Aguante la ficción

por Javier González y Miguel Espinaco

Elecciones otra vez

Como siempre, uno de los latiguillos frecuentemente utilizado desde el progresismo contra quienes ponen en duda la legitimidad del sistema electoral es el tema de la "responsabilidad del voto". Dejemos de lado las hipocresías. La recientemente desaparecida Ley de Lemas había sido consensuada entre los principales partidos patronales: el radicalismo y el peronismo y avalado también por el socialismo. Estos representantes de distintas posiciones burguesas legitimaron durante años la farsa electoral a la que fue sometida "la masa electoral" de la provincia.

Se enojarán algunos porque llamamos partidos patronales o burgueses a los 3 principales partidos políticos de la provincia, pero es que no se los puede calificar de otra manera. Sino vea quiénes lo integran, quiénes son los que toman las decisiones, qué temas discuten, qué proyectos presentan y qué leyes aprueban.

Pero volviendo al tema ley de lemas, ese gran engaño presentado como democrático hacía que nunca fuera el más votado quien resultaba elegido. Además daba para que se pusiera en movimiento toda la carroña electoral. Miles de ignotos candidatos, cientos de "aparatos" políticos que "negociaban" votos a cambio de plata o cargos. Lejos de resultar una profundización de la democracia, propiciaba una gigantesca prostitución de la política.

En general ninguno de los partidos en cuestión - ni siquiera aquellos que vivieron la efímera vida de una mariposa como el Frente Grande o el Frepaso - cuestionó a fondo el sistema electoral y cada vez que hubo elecciones llamaron a sumarse a la farsa. Ni siquiera después de la inundación provocada del 2003 hicieron un boicot, legitimando con su participación el fraude electoral que permitía la Ley de Lemas. Pero por las dudas y para legitimar la gran trampa, el recurso fue siempre el discurso de la "responsabilidad del voto" y el "ejercicio de la ciudadanía".

Si bien no son temas menores, la forma en que se los presenta en sociedad los transforma en estupideces.

La responsabilidad del voto fue agitada una y mil veces desde el oficialismo y la oposición con la idea de disminuir el voto bronca o el voto en blanco. Surgía el "voto útil", es decir el voto dirigido solamente a alguno de los dos o tres partidos que tenían chances de ganar una elección. ¿Para qué votar a los partidos chiquitos? ¿Por qué votar en blanco? Había que votar a la oposición para que no gane el oficialismo o al oficialismo para que no llegue la oposición. Los resultados ya son conocidos.

Cuando esos resultados conocidos volvían una y otra vez a repetirse surgía la vieja y conocida muletilla del progresismo ¿vio que yo le dije? ¿y ud. que hizo? Votó siempre a los mismos.

Socializar la culpa -que es lo único que se socializa en este país- para que nadie resulte responsable, nadie resulte culpable. "La responsabilidad es de todos" "Todos somos responsables" "Todos tenemos una cuota de responsabilidad". Si todos somos responsables entonces nadie es culpable. Y de hecho nadie resultó culpable nunca o mejor dicho sí, el culpable resultó ser siempre el votante por "no aprender a votar", por "no tener educación" o por vender su voto "por el sándwich y la coca".

Este discurso se repitió una y mil veces desde el progresismo, repetido hasta el hartazgo como si se tratara de un análisis sociológico serio.

En las pasadas elecciones estrenamos sistema electoral nuevo. Otra payasada. Otra vez la maquinaria del engaño puesta en funcionamiento. Otra vez la máquina electoral funcionando a pleno, complicada máquina que solo fabrica resultados previsibles. Eso sí, chochos los imprenteros que pudieron hacer su primavera en pleno invierno.

Sobre la ciudadanía, los derechos y los deberes se plantean como universales, como si en los hechos, en una sociedad profundamente desigual, pudieran los derechos ser para todos.

No tienen los pobres, los desocupados, los trabajadores, es decir las víctimas del sistema, los mismos derechos que los explotadores. Tampoco son iguales los derechos de las mujeres que los de los varones. Claro que todo es muy hermoso cuando se escribe en los libros y se imprimen folletos sobre los "derechos de todos". En los papeles somos todos iguales pero fuera de ellos no.

En una ciudad relativamente pequeña como Santa Fe es inconcebible que haya personas que no conozcan determinados sitios de la ciudad. Así como tuvo que provocarse una inundación para que la gente de los barrios elegantes tomara conciencia de la existencia de toda una realidad oculta hacia el oeste de la Avenida Freyre, también existe una barrera prácticamente infranqueable para muchos pibes de los barrios del oeste que en 10 o 12 años nunca conocieron la costanera santafesina ni nuestro máximo símbolo reconstruido por el Lole: el puente colgante.

Parece toda una exageración pero es así. Hay pibes que no conocen la costanera. Ni hablar de llegarse a un cinemark. Y entonces ¿que pasa con los derechos ciudadanos?

La imagen es todo

Esto parece dar crédito a los Neustadt que vociferan que lo que no sale en televisión no existe.

Cuando Lanata mostró en su programa los padecimientos de una nena tucumana desnutrida, los medios hicieron la "gran Susanita", dijeron ¡que barbaridad! y a otra cosa.

