Fuera de foco

por Miguel Espinaco

Puede ser que el problema empiece en la forma en la que se nos enseñó la historia, llena de prohombres que, para bien o para mal, se nos muestran decisivos en el transcurrir del género humano. Así, San Martín es quien resume en sí mismo la independencia y la misma idea de nación en Argentina, Hitler es la locura y la barbarie del mundo, Sarmiento es la escuela pública, Bush es para unos el que maneja el eje del bien y para otros el que dirige el del mal y Bin Laden es - antes que el terrorista con más rating - el hombre que sintetiza la idea de terrorismo.

Hollywood ha hecho también lo suyo para construir nuestros modos de ver y no es para menos en este presente en el que la cultura es la cultura de la imagen. El muchacho bueno salva al mundo con su heroísmo y todos los otros son actores de reparto o apenas sirven de extras para morir de a montones o para correr aterrados entre las explosiones.

Los procesos moleculares que involucran a millones de personas, las ideologías que se tejen y destejen montadas en montañas de intereses contrapuestos se le escapan a la cámara, quedan escondidas en el fondo del campo visual, fuera de foco, y el espectador tiene que hacer un gran esfuerzo para poder entreverlos.

La realidad, claro, es un poquito más compleja que la síntesis que hacen los relatos, y Europa parece haberlo descubierto abruptamente después de los atentados en Londres: Blair, haciéndose eco del estupor generalizado, se declaró "conmocionado" al enterarse de que los autores del atentado eran ciudadanos británicos, hijos de inmigrantes nacidos en la isla, gente del montón.

Demasiados actores de reparto

Los cronistas han empezado a poner atención en la forma en que esta guerra contra el terrorismo en la que Bush se escudó para librar su guerra en defensa del capital, se está convirtiendo en una especie de profecía autocumplida, poniendo en movimiento fuerzas que no son tan fáciles de sintetizar en un rostro cualquiera: "el Reino Unido, al igual que Francia y muchos otros países de la Unión Europea, está lleno de ciudadanos, en su mayoría hijos o nietos de inmigrantes, que por razones socioculturales sienten un profundo rechazo por su país" escribe Pablo Kleinman en Opinión. Los números son por sí mismo impresionantes: "Francia encabeza el grupo de países europeos con mayor presencia islámica, con casi seis millones de musulmanes, un diez por ciento de la población. La siguen Alemania y Gran Bretaña con 4,1 millones y 1,5, respectivamente. En España se calcula que hay actualmente 800.000 musulmanes, con 117 mezquitas y centros de oración registrados, según datos del Ministerio de Justicia, todavía muy por debajo de las cerca de 1.500 en Francia o Gran Bretaña" se lee en una nota de Alba, semanario español que cita estudios demográficos de las Naciones Unidas que estiman en unos veinte millones la población musulmana en la Unión Europea, cifra que se duplicaría para el 2020.

Las razones socioculturales son también detalladas por el semanario citado: "se trata, además, de una población desproporcionadamente joven, pobre y parada". Kleinman resume este aspecto en un dato que habla por sí solo: "En Francia, los ciudadanos musulmanes representan entre 5% y 10% de la población, pero constituyen cerca de 75% de la población carcelaria".

"Si bien es probable que Al Qaeda original se haya visto desmantelado y que en la actualidad se trate de un nombre genérico que alude a un enjambre de agrupaciones de aspiraciones similares, la mentalidad que representa sigue ganando adeptos en el Medio Oriente, África del Norte y, lo que es más preocupante aún, en los barrios de ciudades europeas" escribe James Nelson en la revista Noticias y desnuda de un plumazo que Bin Laden no era tan importante, que el centro del problema es la idea que se corporiza en el ya famoso terrorista global, una idea capaz de contener a miles de descontentos, algunos dispuestos a convertirse en bombas en el nombre de Alá o de cualquier otro dios que les resulte oportuno.

El mismo periodista nos sugiere que los hombres del autoproclamado eje del bien tampoco serían demasiado importantes: "si Bush y Blair optaran por replegarse, el resultado inmediato no sería una tregua sino el avance acaso incontenible del islamismo militante y asesino que … se las arreglaría para privar al Occidente, la India y acaso China, del petróleo que necesitan para funcionar".

Visto así, el problema ya no parece depender de los actores principales. El muchacho y el villano invitado - no importa a qué actores pongas en un rol y en el otro - se mueven ya en un escenario confuso, plagado de actores de reparto cada cual con su libreto. Aunque no existieran Bush y Blair, la sobrevivencia de los negocios capitalistas empuja a la pobreza a millones y a la dominación violenta de los mercados que proveen en este caso el petróleo, mientras que del otro lado, el enojo de los desplazados genera la base social capaz de proveer guerreros al por mayor. Las religiones - todas las religiones, incluida la que endiosa a la mitificada democracia occidental - proveen el caparazón para que los que se alinean en uno y otro bando, se sientan justificados en su odio y perdonados en sus pecados.

Táctica y estrategia

Por lo pronto hay una cosa que es indudable. La invasión a Irak, justificada como parte de la guerra global contra el terrorismo, resultó un remedio peor que la enfermedad y Blair tendrá que pagar la factura por eso.

