El País del crecimiento cero

por Javier González

"Il cavaliere" fue acusado de menemista, y aunque a nuestro ex-presidente Carlitos Saúl le moleste, parece que el calificativo ha pasado definitivamente a ser sinónimo de corrupción y de decadencia económica.

Esa es la sensación en Italia, que de ser uno de los siete países más industrializados del mundo pasó a ser el país del crecimiento cero durante el 2005. Pero lejos de preocuparse por el riesgo país, el primer ministro derechista Berlusconi desmintió totalmente los datos suministrados por el Instituto Nacional de Estadísticas italiano, el Istat, que indicaban, entre otras cosas, que el crecimiento cero venía acompañado por la pérdida de 102.000 puestos de trabajo, por un aumento de 7,6% de las exportaciones pero con un incremento de 8,9% de las importaciones, situación que desniveló la balanza comercial y con un PIB bastante menor que el promedio establecido por la Unión Europea. Incluso el famoso déficit fiscal, que Berlusconi pudo disminuir a 4,1% quedó como materia pendiente, porque según la Unión Europea no puede ser mayor al 3% y entonces el plazo para encuadrarse en esa exigencia se estira hasta el 2007.

Cuando en 1994, Berlusconi ganó las elecciones con la ayuda de sus buenos amigos de la Alianza Nacional y la Liga del Norte, nadie suponía que el magnate, cuya fortuna se estima en U$S 12.000 millones, iba a sucumbir acusado de evasión fiscal, apropiación indebida, falsificación e intento de soborno.

¿Qué necesidad de robar al pueblo podía tener alguien con tantos morlacos en los bolsillos? Pero, bueno, el capitalismo es el capitalismo y estas cosas suceden, pero el Cavaliere no se quedó atrás y al mejor estilo menemista promovió la aprobación de una ley de inmunidad contra los procesos judiciales para el primer ministro y funcionarios de alto rango mientras estos permanecieran en sus cargos.

A la vez, nunca perdió su fino olfato para los negocios porque en este segundo mandato que ejerce desde el 2001, el primer ministro propietario de medios de comunicación, agencias de publicidad, compañías de seguro, empresas productoras de alimentos y del AC Milan, vio la veta al promover la reforma del sistema audiotelevisivo italiano que entre otras cosas permite la creación de nuevos canales digitales de TV y la privatización parcial de la RAI.

¿Y la mano pulite? Bien, gracias dijo Berlusconi que maneja los tres canales de televisión privados más importantes del país y se relame con la posibilidad de nuevos y más rentables negocios.

Con este marco, se realizaron las elecciones en Italia.

La campaña electoral se realizó en el terreno que más le gusta a Berlusconi, que precisamente es él mismo. Casi todas las discusiones se centraron en su figura. Desde el oficialismo, acusando a L`unione, la coalición liderada por "Il Professore" Romano Prodi, de tener como único objetivo el desplazamiento del pelado y derechoso primer ministro y desde la coalición "progresista" demonizando a Berlusconi, sintetizando en su figura todos los males sufridos por el pueblo italiano.

La "tibieza" y tranquilidad cansina del demócrata cristiano Romano Prodi no le ha impedido prometer un "gobierno fuerte para todos los italianos". Y si bien la apacible presencia del professore parece suponer algo muy distinto, en algunos sectores se preocupan porque no olvidan que este ex-presidente de la Comisión Europea desde 1999 a 2004, es partidario de una fuerza policial común para toda Europa. Incluso durante su gestión se creó la Fuerza Europea de Reacción Rápida, organización militar que ya asusta con solo nombrarla.

Pero evidentemente, Prodi necesitará mucha fortaleza y decisión para afrontar el panorama italiano actual y poder conformar un gobierno en el cual dar cabida a todos sus aliados que van desde Refundación Comunista (a quienes se acusa del fracaso de la anterior gestión de Prodi en 1996 por su intransigencia y radicalidad) hasta los centristas católicos de "La Margarita".

¿Es L`unione una coalición de centroizquierda? Es la pregunta del millón, que podría recibir un millón de respuestas negativas. En realidad no es más que una coalición de distintas posiciones, que como decíamos van desde el centrismo -en absoluto izquierdista- católico hasta las posiciones más progresistas de Refundación Comunista. El programa de L`unione no promete grandes cosas, no es el programa de un partido que pretende amplias reformas sociales, es simplemente un programa de una coalición organizada para tratar de desbancar a los representantes de la derecha más corrupta y evitar un mayor deterioro de la situación italiana.

Mas allá de las fantasías que despierta en el imaginario progresista, la idea de la consolidación de un pensamiento nuevo, más democrático que contrarreste el neoliberalismo reinante, las perspectivas no son tan auspiciosas. L`unione no es un partido a través del cual los trabajadores, los que menos tienen, los explotados, lleguen al poder, y dentro de ese centrismo que ni siquiera alcanza a ser reformista, de Prodi y sus aliados, las tensiones generadas a partir de una victoria sumamente ajustada supone un futuro bastante incierto.

Tan incierto aparece el panorama italiano que mientras la cadena Sky Tg 24 afirma que la Corte de Casación italiana habría confirmado el triunfo de Romano Prodi, la página de Forza Italia!, el partido de Berlusconi dice que en diputados el pelado tiene un 49.739% de los votos contra un 49,805% de Prodi y que en Senadores, "il professore" saca un 48,958% contra un 50,212% del "Cavaliere". Menos mal que estamos en el primer mundo.

Lo cierto es que en un país profundamente dividido, con un norte cada vez más rico y un sur cada vez más lejos de las "bondades" de la Unión Europea, los ricos y sus representantes siguen sentándose sobre sus millones maquinando negocios cada vez más corruptos mientras los trabajadores italianos no han acertado hasta ahora con formas organizativas que les permita pensar un futuro diferente. Esa fragmentación tiene sus causas y no es patrimonio solamente de los trabajadores italianos. Esa fragmentación preocupa y no solamente a quienes más la padecen, sino también a los exégetas del capitalismo europeo que no ven con buenos ojos que la bella Italia se parezca cada vez más a Anillaco.


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