Fat boys

por Javier González

Mi abuela supo guardar durante mucho tiempo el secreto.

Visto a la distancia es fácil decir que todos lo intuíamos pero en ese momento mirábamos para otro lado eludiendo un tema que tarde o temprano teníamos que enfrentar.

Tuvimos que crecer todos y hacer beber a la abuela para enterarnos de tan terrible secreto familiar.

Sentada en un silloncito de hierro, el almohadón a rayas perdido entre las nalgas, la vieja abuela destapó el quinto porrón y comenzó a hablar: "¿saben una cosa?, dijo. "Cuando desaparecí casi un año era porque la tía Coca estaba gruesa".

En fin, el secreto familiar por el que todos cuchicheaban había pasado sin pena ni gloria a ser una pelotudez completa.

Estar gruesa era estar gorda pero no de abundantes comidas acumuladas, sino del despreciable acto de andar amando a las escondidas. Afortunadamente muchas cosas han cambiado aunque otras francamente....

La comida chatarra del payaso perverso que vigila que nuestros niños no descuelguen el cuadrito del empleado del mes, tomada como un ícono de los tiempos neoliberales ayudó a crear generaciones de gruesos, es decir de gordos que son discriminados por el solo hecho de serlo. La ropa es una de tantas discriminaciones que soportan los gordos.

Hay nuevas legislaciones y algunas cosas cambian, la nueva imagen que promocionan las marcas de moda más exclusivas (lease para garcas) como Prada, Bulgari o Chanel es la de la legendaria gordita Miss Piggy de los muppets, aunque esto no resulta de una toma de conciencia sino de la posibilidad de generar nuevos consumidores.

Yo soy un gordo bueno...

Ser gordo ya no será algo socialmente penado, aventuran algunos.

Lo que no suponíamos es que ser gordo iba a transformarse en una cuestión ideológica.

En la Argentina ser un gordo no refiere solamente a una contextura física sino a una pertenencia al selecto grupo de patoteros sindicales.

¿Estás alineado con los gordos o con Moyano?

Muy lejos han quedado los viejos debates: ¿necesitamos sindicatos socialistas? ¿comunistas? ¿peronistas? ¡Ni yanquis, ni marxistas! Se apuran a gritar los sindicalistas que ayer fueron peronistas, luego menemistas privatizadores y ahora kirchneristas de la primera época.

"Kirchner y yo luchamos por lo mismo", dice Moyano y para muestra sobran botones.

El primer Triunvirato y el último Unicato

"Es algo absolutamente ilegal, el mismo tipo de golpe que hacían los militares a la democracia, ellos pretenden hacerle a la conducción de los trabajadores". Declaraciones de una enojada Susana Rueda.

A un año de su creación el Triunvirato cegetista fue enterrado sin pena y, obviamente, sin ninguna gloria.

La asunción de Hugo Moyano al frente de la CGT, en un marco festivo de patotas, dirigentes corruptos y otras yerbas, renueva viejas y necesarias discusiones y análisis.

Allá por el 2004 los desprestigiados dirigentes sindicales juntaron momentáneamente sus fuerzas conformando un triunvirato con Hugo Moyano, Susana Rueda y José Luis Lingeri que, para qué vamos a aclarar, no fue votado por ningún trabajador.

Por aquellos días aparecía clara la intención del gobierno de constituir a la CGT en un interlocutor con presencia, ante la cantidad de conflictos sociales que se sucedían. Decir interlocutor con presencia es decir que necesitaban alguien que pudiera "controlar" la protesta popular.

Después de más de una década en que la burguesía, sus políticos y los dirigentes sindicales se enriquecieron generando una brutal masa de trabajadores desocupados, la mayoría de los sindicatos se quedaron sin bases y los trabajadores desocupados sin herramientas organizativas de lucha. Todo un problema para el establishment como le gusta decir a Rodríguez Saa, porque la CGT pasó de tener un rol protagónico durante los 80 y 90 controlando la protesta obrera y dejando correr las privatizaciones y los cierres de industrias, a una lamentable presencia mediática, dado que a las calles, luego del 2001, la han ganado los piqueteros y los luchadores sociales.

Un año después, el Triunvirato sindical dió paso al Unicato. La jugada, más allá de los cacareos de Susana Rueda y de los gordos, estaba ya prevista cuando en el Congreso que se había realizado en Obras Sanitarias el 15 de julio de 2004 se aprobó una "cláusula transitoria que delegaba al Consejo Directivo para que, transcurrido un año, regularice la conducción, nombrando un Secretario General, un Adjunto y un Administrativo". Perón cumple, Evita dignifica y Moyano se transforma en Secretario General de la CGT.

