La destitución

por Javier González

La destitución de Ibarra ha dejado mucho que discutir y de hecho muchas de esas discusiones recién están comenzando. Por eso esta nota no pretende, ni mucho menos, ser algo acabado, sino más bien presentar algunos interrogantes.

Con la destitución de Ibarra, se desmorona quizás el último representante de aquel grupo que en los 90 pretendió enfrentar al menemismo construyendo una alternativa progresista en la Argentina. Alternativa que los sucesos del 2001 habían ya sepultado junto a sus figuras más representativas: el Chacho, que después de su renuncia a la vicepresidencia había prometido vigilar cual gran hermano y custodiar los intereses de la población, y Graciela Fernández Meijide y su instructor de tenis.

Que las esperanzas del "progresismo" argentino hoy están depositadas en Kirchner no hay ninguna duda, y si no lea la revista "Caras y Caretas" y después me cuenta.

En esa suerte de reacomodo de los viejos políticos que por los primeros días del 2002 parecían estar condenados a ser los nuevos desocupados, Ibarra y otros progresistas se acercaron al ideario kirchnerista, por lo menos a la imagen que el presidente y compañía han sabido construir hacia la sociedad: democracia, saneamiento económico, recuperación del salario, defensa de los derechos humanos, etc.

Quien quiera oír que oiga y quien quiera creer que crea, lo cierto es que es muy fácil caer en interpretaciones mesiánicas de la historia, cuya dinámica se entiende motorizada por líderes más o menos simpáticos, más o menos bizcos, pero dejando de lado toda la riqueza que los procesos sociales conllevan; y la defensa de los derechos humanos es algo mucho más profundo y complejo que la transformación de la Esma en museo, que recibir a las Madres de la Plaza de Mayo en la rosada o impulsar la derogación de las leyes que el Partido del Presidente, entre otros, había logrado sancionar.

Sería necio negar la importancia simbólica y el mérito de tales decisiones, pero ojo que estos logros no son producto de la brillantez de un líder mesiánico, sino de años y años de lucha anónima de cientos de miles de trabajadores y trabajadoras argentinas.

Las madres y las abuelas de Plaza de Mayo y los Padres de Cromagnon

La identificación de la lucha por los derechos humanos con las Madres y Abuelas, erigiéndolas en símbolos muy fuertes de esa lucha incluso traspasando fronteras ha sido algo que, por un lado hizo justicia con el reconocimiento a la lucha valiente y ejemplificadora que llevan adelante, pero por otro lado ha obstaculizado enormemente la posibilidad de disociación de amplios sectores progresistas y de la izquierda, imposibilitando la discusión y la crítica política. Casi sacralizadas por el progresismo, hoy las madres y abuelas con su apoyo al kirchnerismo y al ibarrismo ponen en jaque a las corrientes que son críticas de la situación económica y política. Esa suerte de sacralización ha hecho mucho daño en primer lugar a las madres y abuelas porque las ubica en un rol en el cual no se perdonan las contradicciones y en segundo lado a todas las corrientes progresistas y de izquierda que ahora, ¿cómo dicen a las madres que no comparten para nada esa postura política?

Ya de por si, el alineamiento con el kirchnerismo había provocado bastante malestar en muchos sectores, pero la defensa de Ibarra por parte de Estela de Carlotto hablando de golpe institucional e identificando a los padres de cromagnon y el Juicio político con los golpistas y el 24 de marzo de 1976, fue algo que sacó de las casillas a más de uno. Por primera vez desde el retorno democrático, las madres y abuelas juegan su prestigio en la defensa de un gobierno que hasta ahora sigue manteniendo las diferencias sociales llevadas a extremos históricos por el neoliberalismo peronista de los 90.

Hijos de un lado e hijos de otro, invocados en luchas diferentes pero que buscan lo mismo: justicia. Dos momentos históricos diferentes de la Argentina, dos luchas fragmentadas y que sin embargo están totalmente emparentadas. Muertos de la dictadura, muertos de la democracia, en definitiva muertos por un mismo sistema económico que consagra la explotación, el hambre y la miseria generalizada.

Cuestión de números

El proceso que terminó con la destitución de Ibarra puso muchas cosas sobre el tapete. No faltaron quienes desde los medios de comunicación hablaran de una consolidación de la democracia y de las Instituciones. Pero para quienes creemos que la democracia es mucho más que esta parodia burguesa, el proceso de Juicio político mostró a las claras que, con excepciones obviamente, hasta nuestros parlamentarios se transforman en mercancías, que tienen valor de uso y tienen también un valor de cambio en el mercado político. Esto más allá de las siempre presentes sospechas de corrupción y coimas, difíciles de comprobar debido a la aceitada maquinaria política que todo lo tapa y todo lo legitima, y más difícil aún de sancionar.

