El divorcio

por Miguel Espinaco

El futuro dirá si Kirchner y Duhalde midieron bien el golpe. El divorcio de la pareja gobernante que viene dirigiendo el país desde el 2002, del dúo dinámico que se sucedió en el uso del sillón de Rivadavia compartiendo votos, ministros y amigos, tendrá su in crescendo inevitable en el camino hasta octubre. Una palabra lleva a la otra y ya se sabe que es imposible prever cómo terminará el enredo cuando la pelea por los votos empiece a elevar los tonos de voz y a poner más nerviosos a los vendedores de ilusiones.

Por lo pronto, las cosas no empezaron con delicadezas. Cristina Kirchner salió a pegar a Duhalde con El Padrino de Coppola, o sea con la mafia, y Chiche Duhalde devolvió las atenciones aclarando que Buenos Aires no es un hotel que se alquila para una elección refiriéndose, claro, a la oportuna mudanza de distrito de la esposa del presidente.

Néstor Kirchner no se hizo esperar y en la misma línea argumental que intenta poner a Duhalde en el pasado para quedar él - ante los cansados votantes - como el presente y el futuro de la patria, contestó que no sólo a Buenos Aires la alquilaron y la vendieron sino que con todo el país hicieron lo mismo. Para completar la iconografía peronista, el Duhaldista Mercuri recordó que ellos son el partido justicialista y que si Evita viviera……. estaría en la vereda de enfrente de Kirchner.

La comedia de frases rimbombantes promete un continuado como el de los viejos cines, pero no sorprende demasiado: se trata de una pelea anunciada.

Claro que también es verdad que eso no la hace menos complicada.

Hagan juego señores

La llegada de Kirchner al gobierno empujado con los votos del aparato Duhaldista fue el resultado del fracaso del proyecto De la Sota que no "medía" suficiente como para ganar y fue el resultado de una alquimia electoral de emergencia que obligó a un peronismo impactado por el fin de la era Menem, a presentarse a las urnas fraccionado en tres candidaturas tres.

El enhebrado de un nuevo liderazgo llevaba a un choque inevitable, la cuestión era el cuándo. Duhalde y Kirchner eligieron este escenario de elecciones legislativas y pusieron a sus respectivas cónyuges para que el duelo de apellidos fuera transparente, para que fueran sus nombres los que alumbraran desde las marquesinas. Ya se verá, te decía, si midieron bien el golpe.

Las preocupaciones por la gobernabilidad aparecieron casi como un reflejo inevitable, agitadas especialmente desde los titulares del diario La Nación. Hay que tomar debida nota de que gobernabilidad significa en la jerga de la buena política burguesa, la capacidad de mantener al pueblo trabajador en el corralito de los partidos que prometen más de lo mismo y la posibilidad de mantener un funcionamiento un estado en el cual los patrones puedan dirimir sus frecuentes peleas sin meter a la "gente" - como les gusta decir a ellos - en el medio del debate. So pena, claro, de que todo pueda terminar en un colapso ingobernable como el del 2001.

Sin un sistema de partidos alternativo - la débil oposición patronal no justicialista es un mosaico demasiado fragmentado - la preocupación expresada por La Nación, pero también por la Carrió y por López Murphy y por Clarín, no parece moco de pavo. No alcanza para minimizarla, con citar a banqueros que salen a poner paños fríos expresando su confianza en que después de las elecciones habrá acuerdo y sanseacabó. Desde acá hasta octubre habrá tensiones hacia una discusión de buenos modales para no correr el riesgo de que se caiga toda la estantería - es cierto - pero también habrá tensiones hacia un choque cada vez más desmesurado como ya hoy mismo se evidencia.

Después, será muy difícil deshacer esa dinámica. Si la fractura se prolonga hacia dos proyectos presidenciales en el 2007 - como bien puede esperarse - predominarán las tendencias a la diferenciación que podrían trabar la aplicación del plan de mantenimiento de la pobreza que han venido aplicando hasta ahora juntos y con todo éxito, Kirchner y Duhalde. La dinámica del conflicto al interior del peronismo podría abrir brechas que fortalezcan aún más los reclamos de sectores de desocupados y de trabajadores ocupados que fueron instalándose ya con fuerza durante los últimos meses.

Más allá de los problemas para el buen funcionamiento del Estado de los banqueros y de los accionistas que podrían llegar a resultar de la ruptura del partido gobernante, Duhalde y Kirchner han hecho sus apuestas personales, y son apuestas fuertes.

Kirchner ha debido renunciar a su sueño plebiscitario y ahora ya se conforma con una victoria digna. Duhalde se arriesga a resignar no sólo su hegemonía en el control del aparato bonaerense, sino hasta lo posibilidad de erigirse como líder de un eventual partido opositor capaz de reorganizar el averiado bipartidismo argentino, que funcionara años ha como un eficiente sistema para el engaño masivo.

A ver quién es el que lo tiene más grande

La pregunta del millón acá, trata sobre si realmente estamos frente a un partido partido, con dos políticas y dos proyectos de país - como les gusta decir - o si se trata apenas de una pelea de líderes que decidieron usar como gran ring la provincia de Buenos Aires para dirimir quién manda en el peronismo. La respuesta, posiblemente, tenga que tener un poco de cada cosa.

Es vox populi que tanto Duhalde como Kirchner pelean por el control del aparato de punteros de la provincia de Buenos Aires. La revista Noticias le puso un valor al "botín" por el que pelean los líderes justicialistas: 28.600 millones de pesos de presupuestos varios para mantener el control clientelar sobre la provincia. Ya se ve que la famosa nueva política no aparece por ningún lado.