Un informe de Chattam House, un influyente centro de investigación del Reino Unido, señala claramente que la amenaza terrorista es ahora mayor que antes de la guerra, que la invasión a Irak que Blair acompañó, se convirtió finalmente en un semillero de terroristas: "el conflicto dio impulso a la propaganda, el reclutamiento y la captación de fondos de la red Al Qaeda; creó una gran fisura en la coalición, brindó un blanco ideal y una zona de entrenamiento para los terroristas ligados a Al Qaeda y desvió recursos y asistencia que debieron destinarse a apoyar al gobierno de Karzai en Afganistán y llevar a Bin Laden ante la justicia".

La misma critica que recibe Blair por su intervención como furgón de cola de la invasión norteamericana, le podría ser imputada por su actuación en Londres. "Durante los años 90, los británicos dejaron florecer a Londonistán, un santuario en plena capital para los grupos islámicos más radicales que se expresaban con entera libertad. La policía y los políticos se jactaban de que no los desmantelaron, sólo los vigilaban. Pero desde el 2003 dieron un puntapié en ese hormiguero laberíntico, cerraron mezquitas, reprimieron, arrestaron. Muchos grupos y clérigos pasaron a la clandestinidad" escribe Alfredo Grieco y Bavio en Veintitrés Internacional.

Está claro que esta política de patear el hormiguero - tanto en Bagdad como en Londres - lejos de terminar con la amenaza, ha multiplicado las posibilidades de atentados en el mundo. Sin embargo el enfoque de estas críticas es meramente táctico, no va al fondo de la cuestión, a lo incorrecto que es limitar libertades, a lo feo que es que unos países invadan a otros. Podrían leerse como amistosos consejos a Blair, invadir no conviene porque el orgullo herido les da bases de captación a los terroristas, reprimir a los musulmanes en Londres es contraproducente, mejor que estén en superficie para poder vigilarlos, cosas así.

Podríamos intentar transformarlas en una crítica más general, digamos más estratégica, como una traducción de aquel viejo dicho popular que reza que la violencia engendra violencia. Pero ahí es cuando la pregunta surge transparente: ¿puede, acaso, el mundo del capital renunciar a la guerra, con el humano objetivo de no provocar más guerra?

La madre de todas las violencias

Ocurre que el capitalismo funciona como un mecanismo de robo. Antes, a los esclavos se les decía vaya viejo y trabaje, tome un pedazo de pan para que no se me muera en medio de la cosecha de algodón y yo le robo todo el trabajo que usted hace, todo el algodón que me levanta menos el pedazo de pan que se comió.

Hoy el mecanismo es un poco más complicado porque se disimula en el mercado, entre instituciones complejas y entre las famosas variables económicas que los economistas fabrican a granel para que no se entienda lo que explican, pero el robo funciona parecido. En situaciones de normalidad, se trata de un robo de guante blanco, pero casi siempre los buenos modos se agotan …. y a la mano armada hay un solo paso.

El mundo del capital fabrica la violencia porque es la única forma de sobrevivirse que tiene. Empobrece países, los invade, empuja flujos migratorios para bajar salarios, hunde en la miseria a millones de modo que su mayor industria es la de fabricar enojados y frustrados al por mayor, gente capaz de embanderarse detrás de cualquier paraíso prometido para huir de la nada a la que condena el mundo tal cual es.

Es cierto que el mundo está lleno de gente con buenas intenciones que cree a los tantos que los tratan de convencer de que el mundo del capital puede devenir en un mundo de buenos modales, volverse humano, o serio, o pacífico o justo, pero eso no alcanza porque el hecho es que el sistema del capital es el sistema del robo y el robo engendra violencia y la violencia engendra violencia y así hasta el infinito.

Es la más vieja ley del capital. Y eso no hay Dios - ni Alá - que vaya a cambiarlo.



Opiná sobre este tema

El huevo de la serpiente

Los ocho balazos - siete en la cabeza y otro en el hombro, dicen los diarios - que recibió el electricista brasileño con rasgos asiáticos en el subterráneo londinense, es un terrible botón de muestra de lo que el miedo promete. La portación de cara puede convertirse en un delito de juicio sumario en las calles inglesas, otra violencia que seguirá a la violencia que sigue a la violencia.

No bastaron los rezos de los musulmanes por las víctimas, ni el comercial televisivo realizado para repudiar las bombas: hoy, los musulmanes británicos van al trabajo con el doble de miedo porque pueden volar en un atentado - varias de las personas desaparecidas y de los heridos por las explosiones eran musulmanes - pero además temen ser objeto de alguna reacción violenta de la población. El odio racial está a la vuelta de la esquina.

The Guardian, comenta que los hooligans y la ultraderecha planean acosar a los musulmanes británicos, un portavoz del Consejo Musulmán de Gran Bretaña comentó a la prensa que "mezquitas en Leeds y en Londres fueron atacadas con bombas molotov, y a otras les rompieron los vidrios" y el gobierno francés habló de un método de "diagnóstico precoz de elementos musulmanes radicales", una metáfora médica por cierto preocupante.

Mientras tanto, Blair intenta mostrarse dialogando con los dirigentes musulmanes, a los que llama a hacer frente a la "ideología del mal", un intento de aparecer lejos del racismo después de haber formado parte de una invasión con tanto tufillo a cruzada.

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