Haciendo honor a las enseñanzas del viejo, todos permanecen porque todos tienen cabida y tienen derecho a pensar como se les antoje pero eso sí, "sin sacar los pies del plato".

El equipo de los gordos con Armando Cavalieri, Oscar Lescano, Diógenes Salazar, José Pedraza, Manuel Pardo, Omar Maturano y Rodolfo Daer continúa conservando sus lugares en el Consejo Directivo más allá de las presiones de los moyanistas por desbancarlos.

Es que no es la política lo que los une y desune, los amiga y los enfrenta a todo momento sino la billetera, los increíbles negocios/ados que supieron construir a costa de los trabajadores, con gremios con afiliados cautivos mediante préstamos, viajecitos y otras cositas.

¿Quienes se benefician si hay ruptura en la CGT?

Es evidente que la situación actual de la CGT no es favorable ni para el gobierno ni para la burguesía, porque el estado de fragmentación que vive impide que haya ese "interlocutor válido", ese mediador de los conflictos sociales que tanto reclaman. De ahí que la unificación de los aparatos gremiales detrás de Moyano sea algo positivo tanto para el gobierno como para la burguesía: ahora tienen alguien de confianza, con el que pueden negociar concediendo muy poco. Veamos sino una declaración de Moyano: "Los trabajadores somos mansos y tolerantes pero estos señores tienen que entender que no somos tontos. Sabemos que la situación ha mejorado lo suficiente para que los trabajadores tengan sueldos dignos". Pero por las dudas para mantener un cierto perfil de luchador agregó que no obstante vamos a "luchar para recuperar el poder adquisitivo de los salarios".

Y por si faltaban más señales Moyano dijo:"Esta CGT no se unificó para pedir paros".

La pregunta del millón es de qué forma influye esta unificación o una posible ruptura al conjunto de los trabajadores que vemos la cosa como convidados de piedra.

Las privatizaciones de las empresas del Estado y la introducción de leyes de flexibilización laboral no podrían haberse realizado sin la ayuda interesada de la burocracia sindical. Los ejemplos sobran: telefónicos, bancarios, mercantiles, etc.

A partir de ese momento se produjo una transformación en los gremios. En primer lugar porque la base de afiliados mermó, pero también porque se acentuó la transformación de los sindicatos en cuasi empresas y porque el desprestigio social alcanzado por sus dirigentes creció tanto como la deuda externa. Hoy los sindicatos son una de las instituciones menos creíbles para el conjunto social.

Ya hace unos cuantos años la discusión viene dándose en los siguientes términos: ¿pueden los sindicatos recuperarse como herramientas de organización y lucha de los trabajadores o hay que dar paso a nuevas formas organizativas?

Pequeño dilema si lo hay.

A favor de la posibilidad de recuperar los gremios se manifiestan aquellos que reivindican de alguna manera una tradición gremial de los trabajadores. Pero en la práctica se ven los límites de estas políticas. La burocracia sindical es un mal que parece abarcarlo todo y a la cual es muy difícil de combatir porque para hacerlo hay que jugar en su terreno. Es decir mostrando respeto por toda suerte de aparatos y organismos supuestamente democráticos que en realidad hace rato huelen a podrido. La burocracia sindical tiene muy aceitados los mecanismos que facilitan su continuidad, disfrazada de una cobertura de democracia sindical.

A favor de nuevas formas organizativas se manifiestan muchos de los trabajadores que quedaron excluídos por las políticas neoliberales, y traicionados por sus gremios no quieren ser más carne de cañón de los negociados sindicales.

Sin dudas que estas reflexiones y experiencias deben seguir dándose y lejos están de ser resueltas. Sea que se tome partido por una o por otra, lo cierto es que habrá que recuperar ciertas cositas que el sindicalismo peronista tiró a la basura hace unos cuantos años: la democracia sindical, para que decidan todos los trabajadores y no solo los que están afiliados; la rotación de cargos, para terminar con los cargos "heredados" y con dirigentes que hace rato no trabajan; y la eliminación de sobresueldos, que hoy son una constante en la mayoría de los gremios. Además de otra cosita pequeñita: que los gremios no deben constituir fines en sí mismo, sino que son sólo herramientas de lucha que los trabajadores debieran tener para defender sus derechos y para pelear por nuevas conquistas a la par que se lucha por un cambio de sociedad y no por sociedades con maquillaje en donde la pobreza se extiende a pasos agigantados mientras los dirigentes sindicales piensan en qué modelo de 4x4 van a comprar este verano.



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