Aburriendo al adrián por Javier González ¡Que querés que te diga! Me decía un compañero de trabajo, del cuál no importa saber que se llama Darío, ¡yo miro la bandera, o los colores celeste y blanco y me emociono! ¿No te pasa a vos eso? Quizás para muchos de los que formamos parte de una generación que cursó la escuela primaria durante los tiempos de la dictadura militar, todo lo que suene a símbolo patrio, dicho en el peor de los sentidos, aquel que tiene que ver con el "modo de ser" de los nacionalistas vernáculos, nos provoca un poco de alergia. Y no es para menos. Otro amigo que estuvo en Francia en tiempos de la dictadura y que no tiene porqué importarnos que se llame Fernando me contaba que todos los años, llegado el 14 de julio se armaba flor de desfile por las calles de París. En ese desfile que no era sólo militar participaban todos, no faltaba la izquierda ni la derecha francesa. Eso sí, según Fernando eran un clásico las garroteadas que se propinaban ambos bandos entre otras cosas debido a diferentes apreciaciones acerca del significado del 14 de julio. Hoy llegamos a un nuevo 9 de Julio, sin llegar a garrotearnos, pero con la firme convicción de que nadie tiene bien en claro porqué es feriado. Claro que todos tenemos incorporada aquella visión de la historia argentina previamente digerida y de la cual se eliminan contradicciones, intereses encontrados, acciones no tan patrióticas con otras francamente elogiables. No hace falta hacer hincapié en todos aquellos mitos generados a partir de esta elaboración historiográfica. Afortunadamente a partir de hace unos pocos años esa construcción ha comenzado a contradecirse con otras voces que buscan poner sobre el tapete todos aquellos procesos históricos, con toda su riqueza: contradictorios y cambiantes, dinámicos y muy lejos de la linealidad de la historia oficial: hay escuelas porque Sarmiento fue el maestro de la patria y tenemos patria porque San Martín es nuestro padre. Aunque estos intentos, en versión Pigna o Lanata, han sido duramente cuestionados desde varios posicionamientos. Se cuestiona el hecho de constituir solamente un conjunto de anécdotas -muchas de ellas "archiconocidas"- y no una visión integral de la historia produciendo solamente fragmentos vendibles en un mercado ávido por consumir los "puteríos de la historia"; también se critican posturas como la de Lanata en referencia a la existencia de una supuesta argentineidad, una suerte de ADN de los argentinos, posición que Luis Alberto Romero califica como negadora de la historia y de los procesos sociales, apostando por una suerte de destino determinado biológicamente. En fin, hay para todos los gustos. Para la izquierda la cuestión nacional ha planteado siempre un problema. Durante algún tiempo, tiempo del mal llamado "socialismo real", se tuvo al asesino serial Stalin como uno de los más renombrados pensadores y expertos marxistas en relación al tema de las nacionalidades. Paradojas que le dicen, si no que le pregunten a todos los pueblos y nacionalidades que masacró el stalinismo en nombre del socialismo. El bigotudo Stalin decía: "una nación es una comunidad humana, estable, históricamente constituida sobre la base de una comunidad de lengua, de territorio, de vida económica y de formación psíquica que se traducen en una comunidad de cultura". Dentro de los críticos a la posición stalinista, el Licenciado en Historia Argentino Luis Vitale en su libro "Introducción a una teoría de la historia para América Latina" rescata a Michael Löwy: Stalin es tan esquemático y rígido que "la ausencia de uno solo de estos índices basta para que la nación deje de ser nación". Desde varios sectores se rescata la obra del francés Pierre Vilar como uno de los principales aportes desde el pensamiento marxista a la cuestión de la nacionalidad. "Nación como resultante de hechos materiales y subjetivos (lingüísticos, psicológicos, territoriales, etc.) de larga duración; como fenómeno histórico correspondiente con el ascenso del capitalismo y como movimiento subordinado, para su evaluación, al interés de las clases que alternativamente lo invocan". A la rigidez stalinista hay que contraponerle el movimiento de los procesos sociales. Son procesos abiertos y no estancos y exentos de contradicciones. El concepto de nación está ligado íntimamente a otros: nacionalidad, identidad nacional y memoria. Acerca de la confusión en la identificación del Estado con la Nación, el sociólogo Jorge Hugo Carrizo señala: "la identificación de la nación con el Estado ha oscurecido siempre el análisis del fenómeno nacional, porque identifica como "nacional" exclusivamente el interés predominante de las clases hegemónicas