Lo cierto es que en el debate, más allá de algunos que intentaron debatir otra cosa, los que primaron fueron los números: 194 por un lado, los muertos, los pibes que encontraron el fin en la víspera de un comienzo de año y 15 por otro, los diputados de la Sala Juzgadora.

¿Cuántos tienen unos y cuántos tienen otros? ¿Cuántos suma el oficialismo y cuántos la derecha? ¿Y la izquierda? ¿Suma o resta?

Idas y venidas, negociaciones, alianzas, promesas, futuro político en juego.

Parecía que no se trataba de esclarecer y deslindar las responsabilidades, que no se trataba de hacer justicia sino de un perverso juego de sumas y restas, pero bueno, de última así es como funciona la democracia burguesa.

La comparación con Santa Fe

En los medios santafesinos se comparó más de una vez el Juicio Político a Ibarra con la Causa Inundaciones.

Se rescataba de Buenos Aires, la celeridad con que se llevaba adelante el proceso contra el Jefe de Gobierno. En cierto modo tenían razón porque a poco más de un año de lo ocurrido en Cromagnon, Ibarra fue destituido en Buenos Aires y a casi tres años de la inundación de Santa Fe, todavía no se ha citado a declarar a Reutemann y en este caso es verdad que nadie le avisó.

Está claro que son ámbitos diferentes porque en un caso se trataba de un Juicio político en el cual se sentaba a Ibarra en el banquillo de los acusados frente a una Sala Juzgadora compuesta por políticos profesionales, es decir por pares suyos, y por el otro, en el caso de Santa Fe, se trata de una causa penal iniciada por varios actores civiles en una justicia provincial que poco tiene de independiente.

Destitución pero no inhabilitación

La destitución de Ibarra fue festejada como un triunfo por el grupo de padres que se reunió para seguir las alternativas del juicio político. Destituido pero no inhabilitado fue la sentencia. Esto le da a Ibarra una cierta esperanza de continuidad en la vida política argentina.

Si bien por el resto de sus días va a cargar con el estigma cromagnon, la ofensiva política que demostró durante el proceso y la capacidad de movilización y adhesión de personalidades que logró no lo descarta en absoluto como candidato para las futuras elecciones.

Un poco feo, no?

Te destituyo porque fuiste un inepto y responsable por la muerte de nada menos que 194 chicos, pero te doy la posibilidad de que te vuelvas a postular así en tu próxima gestión podés mostrar todo lo que "aprendiste".

Hacerse cargo

Sin dudas Ibarra es la punta visible del iceberg y como tal tiene y debe hacerse responsable por lo ocurrido en Cromagnon, pero por debajo el hielo continúa.

Es cierto que Ibarra no quería las muertes, como tampoco Chabán, pero también es real que la administración capitalista de una ciudad defiende los intereses del capital y lo hace más o menos corruptamente en todos los casos, y cuando uno es conciente de esa realidad debe también hacerse cargo de sus consecuencias.

Hace unos años el economista John Kenneth Galbraith había dicho que la corrupción era inherente al sistema capitalista, que se podía controlar pero no erradicar definitivamente. Y como si eso fuera poco existen sobrados ejemplos de incapacidad de las fuerzas progresistas para administrar los corruptos vericuetos de un estado capitalista. Cuando esas fuerzas dejan de lado la lucha por el cambio social y se transforman solo en expresión del anhelo moralizante de la clase media, caen generalmente en las mismas prácticas aberrantes de los políticos del sistema.

Con diferencias pero esto también puede aplicarse a Autodeterminación y Libertad que de transformarse en la esperanza de cambio post 2001, quedó reducida a esto que es hoy. Desprestigiada socialmente, numéricamente maltrecha y recurriendo a las mismas excusas de la democracia burguesa para justificar sus posturas políticas.

Esta destitución es un paso importante para que por lo menos algunas cosas comiencen a tener sanción, pero de ningún modo es algo que evite que nuevos cromagnon ocurran en la Argentina. Pero la búsqueda de una sanción no debe ser un fin último sino que debe estar dentro de una dinámica que apunte a reemplazar el sistema que origina los cromagnon. Pero esto se construye con la lucha y no sentándose a esperar un cambio social llegado de los cielos o producto del carisma de los nuevos líderes mesiánicos.



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