Un grito de tierra adentro

por Javier González

Cv de Angelelli

El Pelado había nacido en Córdoba en 1923 y 26 años después era ordenado sacerdote.

Contaba casi con 30 años cuando se le dio por fundar la Juventud Obrera Católica en Córdoba, cercana a lo que se había dado en llamar Cristianismo Revolucionario.

"Junto a Monseñor Devoto -dice Gabriela Cerruti en su libro "El jefe, vida y obra de Carlos Saúl Menem"-, Obispo de Goya y Monseñor Podestá, Obispo de Avellaneda, se convirtieron en los pilares de los Sacerdotes por el Tercer Mundo".

Si bien Enrique Angelelli no perteneció a esta agrupación, mantuvo estrechas relaciones y muchas coincidencias con sus integrantes.

En 1961 el Pelado Angelelli fue nombrado Obispo Auxiliar de la Diócesis de Córdoba.

Pero la industrializada Córdoba con sus obreros organizados en gremios combativos, el perfil "obrerista" de Angelelli y su adhesión a una necesidad de transformación de la Iglesia Católica según los preceptos emanados del Concilio Vaticano II, produjeron fricciones entre el cura y la jerarquía eclesiástica.

Con una decisión que es, a estas alturas, práctica habitual en la Iglesia Católica, Enrique Angelelli fue enviado a lo que la conservadora Jerarquía Católica consideraba las antípodas de la problemática Córdoba: La Rioja.

Así, un año antes de producirse el cordobazo que terminaría con las pretensiones fascistas de Onganía, en 1968, el pelado fue enviado con prédica y todo a los pagos del por entonces no tan conocido Carlos Saúl.

Pero Angelelli no era uno de aquellos cristianos que hoy predominan en el seno de la Iglesia Católica, esos que predican "el hacer" y critican a los "que no hacen nada". Hacer, para ellos, es colocar una curita en la frente de un moribundo de HIV en el África. En cambio para Angelelli hacer era organizar, hacer era construir una sociedad distinta.

En los pagos del Sultán

En La Rioja, dentro de una sociedad absolutamente patriarcal apoyó la formación del Sindicato de Amas de Casas y la organización gremial de los mineros en Olta, estimuló la formación de cooperativas campesinas y no dejó nunca de criticar duramente a los terratenientes riojanos que sumían a los campesinos en una miseria absoluta.

Gabriela Cerruti cuenta que "Angelelli comenzó a movilizar a los riojanos para que reclamaran por la justicia social, la división de las tierras y las riquezas, el salario digno y el empleo. Las estadísticas indicaban que el 25% de los niños riojanos no consumía leche, y que la mortalidad infantil era del 72 por mil".

Obviamente que estas acciones marcaron el alerta para la derecha católica. Cuenta Cerruti que un documento del Centro de Residentes Riojanos en la Capital señalaba que Angelelli era "un cura guerrillero, infiltrado marxista, falso profeta con piel de lobo". "El Obispo de La Rioja cuenta con un importante y bien preparado equipo socialista, que se encarga de organizar encuentros o campamentos con participación de jóvenes estudiantes universitarios, hermanas de congregaciones religiosas o simples campamenteros. El motivo para estos encuentros lo da el hecho de que el pueblo riojano es pobre y desposeído. Así se los orienta hacia el trabajo en rancherías o lugares socioeconómicos necesitados y -con el pretexto de realizar estas experiencias- se aprovecha para adoctrinarlos y orientarlos en el nuevo catecismo de Medellín. Monseñor Angelelli, en su afán de transformarse en un nuevo Robin Hood de los desposeídos, no pierde oportunidad para hacer oír su voz de protesta".

El carismático Carlos Saúl había comenzado por aquellos años su mesiánica carrera política. Gran lector de la realidad, el émulo de Facundo Quiroga no dudó en teñirse de un barniz progresista para estar a la altura de los tiempos que corrían. Su candidatura a Gobernador por la provincia contó con el apoyo del mismo Obispo Angelelli, que como muchos otros entendió que era el peronismo el único partido capaz de llevar adelante los sueños de la liberación nacional.

El "hacer" del obispo llegaba hasta el reclamo de la expropiación y entrega a una cooperativa de trabajadores, de 124 hectáreas pertenecientes a la finca Azzalini, que había sido cerrada por "improductiva". Esta postura enfrentó a Angelelli con los terratenientes riojanos, quienes no obstante el apoyo popular con que contaba el reclamo del Obispo, no dudaron, con Amado Menem a la cabeza, en pedir la remoción del sacerdote, llegando incluso a "organizar" la expulsión a pedradas de Angelelli de Anillaco.

Cumpliendo como siempre con la palabra dada, Carlos Saúl envió el proyecto de expropiación de la finca Azzalini pero para "parcelamiento y venta".

Con la aparición de las bandas fascistas la violencia que iba in crescendo en Argentina llegó también a La Rioja. El monseñor Angelelli fue uno de los primeros "condenados a muerte" por la Triple A en 1974.

Cuando llega el golpe

En los primeros meses de la dictadura militar la desazón de Angelleli fue en aumento. En una carta dirigida a Monseñor Hesayne confiesa la posibilidad de renunciar: "me veo obligado, están matando mis ovejas, mis fieles, a causa de mi pastoreo".

Esta decisión que meditaba el pelado surgía azuzada por la incomprensión que sentía por parte de sus pares de la Conferencia Episcopal que se había realizado en mayo de 1976.