Un trabajo del Centro de Estudios Nueva Mayoría, calcula el control territorial que poseen actualmente el cabezón y el pingüino y nos cuenta que en términos de porcentaje de población gobernada por intendentes afines, el gobierno nacional y el duhaldismo se han equilibrado con una leve ventaja para el primero si se suman los municipios del felipismo.

Con esta primitiva contabilidad de clientes, nos muestran una vez más por qué métodos se siguen consiguiendo los votos. Como los mismos viejos caciques del peronismo bonaerense fueron repartidos entre los candidatos a gran jefe es difícil encontrar algo nuevo bajo el sol justicialista.

Eduardo Tagliaferro, de Página 12, le hizo notar esta contradicción a Alberto Fernández, porque él había afirmado muy suelto de cuerpo que el kircherismo estaba dispuesto a llevar adelante el cambio en las lógicas políticas que pidió la gente el 19 y 20 de diciembre, pero que no piensan que haya que tirar un viejo por la ventana todos los días, que hay que mixturar el presente con el pasado para construir un mañana mejor.

El cronista subrayó que menos mal que había aclarado que no era partidario de tirar dirigentes por la ventana, porque muchos de los que hoy siguen a Kirchner, hace 17 años que vienen cotizando sus apoyos, entonces Fernández reaccionó diciendo que hay que entender que la gente los vota hace 17 años y el periodista rápido de reflejos, le dijo de la misma manera que eligen a los que están con Duhalde y entonces Fernández absolutamente. Dijo eso: absolutamente, y desvió el tema hacia otra abstracción menos comprometedora.

Seguramente porque su perfil no la obliga a ser tan cuidadosa, la señora de Duhalde fue menos vueltera y se preguntó cómo agraviarlos si muchos habían sido secretarios privados de su marido que hasta hace una semana visitaban su casa.

El ex piquetero y ahora oficialista Luis D´elía decidió finalmente relevarnos de la prueba al presentar su confesión de parte. Que nos haya quedado el 30 ó 40 por ciento de intendentes mafiosos de este lado es una dificultad - dijo - pero enseguida aclaró: es una dificultad de quinto orden. Lo que se dice una pavada.

La plata grande

Más difícil se hace reconocer el otro "botín" - mucho más jugoso todavía - que disputa la burguesía argentina, la pelea que puede adivinarse distorsionada detrás de las sobreactuaciones preelectorales.

Se hace difícil imaginar que los forcejeos de los accionistas y de los banqueros por el reparto de las ganancias no estén reflejándose en el divorcio del dúo gobernante, en medio de la discusión sobre si hay que dejar o no caer el dólar, sobre los modos de implementar el ajuste que todos están dispuestos a realizar en el futuro y sobre las tarifas.

El número que ofrece la revista Noticias - 28.600 millones en presupuestos para aceitar el aparato clientelar - empalidece ni bien consideramos que el Producto Bruto Argentino (o sea lo que producen los trabajadores con su trabajo) alcanza a los 500.000 millones de pesos y que la mayor parte de esa plata - estimativamente cerca de un 80% - se la quedan las patronales.

El reparto de esta gigantesca torta no puede visualizarse con demasiada claridad leyendo los diarios dado que se produce en el movimiento confuso del mercado. Sí digamos, que el mercado reparte influido por normativas que se disponen desde el poder político, justamente lo que dirimen Duhalde y Kirchner. La decisión de mantener el dólar alto o dejarlo caer se miden en ganancias que se disputan exportadores, importadores y timberos financieros, los acuerdos que afectan más o menos puntos del PBI al pago de la deuda, influyen en los números de los bancos y en los de los capitalistas que viven del subsidio estatal, las tarifas cuando suben, unos empresarios las cobran y otros las pagan y así ceden parte de las ganancias.

Es, como se ve, una pelea por plata entre los políticos, pero también una pelea por plata - y por muchísima más plata - entre los sectores patronales que se están quedando con los beneficios de la tan mentada reactivación económica.

Para acorralarte mejor

Pero hay todavía otro aspecto que merece ser tomado en cuenta.

No es un dato menor que Chiche Duhalde haya optado por un tono más duro para enfrentar las huelgas y haya criticado al kirchnerismo por su discurso sobre los derechos humanos y por sus tácticas de aceptar en sus filas a sectores piqueteros dispuestos a disciplinarse al presidente. Sus declaraciones del domingo al diario La Nación, pretenden convencernos de que la ruptura se dio porque Kirchner insistía, precisamente, con poner piqueteros en las listas y ella no quería.

Más allá de que la explicación funcione también como excusa, lo cierto es que deja entrever la polémica entre los sectores patronales que más de una vez asoma en los editoriales de los principales diarios, el debate sobre el cómo disciplinar los reclamos de los desocupados y de los sectores de trabajadores que buscan recuperar parte de lo que perdieron con la devaluación y les amenazan la fiesta.

La puja, por ahora, tiene pronóstico reservado y los trabajadores no ganamos nada participando en ella.

Se trata apenas de una pelea de piratas que son diferentes pero al mismo tiempo lo mismo, que discuten sobre si el robo debe hacerse con la pose elegante de Cristina o con los modos más severos de Chiche, que discuten quién se queda con la mejor parte del botín, pero que coinciden en mantener la vieja ley del capital que establece que siempre siempre, las víctimas del robo terminamos siendo los trabajadores.



Opiná sobre este tema
Ir a la Portada Siguiente ®