Acá en Santa Fe cuando se habla de Tucumán, La Rioja o Santiago del Estero, se habla de feudos políticos, de pobreza, marginalidad y "brutalidad", como si nuestra realidad no presentara rasgos similares. No hace falta viajar muy lejos para conocer la desnutrición infantil o los pibes con sarna. Hacia el año pasado, en un Centro de Acción Familiar ubicado en el noroeste de nuestra ciudad, casi 30 chicos - prácticamente un 45% de su matrícula - presentaba bajo peso y distrofias de 1er y 2do grado.

Hoy la situación empeora, los precios suben culpa de los porteros de edificio y la miseria lentamente nos carcome los huesos.

Entonces, en el terreno de la realidad cotidiana no todos los ciudadanos tenemos los mismos derechos y - obviamente - tampoco las mismas responsabilidades.

Las elecciones son el reino de la ficción que se opone a esa realidad cotidiana, que nos cuenta el cuentito de que todos somos iguales porque ahí parecería que todos valemos un voto, si uno obvia el evidente detalle de que algunos son los vendedores y los otros muchos los que compran.

Y como la ficción se traduce en imágenes, lo que importa son las caras en los afiches, la venta del producto candidato que se pavonea en la gran góndola del supermercado electoral poniendo su mejor cara de buena gente - photo shop mediante - para parecer lo que después traduce en abstracciones que repite durante toda la campaña, cada vez que tiene un micrófono adelante o una cámara para que los votantes lo vean otra y otra vez. O cada vez que imprime un folleto en el que redacta cuidadosamente sus "propuestas".

Y sus propuestas son más trabajo, más honestidad, cosas así de simpáticas pero nunca demasiado precisas, no vaya a ser cosa.

La vida de la "gente" - como les gusta decir a los candidatos - nunca tiene nada que ver con lo que se habla en las elecciones.

La sed no es nada

Hace pocos días se habló mucho en los medios, de chicos de la calle que asaltaron y destruyeron la Escuela Bustos. Esos chicos andaban por ahí hace mucho, merodeando y sobreviviendo en las cercanías de la terminal de ómnibus y ahora ese hecho los convirtió en visibles por unos días, hasta que la noticia se olvide y entonces a otra cosa.

El hecho no debiera sorprender, porque Santa Fe ha aparecido en las últimas estadísticas nacionales con números que bien pueden ubicarla como la capital de la pobreza de un país de pobres. Los grandes partidos, los que marcan el pulso de la farsa electoral, no hacen más que decir qué terrible, pero nadie impulsa una política clara y simple que resuelva ese problema terrible en nuestra pequeña aldea.

Basta hablar de la pobreza para notar cómo funciona el aceitado engranaje electoral, que puede dejar ese pedazo central de la realidad bien al costado, que puede aventarlo con un gesto que haga parecer que ellos - ahora sí - harán algo por Santa Fe.

Pero no es el único tema de la vida que se deja afuera. Los santafesinos que sufren el sacrificio cotidiano del servicio público de pasajeros, no son llamados a discutir soluciones para este problema colectivo - valga el doble sentido - ni siquiera cuando se supone que eligen a los "representantes" de su ciudad.

Pero la ficción da para todo. Hace apenas dos años y meses, Santa Fe se inundaba y muchos de sus barrios quedaban sumergidos bajo el agua real y marrón del Río Salado, pero este hecho pasó de largo, opacado por las frases de ocasión. Todo el debate sobre qué hacer con esta ciudad con tantos barrios construidos sobre áreas vulnerables brilló por su ausencia. El peligro de muerte, les sigue importando tan poco como antes.

Obeid festeja entonces que su nuevo juguete electoral no fracasó tanto como se esperaba, que la ficción parece aguantar el cansancio de libretos repetidos, y se excusa porque en Santa Fe - dice él - los peronistas no votaron tanto porque la interna estaba decidida. Y la oposición hace cuentas para ver cuántos carguitos suplementarios le otorgará la decadencia justicialista.

La vida real - mientras tanto - sigue como si tal cosa, tan mal como antes, tan lejos de los latiguillos permanentes de los que pregonan la responsabilidad del voto.



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Números

Lo que sigue es una comparación entre lo ocurrido en el 2003 y el 2005 en Santa Fe Capital. En lo que refiere al 2003 hemos usado la votación de concejales, y en el 2005 hemos proyectado linealmente los datos del escrutinio provisorio, faltando escrutar un 9% de las mesas. Si no se marea, acá están, estos son, los datós de la elección:

40.474 votos perdió el Partido Justicialista. Obtuvo la mitad de los votos que había conseguido en 2003, cuando había recogido 80.793. Lo votó un 15 % del padrón total.

11.370 votantes que no habían votado a la gente de Binner en 2003, lo hicieron esta vez por los candidatos del Frente Progresista, que consiguió juntar 61.070 votos, o sea casi un 23% de los empadronados.

6.309 votos más consiguió el ARI y llegó a 15.072 votos, 5,6% del padrón.

1.084 votos más tuvo la lista del Partido Obrero y llegó a 1.813 votos, el 0,8%.

1.210 votos más obtuvo Izquierda Unida, con lo que alcanzó la suma de 2.995 votos, el 1,12%.

11.731 personas que habían votado en el 2003 alguna lista de concejales en Santa Fe, no votaron a nadie en esta elección (en blanco, nulos o no votaron). En el 2003 habían sido 114.900 (43,45% del padrón) y en 2005 fueron 126.631 (47,36%).

12.718 personas menos votaron en esta elección, a pesar de que el padrón incluía a 2.936 personas más

La máquina electoral de la que
"sale siempre lo mismo"
Tapa de revista Caras y Caretas de 1899
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