca Diez, no se prolongará seguramente después de concretada esa consigna.

El Movimiento al Socialismo, que dirige a un importante sector campesino y que aparece como posible alternativa de gobierno, se manifestó rápidamente por una tregua, a pesar de que durante los días de la crisis, su programa se había radicalizado velozmente, empujado por la lucha: "por la presión de sus bases, el MAS endureció su posición y propuso como solución a los conflictos del país la nacionalización de los hidrocarburos y la conformación de un Consejo preconstituyente. Además se sumó al pedido de adelanto de elecciones para designar un nuevo presidente y un nuevo Congreso para los próximos cinco años" cuenta La Razón de Bolivia, que señala que anteriormente el MAS propiciaba apenas la recuperación del 50% de los hidrocarburos - vía regalías - y que hasta el domingo se oponía al adelantamiento de las elecciones con el argumento de que sólo resultaría en una postergación de la Asamblea Constituyente.

Sin embargo, en el convulsionado escenario boliviano, aparecen otras corrientes con posiciones más consolidadas, que expresan la necesidad de un cambio más profundo.

La Central Obrera Boliviana (COB) ha puesto en primer plano la cuestión de la nacionalización: "para nosotros, la convocatoria a elecciones está en un segundo plano, después de la ley de nacionalización de los hidrocarburos" dijo su líder Jaime Solares, mientras que la poderosa Federación de Juntas Vecinales de El Alto expresa sin tapujos su propia heterogeneidad. Abel Mamani, su más reconocido representante, respondía así a un cronista de La Nación que quería saber si una convocatoria a elecciones alcanzaría para desactivar la protesta de su grupo: "no es fácil darle una respuesta, nosotros representamos a muchos sectores. Tendríamos que juntarnos y organizar un brazo político".

Muchas de estas corrientes impulsaron la formación de asambleas en la perspectiva de constituir una Asamblea Nacional. Zubieta, el dirigente de la Federación de Mineros, expresó esto en palabras: "todas las organizaciones sociales de la población están encaminándose hacia la proclamación de una asamblea popular para forjar un nuevo gobierno que resuelva el vacío de poder". Wilma Plata, la dirigente de los profesores de La Paz impulsaba también ese planteo que, en los hechos, significaba la lisa y llana toma del poder: "los trabajadores están moviéndose hacia el poder político y económico en el país y a construir un gobierno de obreros y campesinos".

El desvío electoral

El resultado momentáneo de la conmoción boliviana ha sido el ascenso al poder de Eduardo Rodríguez Velse, hasta entonces presidente de la Corte Suprema boliviana, que se ha comprometido a realizar un gobierno de transición para llamar a elecciones.

Digamos de paso que Rodríguez no nació de un repollo: se le atribuyen contactos políticos con Sánchez de Lozada, ya que cuando el hermano del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada era contralor general, él era subcontralor; y fue el propio Goni quien lo promovió a la Corte Suprema. Otros analistas lo vinculan a Jorge Quiroga - un "perfecto exponente de las nuevas élites de la derecha liberal blanca, formadas en Estados Unidos y con el inglés como segundo idioma, y dotado para los números" cuenta una biografía - que fuera vicepresidente de Banzer y posteriormente presidente de Bolivia por un breve período.

Sea como sea, lo cierto es que el cambio de presidente y la obtención de la renuncia en cadena de los sucesores constitucionales de Mesa, han cambiado ya hoy mismo las tapas de los diarios bolivianos y las elecciones de prefectos han pasado a ser la noticia principal. Uno de los interrogantes a los que me refería al principio de esta nota, tiene que ver justamente con el desvío electoral.

Es evidente que hablar de desvío tiene que ver con ciertos modos de enfocar la cuestión, con cierta visión que parte de ciertos preconceptos, que empiezan en nuestras propias experiencias nacionales. La crisis argentina parió asambleas y piquetes y debates de todo tipo y color y las elecciones resultaron un encarrilamiento de esa creatividad popular hacia el corralito de la democracia burguesa.

El entonces presidente Duhalde - que asumió para completar el mandato del despedido De la Rua - llamó al adelantamiento de las elecciones después de los homicidios de Kostecky y Santillán en el Puente Pueyrredón y logró que cada cual se fuera a armar sus listas o a soñar expectativas con la vuelta de Menem o - mayoritariamente - con su entierro definitivo vía electoral. De aquel llamado a elecciones, de aquella maniobra de convencimiento masivo de que las elecciones eran la mejor salida, nació el maquillaje kirchnerista y el nuevo engaña pichanga de la supuesta representación democrática montada en las instituciones de un capitalismo pretendidamente serio.

Decir desvío tiene también que ver con prejuicios asentados en historias mucho más globales. La democracia del voto de vez en cuando y de la decisión cotidiana e inapelable de los mercados propiedad de los que tienen el dinero, ha sido una constante trampa a los sentimientos verdaderamente democráticos de las mayorías en cualquier país del mundo: ya se sabe, te dicen gobernás, pero no. Uno mira esa historia de supuestas soberanías populares que no lo son y no puede menos que preocuparse y sospechar que una futura pelea electoral entre - digamos - Evo Morales y Quiroga, tendrá más de distracción que de obtención de los reclamos que se motorizaron en este gigantesco proceso de lucha.