en el Estado, en detrimento del reconocimiento de la real diversidad étnica, religiosa e incluso nacional que pueda existir en su territorio". La Psicóloga y Psicóloga Social Josefina Racedo aclara un poco más el tema: "existe una fuerte identidad nacional argentina. Identidad que no es un sustrato metafísico, homogéneo, formado de una vez para siempre, que se explicaría por un mítico y telúrico ser nacional; pero que tampoco es una pura construcción estatal. Es por el contrario el resultado de un largo proceso histórico de construcción continua, durante el cual diversos elementos contradictorios no sólo unen sino que se mantienen en tensión y lucha. En este proceso hay cambio y continuidad y se va conformando tanto en cada individuo como en lo colectivo, una totalidad de elementos que le permiten a la comunidad y a cada uno de sus miembros identificarse a la vez que diferenciarse. Me estoy refiriendo a la continuidad histórica de una comunidad relativamente estable que a lo largo del tiempo gesta un complejo de cultura, de lengua, de psicología, que adquiere conciencia de sí y de los otros como diferente y semejante". Liberación o dependencia La que fuera presentada como la contradicción principal durante los 70 fue zanjada por el peronismo cuando por boca de Deolindo Bittel anunció que entre liberación y dependencia ellos optaban por la dependencia. Premonitorio lo del pelado, en realidad sinceraba el pensamiento de muchos dirigentes peronistas más que constituir un fallido discurso de campaña. El concepto de dependencia ha sido levantado tanto por la derecha como por la izquierda. El nacionalismo vernáculo como el de Jauretche o de Hernández Arregui planteaba la necesidad de romper con la dependencia mediante un movimiento social nacional y popular, en el cual confluyeran los trabajadores, la burguesía nacional y el sector nacional de las fuerzas armadas bajo la atenta dirección del General Perón. Desde el marxismo, cuando Lenin escribe "El imperialismo, etapa superior del capitalismo", marca de alguna forma el camino para las posteriores interpretaciones: "El capital financiero es una fuerza tan considerable, tan decisiva, podría decirse, en todas las relaciones económicas e internacionales que es capaz de someter, y en efecto somete, incluso a Estados que gozan de la independencia política más completa...como se comprende, la forma de sometimiento más "conveniente" para el capital financiero y de la que obtiene mayores beneficios, es la que implica la pérdida de independencia política de los países y pueblos sometidos". "América del sur, y sobre todo la Argentina -dice Schulze-Gaevernitz en su obra sobre el imperialismo británico-, depende tanto de Londres desde el punto de vista financiero, que se la deberá calificar casi como una colonia comercial inglesa". Basándose en los informes relativos a 1909 del Cónsul Austro-húngaro en Buenos Aires, Schilder, estima que los capitales ingleses invertidos en la Argentina ascendían a 8750 millones de francos. No es difícil imaginar qué sólidos vínculos establece el capital financiero -y su fiel "amiga", la diplomacia- de Inglaterra con la burguesía argentina, con los círculos que controlan toda la vida económica y política de ese país". Teoría de la dependencia Allá por los 60 y principios de los 70 surgió desde el pensamiento marxista latinoamericano la "teoría de la dependencia", abonada por los brasileños Theotonio Dos Santos y el por entonces sociólogo Fernando Henrique Cardoso, entre otros. El viejo Theotonio reflexiona en un reportaje publicado en la revista Herramienta N°8: "Nuestro programa era estudiar la economía mundial como un todo, un modo de producción capitalista, pero con tres formaciones sociales: la del capitalismo contemporáneo, el socialismo y los países de las economías dependientes, que tenían muchas diferencias entre sí pero servían de base de esta economía mundial". Para Cardoso "la noción de dependencia alude directamente a las condiciones de existencia y funcionamiento del sistema económico y del sistema político, mostrando las vinculaciones entre ambos, tanto en lo que se refiere al plano interno de los países como al externo". Desde la derecha y la centroizquierda la dependencia fue concebida desde un pensamiento lineal: Estados Unidos eran el imperio y la oligarquía nativa sus socios cipayos, ejecutores de las políticas imperialistas. La solución a la contradicción liberación o dependencia, concebida como contradicción principal pasaba por la construcción del socialismo nacional para unos o alguna variante del "socialismo real" para otros. Para ambos polos, y ya en los 70, era necesario lograr la "segunda independencia", la