Seguro ya no está preso en la cárcel, ahora está preso en la casa de su suegra y su carcelero es la Bestia, su hijo. Delfina no ha vuelto y para colmo de males encontraron una serie de poemas que estaban ocultos en los que se presume una larga despedida. El número anterior sintió la falta de este espacio, en este número Seguro y Delfina vuelven a ocupar su sitio con la desolación de una pareja desesperada. "Volvé infeliz", cerraba el último trabajo nuestro artista, hoy renueva su pedido.

Los consejos de Seguro

presentados por Adrián Alvarado.


Oriente al sur

El viento se lanzó con furia sobre el hombrecito y le voló el sombrero y la peluca, le llenó de arena los ojos y la boca, pero el hombrecito siguió caminando, firme y maleable, como caña de bambú. La lluvia en forma de gruesas gotas de agua se lanzaba cual kamikaze sobre seres y cosas, arreciaba, castigaba la tierra como si esta le hubiese hecho algo muy malo y se colaba en tu cocina y en la cocina del hombrecito que no estaba porque había salido a comprar fósforos y afuera lo agarró el temporal que incluía nevisca, granizo y tornados rellenos de huracanes, terremotos y tsunamis pero el hombrecito llegó a la estación de servicio y compró fósforos y compró chocolate para taza y churros, puso todo en una bolsita y volvió a su casa que a esa altura estaba llena de agua, la secó puso la leche en la hornalla más grande y cuando fue a prender la cocina descubrió que los fósforos se le habían mojado y se puso como loco y salió de vuelta para comprar un encendedor y cuando volvió lo quiso prender y se le salió la piedra, cuando estuvo a punto de darse la cabeza contra el vértice de la mesada salió otra vez y se compró un lanzallamas y un magiclik y volvió a su casa que se había mojado de vuelta la secó otra vez y puso la leche sobre la cocina y le entró con el lanzallamas y el hervidor se fundió, se le prendieron las cortinas y tuvo que salir rajando, el hombrecito se sentó en la vereda de enfrente a ver como se quemaba su casa bajo la lluvia que ahora caía en forma de llovizna, después se fue, se tomó un colectivo y no se bajó nunca más.


Había una vez un señor muy feo que estaba solo porque aparte de ser feo se bañaba poco. Igor Strassera vivía en una gruta natural en las afueras de la ciudad de Córdoba y todos los días se levantaba a la misma hora y se dirigía al centro con una bolsa de papel en la cabeza. Igor se paraba en medio de la peatonal, se subía a un banquito, ponía un tacho para las monedas, se sacaba la bolsa y comenzaba su trabajo de estatua viviente sufriente que consistía en pararse ahí y llorar en silencio. El sonido de las monedas cayendo en el tarro lo hacía llorar aún más. Cuando el dolor era insoportable se ponía la bolsa, juntaba sus cosas y se iba, compraba algunas vituallas y se retiraba a la gruta, así todos los días. A la noche solía escuchar a The Cure o ir al cine para vivir de prestado caras normales con el fin de alimentar la tristeza a la que debía dar rienda suelta al otro día.

Era que la mañana de un día cualquiera mientras Igor el feo hacía su trabajo una dama se paró adelante y lo estuvo mirando 45 minutos sin poner una moneda, al otro día lo mismo, y así durante una semana, la tipa venía se le paraba adelante y lo miraba 45 minutos seguidos, cuando Igor estaba a punto de perder la paciencia a causa de la desconcentración que le provocaba dicha señora, la extraña mujer dejó algo en el tarro y se fue, era una nota que decía lo siguiente: "Si está dispuesto a bañarse me gustaría hablar con usted largo y tendido".

Al principio Igor se indignó, después se olió y entendió. En la gruta no tenía las comodidades para higienizarse debidamente, plata le sobraba para pagarse un baño completo y así lo hizo, también se cortó el pelo, pero la cara no tenía arreglo, se sintió ridículo, débil y solo y lloró sin público, al otro día se fue a trabajar y la dama le dejó otra nota que decía "Gracias, nos vemos en tal y tal lugar, tal día y tal hora". El día que se conocieron en la intimidad llovían japoneses de punta, ella se sentó delante de Igor en silencio y seguiría en silencio porque era muda.

Se casaron afuera, en el patio de la casa de ella y tuvieron 7 hijos varones, todos feos y para colmo el último era lobisón y ahijado del presidente, pero no les importó fueron felices igual y se los comieron las perdices, Halperín colorado, si estoy de pie estoy parado.

Libertad a Seguro.
Volvé salame.



Opiná sobre este tema

Es el viento
dijo la pluma
mientras se alejaba
hasta desaparecer
en el horizonte gris.

Es la corriente
dijo la botella
que navegaba
con destino previsible
el paraná.

Es la vida que me alcanza.
Digo.
Sola.

Delfina Contreras

Pastos del quebranto
del camino que no es
bajo el zapato.

Van a decir se fue
cuando estuve nunca.

Dirán volvió
cuando me vean llorando.

Delfina Contreras

¬ Anterior Ir a la Portada Siguiente ®