Para Angelelli el genocidio que se estaba realizando entonces podía frenarse si la Iglesia Católica se ponía de pie para enfrentar a la dictadura. Si el mismo Papa encabezaba una campaña internacional, el genocidio pudiera haberse frenado. ¿Por qué no lo hizo? Esta es una de las grandes preguntas que algún día debería merecer una respuesta seria por parte de la jerarquía católica.

El 4 de julio de 1976 se había producido la masacre de los sacerdotes y los seminaristas palotinos en el burgués barrio de Belgrano R.

Días después, el 18 de julio, un grupo que se presentó como perteneciente a la Policía Federal Argentina pidió a los sacerdotes de la Parroquia de El Salvador en Chamical, La Rioja, Gabriel Longueville y Carlos Murias, que los acompañaran para declarar sobre unos detenidos políticos. Según testimonios de la época los sacerdotes fueron llevados a la Base Aérea de Chamical donde fueron "torturados sádicamente", fusilados y abandonados a 15 km de la ciudad.

Una semana después el trabajador rural Wenceslao Pedernera perteneciente al Movimiento Rural Diocesano es fusilado delante de su mujer.

Angelelli tomó el caso de los sacerdotes asesinados, investigando y recolectando pruebas con el firme propósito de dar con sus autores. En la homilía que pronunció ante los féretros de los curas, el pelado aseguró que había reunido los datos suficientes como para "informar a quien correspondiera". Ese quien, según cuentan sus allegados, era el mismo Papa en el Vaticano.

Esa tarde del 4 de agosto de 1976 cuando Angelelli y un colaborador se dirigían en camioneta llevando la carpeta que contenía los datos recabados, fueron emboscados por otro auto. Cuando el colaborador del pelado recobró el conocimiento se encontró conque el Obispo estaba muerto a 25 metros de la camioneta, con su nuca destrozada y con signos evidentes de haber sido arrastrado por el asfalto.

La carpeta que llevaba Angelelli fue recibida horas después por el Ministro del Interior Eduardo Harguindeguy en su despacho, llevada directamente por un tal Capitán Vaca.

Con el retorno democrático todos esperaron que se hiciera justicia. La investigación judicial llevada adelante por el Juez de Instrucción Aldo Fermín Morales comprobó que "la muerte de Angelelli no fue un accidente de tránsito sino un homicidio fríamente premeditado y esperado por la víctima".

Los autores materiales del asesinato fueron el capitán José Carlos González, alias "Monseñor", el suboficial Luis Manzanelli y el sargento Ramón Oscar Otero. En sus brillantes y heroicas fojas de servicio, González y Manzanelli cuentan con el crédito de haber sido torturadores en el campo de concentración de La Perla, en Córdoba.

Como es historia conocida, no hace falta aclarar que las leyes radicales y peronistas de Punto Final y Obediencia Debida hicieron que los asesinos se paseen alegremente por nuestras tierras. Tampoco es necesario decir que la derogación de las leyes de la impunidad realizada por la Corte Suprema de Justicia a la vez que impulsa las esperanzas de encarcelar a los responsables del genocidio, también lo hace con las expectativas electorales de nuestro bizco presidente que no deja de lado nada a la hora de hacer campaña.



Opiná sobre este tema

"¿Por qué no quieren que diga lo que siento...
es que es mentira hablar del silencio...
no escuchan los gritos de los de tierra adentro?"

Fragmento de la poesía "A la Rioja Querendona" de Enrique Angelelli

La situación política que se vivía en nuestro país y en toda latinoamérica tenía su extensión en el seno de la misma Iglesia Católica. Así como muchos sacerdotes católicos habían asumido compromisos y posturas similares a las de Enrique Angelelli, otros tantos no dudaron en apoyar los genocidios que las distintas dictaduras militares llevaron adelante en todo el continente. Esta "tolerancia", dicho en el mejor de los casos, por parte de la Jerarquía Católica estaba totalmente en consonancia con la corriente restauradora que luego encabezaría el finado Karol Wojtyla.

Así como la palabra de Angelelli expresaba cosas como: "Dios no quiere hombres resignados" o "La tierra es para todos, el agua es para todos, el pan es para todos"; otros se paraban en sus antípodas y exclamaban, como el Previcario Castrense Monseñor Victorio Bonamin que el pueblo argentino ha cometido pecados que sólo se pueden redimir "bañando la espada en el Jordán de la sangre".

Los mártires

Una de las discusiones que despierta la vida de Enrique Angelelli es su condición o no de mártir. Dice Marta Vasallo en su nota "Un obispo crucificado", publicada en el libro "El Opus Dei y la restauración católica" publicado por Le Monde Diplomatique, que "una sólida fundamentación del calificativo de mártir para el caso Angelelli es la que desarrolla el jesuita español José Ignacio González Faus...." que "partiendo del principio de su discípulo mexicano J. Jimenez Limón, según el cual "el pecado central de nuestro mundo es la opresión socio-histórica", González Faus se remite a la noción de martirio habilitada por Tomás de Aquino: "Padece por Cristo no sólo el que padece por la fe de Cristo". Con esta noción González Faus refuta el habitual reparo eclesiástico a atribuir condición de mártires a obispos latinoamericanos como monseñor Romero o Enrique Angelelli, ya que no se trataría de muertes "por odio a la fe". Esta fórmula, que se remonta al siglo XVIII, sólo permitiría concebir como mártires a los cristianos víctimas de no cristianos. Pero precisamente Angelelli señalaba que lo más aberrante de la persecución de que era objeto y de las torturas y asesinatos de miembros de la iglesia es que eran alimentados en nombre de la fe, no del odio hacia ella."

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