económica dado que la primera independencia había sido la política alcanzada en 1816. Este pensamiento lineal, de causa-efecto persiste aún todavía tanto a derecha como a izquierda. No hace falta decir que el contexto en el cuál fue concebida la teoría de la dependencia ha cambiado totalmente. Theotonio Dos Santos continúa batallando desde la misma trinchera y Fernando Henrique Cardoso está en la de enfrente. El Proyecto de país Lo que sigue en discusión es el famoso y siempre indicado como ausente "proyecto de país". Es que, contradiciendo al campo progresista, no es posible un proyecto de "país para todos", precisamente porque en una sociedad de clases, con tan abismal diferencia entre la minoría rica y la mayoría pobre es imposible aunar esfuerzos en pos de un proyecto común. Allí radica el principal problema para quienes rechazan el concepto de lucha de clases porque no les queda más que apelar al sentido común y al compromiso de las "clases altas". La formula sería así: juntemos a los muchachos y reflexionemos durante un fin de semana de retiro espiritual en Las leñas acerca de la necesidad de menguar la pobreza en nuestro país. Barrionuevo explicaba la cuestión más sinceramente: "tenemos que dejar de robar por lo menos dos años...". Es decir, ma qué contrato social ni contrato social, dejemos de robar porque desaparecemos todos! Esta idealización del mundo olvida que mientras los ricachones siguen esquiando en el sur del país, en el resto se suceden movilizaciones, protestas y reclamos que llegan al extremo de pedir que por favor se haga algo para que los cielorrasos de las escuelas no les partan el marulo a los pobres pibes que aún asisten a la escuela. Es decir que las clases existen y las luchas también. ¿Es posible entonces un proyecto de país que reúna los intereses de Macri y del último de los cartoneros? Sin dudas que a ese debate abierto se incorporan todas estas cosas: la idea de nación, de identidad inseparable de la memoria histórica y colectiva y la posibilidad de romper o no con la dependencia económica, el concepto de clases y de lucha de clases, etc. Según algunos ideólogos de la globalización elaborar un proyecto nacional (mediante una alianza de clases) resulta imposible porque las burguesías nacionales han prácticamente desaparecido transformándose en burguesías transnacionales provocando el debilitamiento o desaparición del Estado-nación. El economista Claudio Katz ("Cómo estudiar hoy al capitalismo") contradice esta apreciación acerca de los estados nacionales afirmando que: la exageración transnacionalista "destaca la aparición de un "capital global" centralizador de una "burguesía multinacional" que ejercería su dominio a través del FMI y la ONU. Esta visión hereda de la vieja teoría del ultra-imperialismo la creencia que el sector más poderoso del capital puede alcanzar, en algún momento, el dominio pleno e incuestionado del proceso económico y político. Por la misma razón que una supremacía monopólica absoluta contradice el funcionamiento del capitalismo, la existencia de una "burguesía transnacionalizada" actuando fuera del circuito de los Estados existentes y regulando la inversión y los mercados, es inconcebible". "...la clase capitalista no puede existir, ni el capital acumularse, sin Estados rivales que reproduzcan las condiciones de esta competencia. La internacionalización contradice el mapa político actual e induce su radical reordenamiento. Pero el nuevo trazado no está dictado por el "capital global", sino por el conflicto hegemónico que libran las grandes potencias". Así, entonces los Estado-nación siguen existiendo más allá de los globalizadores pero hablar de un proyecto de nación o de país sin tener en cuenta la realidad de las clases sociales y sus enfrentamientos es una utopía completa, porque el "ser nacional" o el "ser argentino" adquiere significados diferentes según quien lo interprete. Las empresas privadas nacionales tienen empleados argentinos y dueños argentinos que no dudan en dejarlos sin trabajo cuando la ganancia les queda algo chica, de la misma manera que muchas de las pymes son las que usufructúan el trabajo en negro y fueron las primeras en apoyar la flexibilidad laboral menemista. Nunca es triste la verdad lo que no tiene es remedio sigue diciendo Serrat. Es imposible pensar un proyecto socialista sin la idea de nación pero es imposible reducirlo solamente a un socialismo de carácter nacional. Y esto no es solo una reflexión de teóricos de laboratorio sino experiencia histórica concreta: Rusia, Cuba, los Países del Este o China tienen mucho que decir. ![]() Opiná sobre este tema |
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