La lógica del rehén

por Enzo Vicentín

Este editorial fue leído en nuestro programa de radio, en la edición 216 del 10 de setiembre de 2005.

Las repercusiones que tuvo la decisión del gremio docente Amsafe de continuar con los paros en las escuelas provinciales durante esta semana que pasó dan para pensar. Luego de una reunión el lunes por la mañana en la que el Gobierno supuestamente pre-acordó con los dirigentes de la docencia privada y estatal discutir en el plazo de 30 días la situación provisional, a cambio de que los gremios no hagan paro en ese lapso, la asamblea de Amsafe votó mayoritariamente en contra de la "propuesta" oficial (si es que se puede llamársela propuesta, y no promesa). Al día siguiente todos los sectores involucrados en el tema (funcionarios, docentes o padres de alumnos) salieron a opinar, o mejor dicho, los medios de comunicación fueron a preguntarle qué lectura hacían de la decisión gremial. Los resultados de ese sondeo fueron y son alarmantes, en parte. Escuchar en boca de un funcionario del ministerio de educación la frase de que los chicos son "rehenes" de la medida tomada por los maestros no es tan preocupante como que ese mismo discurso aparezca en boca de varios padres y madres de los chicos que van a las escuelas públicas. Concentrándonos solamente en la palabra rehén, casi como acto reflejo a uno se le viene a la cabeza otros conflictos laborales como el del Hospital Garrahan o el de los docentes de las universidades públicas de todo el país (aunque al final de semana, en el conflicto de los músicos del teatro Colón de Bs. As., también apareció esa palabra, aunque esta vez el supuesto rehén fue el público que quería ver a la pianista Marta Argerich). Recordemos que la acusación de mayor recurrencia hacia todos estos paros fue que los niños enfermos o los alumnos de cualquier nivel o "la gente" terminaban siendo rehenes del conflicto. Esto dejando de lado la acusación de "terroristas sanitarios" que lanzó el ministro de salud de la nación contra los trabajadores no médicos del Garrahan.

El significado de la palabra rehén en un diccionario es: "persona que queda en poder del enemigo como prenda del cumplimiento de un pacto". Los distintos funcionarios, nacionales o provinciales, que opinaron sobre estos conflictos nombrados, se manejaron en la línea de que los niños o alumnos son usados por los huelguistas para extorsionar al Estado. Esa línea de razonamiento utiliza el lenguaje de un enfrentamiento armado, que puede ser caracterizada como una batalla o una guerra abierta. Utiliza un lenguaje militar o policial para referirse a un conflicto entre un patrón que paga en negro (el Estado) y sus trabajadores. Escuchar tanto en radios como en televisión la palabra rehén de parte de personas ajenas a los conflictos, observadores externos de estas situaciones, hace pensar que la propuesta de los funcionarios de describir al conflicto en clave militar o policial llega, es decir influye, a la población. Vale aclarar que en el caso de los docentes universitarios no fueron los funcionarios los que agitaron el lenguaje del enfrentamiento, sino la agrupación del radicalismo en la universidad, la Franja Morada. Pero vuelvo a repetir, parece menos preocupante eso que el hecho de que muchos estudiantes ajenos a las agrupaciones políticas adhieran y sostengan una visión basada en el estímulo a la fragmentación y no en la solidaridad. Tanto eso como lo anterior son cosas preocupantes. La recurrencia del razonamiento de extorsionadores y rehenes parece una remake o una vuelta del discurso de la inseguridad, cuando en los tan difundidos secuestros (largos o en su variante express) se escuchaba la palabra rehén a cada rato. Y quien mantiene a alguien como rehén, además de ser un enemigo, es un delincuente según el discurso visto. A la militarización del lenguaje se le agrega entonces la criminalización de los que protestan por condiciones de trabajo y jubilación al menos un poco más justas. Los Gobiernos proponen tratar a los huelguistas de distintos sectores como delincuentes, y lo lamentable (aunque también entendible) es que un sector de la población adhiera a ese discurso y lo reproduzca.

Como conclusión deben decirse por lo menos 2 cuestiones. La primera es que debe observarse en cualquier conflicto laboral entre el Estado y sus trabajadores una posición sistemática de los gobiernos a no reaccionar ante otra acción de los trabajadores que no sea el paro. El caso de Amsafe es evidente. Desde marzo los docentes vienen reclamando la discusión sobre la edad de la jubilación y el 82 % móvil. El gobierno provincial dilapidó 7 meses de tiempo, de oxígeno político, para encontrarle una salida o llegar a un acuerdo sobre este tema. Y nada hicieron las comisiones oportunamente formadas para discutir esos temas. Solamente un nuevo paro "despertó" a los funcionarios, solamente con las aulas vacías reaccionaron. Quien critique a los docentes por los paros, debe saber entonces que el paro es la acción más eficaz que tienen en sus manos para lograr sus reivindicaciones, como lo ha sido en toda la historia de la clase trabajadora.

Una última reflexión. Llamar la atención sobre la militarización y criminalización del discurso de numerosos funcionarios es llamar la atención sobre las palabras que se usan para describir situaciones de la realidad. Y bien puede hacer uno el ejercicio de pensar acerca de que este uso de las palabras no se queda en el plano discursivo. Poner, como lo hizo el gobierno nacional, a 1500 policías en las calles de Buenos Aires para impedir que una marcha llegue a la plaza de mayo puede leerse como el correlato material, en las acciones, de lo que se lee y se oye en el lenguaje. Ver semejante despliegue intimidatorio y represivo por parte del gobierno no necesita demasiadas palabras para relacionarlo con la lógica del enfrentamiento social. Incluso, solo vasta con verlo por televisión.



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