Pero hablar de desvío, ayuda a formular otra pregunta muy interesante: ¿desvío respecto a qué?

Es cierto que las revoluciones han sido siempre un camino a recorrer y que ese camino no estuvo nunca señalizado con instrucciones precisas e inapelables. Sin embargo, es igualmente cierto que en otras épocas hubo un plan general de la revolución, una teoría que unificaba a grandes rasgos los "planos" usados por todos. Es igualmente cierto que a principios del siglo pasado - por ejemplo - la palabra desvío aparecía más apropiada porque se medía en relación con aquellos planos.

¿Qué significaría hoy no desviarse? ¿La toma del poder por una asamblea nacional como proponen los sectores de El Alto? ¿Qué tipo de gobierno conformarían? ¿Con qué instituciones? ¿Cómo capitalizarían la experiencia de los procesos de burocratización de las revoluciones del siglo XX? ¿Qué medidas tomarían para evitarlos? ¿Sería una revolución nacional o se pondría en la perspectiva de un cambio mundial?

La nacionalización de los hidrocarburos

Es evidente que el tema del gas boliviano es uno de los puntos mayores de conflicto. Sánchez de Lozada cayó en medio de un intento de exportar gas a California vía Chile y el gobierno de Mesa estuvo cruzado por la discusión de las regalías, cuya implementación afectaba seriamente el negocio de las petroleras al punto de que todas amenazan con retirar inversiones.

Las consignas han ido en un progresivo in crescendo, reacomodando las posiciones de las distintas corrientes políticas. Hoy, el reclamo es el de nacionalización.

Está claro que los hidrocarburos es lo que más corre por las venas abiertas de Bolivia, y es inevitable que en medio de la pobreza más extrema - y lo que es más paradójico, en medio de la falta de gas en la mayoría de los hogares bolivianos - cualquier reclamo que apunte a una distribución más equitativa de la riqueza, apuntará sin duda alguna a los hidrocarburos.

El punto de debate refiere a quién garantizará que la renta petrolera y gasífera sirva para una distribución más equitativa y - más estratégicamente - que sea usada para elevar el nivel de vida del paupérrimo pueblo boliviano: ¿lo hará el Estado?

Vale la pena recordar en este punto otra experiencia argentina: gran parte de la transferencia de renta al sector exportador - resultado de la crisis del 2001 - fue estatizada vía retenciones impositivas. Sin embargo, ese dinero no fue usado por el estado argentino timoneado primero por Duhalde y después por Kirchner para llevar adelante una planificación que sacara de la pobreza a más de la mitad de la población. Es más, la parte usada con "fines sociales" resultó en migajas para los desocupados, utilizadas apenas para apagar el incendio y para cooptar a agrupamientos que se encontraban en procesos de lucha, o sea para desmovilizarlos.

Más en general, nada garantiza que el Estado no siga trabajando para la rentabilidad empresaria. Las empresas "nacionales" que existieron por doquier durante la postguerra, fueron cotos de caza de las empresas multinacionales, que las esquilmaron hasta que el desastre provocado, funcionó como excusa para las privatizaciones.

Podría aducirse en este punto que los sectores que reclaman nacionalización no piensan en dejar los hidrocarburos en manos de este Estado tal cual es y que otro gallo cantaría si hubiera un gobierno obrero y campesino, pero de cualquier forma la pregunta quedaría en pie: ¿con qué medidas se evitaría que en los hidrocarburos nacionalizados se enanque una burocracia capaz de repartir el negocio, convirtiéndose en una puerta trasera para que ingrese otra vez el capital?

Bolivia y el mundo

Está claro que no puede pensarse el proceso boliviano como un proceso meramente local. El imperialismo no lo hace, porque teme los contagios y los efectos dominó, por eso ya ha salido a menear el fantasma de Chávez y ha movido recurrentemente a Kirchner y a Lula como a piezas de un gran tablero de ajedrez. El pueblo boliviano tampoco debería hacerlo.

Un eventual gobierno obrero y campesino en medio de la globalización, en medio de la sostenida penetración del mundo del capital, de los chantajes y presiones de las grandes empresas que controlan las tecnologías más avanzadas y gozan de los beneficios de trabajar en mercados globales, se enfrentaría sin dudas a muchos problemas nuevos, en gran medida diferentes a los que enfrentaron otros procesos revolucionarios en el siglo pasado. Ya mismo, quienes se oponen a que Bolivia retome el control de los hidrocarburos, señalan que la retirada de las inversiones extranjeras crearía dificultades en la exploración y en la extracción.

A toda esta problemática habrá que agregar el empuje belicista del mundo del capital, que bajo la dirección militar de Bush, descubre terrorismos y narcotráficos en cada rincón del mundo, para brindar cobertura ideológica a sus aventuras asesinas.

De ahora en más y por algún tiempo - nadie sabe si días o meses - Bolivia se retirará a las páginas interiores de los diarios y - muy posiblemente - las noticias que leamos hablarán de reacomodamientos políticos con vistas a las elecciones generales que tal vez - y sólo tal vez - sean en diciembre.

Por debajo del silencio mediático, se sacarán conclusiones y se procesarán preguntas como las que formulábamos aquí. Y el problema del resto del mundo, la necesidad de vincularse con movimientos similares de otros países para intercambiar experiencias y obtener apoyos, tendrá seguramente su lugar en la agenda del pueblo boliviano.



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