Biografías curturales

Durante 57 años, Guillermo Zanabria Kutitca vivió y trabajó en El Pantano (entre nosotros: Santa Fe) pero expuso su obra pictórica en el exterior. Ahora el Museo de Aretesanías Regionales For Export ofrecerá la totalidad de sus instalaciones vanguardistas. Una retrospectiva de su obra, que arranca desde sus prodigiosos tres años hasta el actual ascetismo expresivo del artista.

Guillermo Zanabria Kutitca

Un avanzado de las artes plásticas

por Maytland Goyeneche

Por fin alguien decidió que la obra pictórica de Guillermo Zanabria Kutitca merecía ser disfrutada por sus coetáneos. Y la responsabilidad cayó sobre un ignoto funcionario de un ignoto museo regional que solo suele ser visitado por contingentes escolares más deseosos de ver el cadáver de la infanta Margarita (para ser rigurosos el museo de Aretesanías Regionales For Export solo tiene una foto de la mentada infanta, lo que no quita que sea su atracción principal). Y es allí donde los pantanenses podremos disfrutar la obra de Guillermo Zanabria Kutitca (más conocido entre sus amistades como "Willy tres piernas" por ciertos atributos que se le atribuyen) que por esos avatares del capitalismo salvaje es más un desconocido entre sus pares que la figura imprescindible de la curtura que merecería ser.

En un gesto artístico que lo enaltece Willy expone una retrospectiva con una obra que trazó una hipérbola desde el intenso dramatismo de sus prodigiosos tres años al ascetismo expresivo actual y que cierra con uno de sus últimos cuadros, My Fuck Ass, cuya traducción del checo preferimos prescindir.

La muestra ya recorrió varias latitudes y fue producida por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia de Madrid (donde fue visitada por 47 mil millones de personas) con la colaboración de Ragazoni que se estaba tomando un vino con uno de los curadores de la muestra. La integran alrededor de 20000 obras de colecciones públicas y privadas de todo el mundo e incluye pinturas de payasitos llorando, dibujos de antiguas novias en ropa interior y una instalación de 54 sillones en un montaje especialmente concebido para Santa Fe. “Es una muestra muy sobria”, dicen que dijo Guillermo Zanabria Kutitca . “Es compleja, reconcentrada, templada, moderada, sofrenada y hasta grave si se te ocurre. Aunque hay piezas que tienen veinte años de historia, la exposición refleja al artista que soy hoy, ese loco idealista”.

Las últimas obras de Guillermo Zanabria Kutitca forman parte de un ciclo Tolkien-warneriano sobre la cuatrilogía “El señor de los anillos de los nibelungos”. Sin ir más lejos, Vlad Tepper, una pintura hecha especialmente para la zona del litoral, reproduce la tapa del CD de la música de la clásica película Blade Runner: “Vlad Tepper revela algo de la naturaleza de Dios. Hay también una especie de menjunje cultural. Me pareció como un comentario sobre la radio, como si fuera un ensayo sobre la entrada de mi muestra a la ciudad, y a la vez una especie de precipicio, una especie de escenario del cual si uno da un paso se cae”. dicen que dijo ya con unos vasos de cerveza San Carlos caliente en el estómago.

Una mirada política, que aunque Willy rehúye no puede evitar que los críticos de todo el mundo se la atribuyan, abarca también los mapas de sus últimos cuadros, una serie de planisferios robados en escuelas públicas sobre los que realiza ciertas manchas colóricas en los países comunistas.

La cuestión política en la obra de Willy fue objeto de polémica desde mucho antes de que en la XI Bienal de San Pablo aparecieran sus primeros tres sillones manchados. Se trataba de mapas pintados sobre sillones de agua de la inundación que anegó la ciudad de Rosario, que en la Documenta IV de Kassel ya era un conjunto de 100 sillones, cuya configuración permitía que el mapa saliera de un sillon y continuara en otro avanzando sobre los cubresillones y los almohadones. En 1981 los sillones llegaron al MOMA de Nueva York y dos años después una instalación de ochenta y tres sillones conmovió a los visitantes del IVAM de Valencia y del Museo Rufino Tamayo de México. El juicio del público fué unánime: La obra era aburrida, pero al menos te permitía echarte una siesta. Pero Willy prefiere que la instalación —y su obra en general— no sea vista dentro de una variable inundados-chicos de la calle-María Celia Costa-Alberto Maguid que “creo, la limita. Trataría de desalentar esas visiones, intentaría proteger una cierta cualidad abstracta de la obra, pero me parece que frente a evidencias, seria una necedad de mi parte decir que nada tiene que ver con nada, cuando en realidad la evidencia me muestra que todo tiene que ver con todo”. Todo un filósofo de las artes.

Si bien no podría precisarse exactamente el momento en el que entraron los sillones a la obra de Willy, alrededor de 1982 comenzaron a verse, en colores purpúreos, pequeños sillones vacíos en cuadros desolados. “Me parece que, una vez que apareció, el objeto empezó a funcionar también como una máquina de dar sentido; las cosas se empezaron a organizar a su alrededor y todo el mundo sabía que donde había un sillón manchado de semen era una obra de Guillermo Zanabria Kutitca.

La aparición de las sillas también marcó un punto de inflexión, porque tuvieron un doble rol: “Uno es la aparición de un objeto que me parecía también muy seductor y que me ayudaba a componer el cuadro muy dramáticamente; y otro es un modo muy particular en que yo podía descansar después de terminar la obra”.

Todo esto y más tendremos los santafesinos la oportunidad de apreciar cuando se lleve a cabo la gran muestra gran de este casi desconocido artista plástico. La magnitud del evento me obligó a centrarme en su obra por lo que dejaremos la biografía de Guillermo Zanabria Kutitca para otra oportunidad, tal vez para cuando se cumpla su octogésimo cumpleaños, porque lo que nos olvidamos de decir es que Willy está pronto a cumplir ocho décadas junto al arte de vanguardia.

Buenas noches.



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