Alzheimer

por Miguel Espinaco

El síntoma más típico de la enfermedad es la pérdida progresiva de la memoria de corto alcance, vale decir que las personas olvidan cosas que han vivido recientemente, aunque la memoria de las cosas que pasaron hace tiempo todavía les funcione.

Más o menos así relata las manifestaciones del mal de Alzheimer una página web, y la descripción me pareció atinada para aplicársela - esta vez, claro, como sintomatología política y no como problema médico - al gobierno de Néstor Kirchner.

El asunto tiene que ver, claro, con la proximidad del trigésimo aniversario del golpe militar. El asunto tiene que ver, obviamente, con la prolija dedicación a la memoria de aquellos hechos y con el desmesurado disimulo de los hechos actuales.

El problema no es menor y amenaza con contagiar la sintomatología al conjunto de los argentinos, tiene que ver con los motivos que llevaron a que la Argentina se convirtiera en un gran campo de concentración por aquellos años.

Después de haber escuchado hasta el cansancio la teoría de los excesos en una supuesta lucha antisubversiva, hoy hay afortunadamente consenso sobre el hecho innegable de que aquel golpe militar y su secuela de muertes, desapariciones y terror, obedeció a un plan sistemático orientado a desactivar las luchas de los trabajadores, de los estudiantes y del pueblo en general, a un plan orientado a la necesidad defender las ganancias de las grandes patronales, a la necesidad de ponerlas a salvo de los incómodos reclamos de los que viven de su trabajo.

Sin embargo, existe el riesgo de poner aquella historia entre paréntesis, de reducirla a la categoría de mal sueño, de accidente histórico provocado por una oportuna conjunción de maldades, por pura mala suerte.

El deliberado Alzheimer del gobierno contribuye a esa lectura. No es el problema de si feriado si o feriado no, ni de cuanto se arrepienten públicamente los militares, ni de si el gobierno utiliza o no la efeméride para lanzar su aventura reeleccionista. El hecho tiene que ver con la lectura de aquel acontecimiento, y aquel acontecimiento no puede separarse del presente y de las vicisitudes del autodenominado capitalismo serio que pretende construir el presidente Kirchner.

La defensa de la propiedad privada de las fábricas, de los pozos de petróleo, de los bancos y de los campos, la defensa de la distribución injusta de los resultados del trabajo humano que de ella se derivan y que se reflejan particularmente en la interminable pelea entre salarios y precios, conlleva necesariamente la aplicación de alguna forma de violencia y el Alzheimer lo oculta. El capitalismo, por más serio que sea, es un mecanismo de robo del esfuerzo ajeno, unos son accionistas y los demás trabajan para que las acciones les valgan más y les den ganancias. Y cualquier robo, ya se sabe, necesita de una mano más o menos armada.

El gobierno de Kirchner ha puesto la historia de la dictadura en primer plano y en algunas oportunidades hemos remarcado en esta revista algunas actitudes simbólicas pero valiosas que llevó adelante, pero es un riesgo si eso se usa para velar los hechos actuales, pequeños y grandes golpes cotidianos que hoy se ejecutan contra las libertades democráticas del pueblo argentino.

No siempre se precisa de ostentosos golpes militares para limitar los derechos de los que protestan y ponen en riesgo los negocios, el gatillo fácil es un mecanismo menos aparatoso pero igual de reñido con los derechos democráticos.

La Correpi, explica que en los primeros treinta meses del gobierno Kirchner se produjeron 420 muertes por gatillo fácil y, para comparar, señala que la gestión de De la Rúa y la Alianza fue responsable de 436 casos, incluyendo los 37 asesinados en la represión de diciembre de 2001, y que durante la segunda gestión de Carlos Menem fueron 383 los hechos registrados. "El 44,6 por ciento de esas muertes - explica la Correpi - se produjo en cárceles y comisarías, o con posterioridad a ser liberados pero a raíz de golpizas recibidas durante la detención. Este porcentaje incluye los hechos de tortura".

Las Heras es otro botón de muestra, y estamos hablando de un hecho reciente, muy reciente. La Iglesia de la región Patagonia-Comahue tuvo que advertir que "no se está garantizando el estado de derecho propio de una democracia" en Las Heras, y habló de "preocupación" por lo que considera atropellos a los derechos humanos en la provincia de Santa Cruz y el cura de Las Heras, Luis Bicego, habló de "una caza, como en la época militar". El dirigente petrolero, Mario Navarro, aseguró que los últimos detenidos en Las Heras por el crimen de un policía son "presos políticos" y denunció que se utilizaron "métodos dictatoriales" en el tratamiento de todos ellos. Hasta la concejal kirchnerista Roxana Totino habló de "cacería de brujas" fórmula que no casualmente se usó en repetidas oportunidades para hablar de los tiempos de la dictadura militar. Como en aquellos tiempos, detrás de la escena asoman la cola las ganancias de los empresarios, que son custodiadas garrote en mano. Detrás de la escena están sin duda - en este caso - los 7.600 pesos por minuto que se embolsan Repsol, Pan American Energy y Vintage Oil, según informa con esclarecedora exactitud Jorge Montero, delegado petrolero, integrante de la Comisión Gremial Interna de la Refinería de Shell en Dock Sud.

Este presente que el gobierno intenta ocultar con su lectura tuerta de aquel golpe militar, lo hace repetir palabras que ya fueron condenadas hasta el cansancio. El Presidente Kirchner habló nada menos que de excesos de la policía en su provincia, "los efectivos - aclaró oscureciendo - se excedieron y golpearon" a los detenidos.

El ministro del interior, Aníbal Fernández, también repitió excusas con reminiscencias dictatoriales, que por otra parte contradicen la tesis de los excesos levantada por el presidente: "hay un conflicto y hay que encontrar una alternativa para una situación desmadrada que hay que poner en caja", dijo, repitiendo con palabras más modernas aquellas con las que Videla justificaba el golpe el mismo 24 de marzo, cuando aseguraba que el asalto militar al poder, constituía "la única respuesta posible a la crítica situación".

No se trata, claro, de trazar paralelismos inútiles. El gobierno de Kirchner no es el de Videla ni podría haber tampoco, por cierto, un Videla en la actual situación política. Pero la verdad es que la lectura de aquellos hechos de los que se están por cumplir 30 años, no debería desvincularse del presente. Las dictaduras no nacen de un repollo, sino de la necesidad del capital de mantener la estructura de robo permanente que lo mantiene y que lo reproduce. Y mientras no puede hacer dictaduras, se las ingenia para blandir su mano armada, como en Las Heras.

El político mal del Alzheimer, al gobierno, le permite acordarse bien de treinta años atrás y olvidarse de la semana pasada. Evidentemente, eso le conviene.

Pero a nosotros no.



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