El mito fundacional

por Miguel Espinaco

En abril de 1947 Gran Bretaña traspasó el problema de Palestina a la Asamblea General de las Naciones Unidas, en la cual el 29 de noviembre se votó por la partición de Palestina y la creación de dos Estados, uno judío y otro árabe. Los judíos aceptaron la resolución, pero los árabes no. En mayo de 1948, tras expirar el mandato británico, fue proclamado el Estado de Israel. Casi de forma inmediata a la proclamación, fue atacado por seis naciones árabes, comenzando, así, la primera de las guerras que enfrentaría a israelíes y árabes. (Historia de Israel - diario El Mundo - España)

Casi siempre es así, la historia tiene un acento que se le nota a la legua, una inclinación que es más difícil de notar en el análisis que en la intuición, que se nota en el resabio que deja la lectura mucho más que en lo que está ahí escrito. Víctimas y victimarios son definiciones que transpiran del relato, son también excusas para las opiniones sobre la que pasa hoy, para las propuestas que se hacen entre las amenazas y los bombardeos y los lamentos.

Hay historias que van más lejos, que cuentan que hace cuatro mil años los hebreos se establecieron en Canaan expulsados por los romanos, relatos casi míticos que ni vienen al caso, hay noticias sobre una Declaración de Balfour con la que los ingleses prometían ya en 1917 su ayuda a los judíos para el establecimiento de su hogar nacional en Palestina, hay crónicas de tiempos no tan pasados en los que vivían conviviendo en paz con los árabes unos ochenta mil judíos en Palestina, hay informes de momentos en los que los ingleses prohibían la inmigración judía y de momentos en los que la alentaban según, claro, los dictados de las necesidades estratégicas.

La historia reciente, ya se sabe, es la de los diarios: una contabilidad de muertos y de nombres que nos suenan raros, de intifadas y de bombas y de tanques y de suicidas que explotan y de bulldozer destruyendo casas y de asesinatos selectivos y de declaraciones altisonantes de paz a cada rato. El relato de cómo fue que empezó esto es, entonces, un arma más para la guerra, el mito fundacional del estado israelí sirve de basamento al mito de la guerra entre razas, entre etnias, entre religiones, sirve de discurso de barricada para usar al pueblo judío como masa de maniobras.

El debate ha sido opacado por el ruido de las bombas y por la manipulación informativa, pero no pudo acallarse del todo. Ni siquiera, al interior de Israel.

La Nabka

El asalto al legado del sionismo representa una grave amenaza al futuro de Israel. Ninguna nación puede retener su vitalidad básica si la totalidad de su narrativa histórica pasa a ser vista en la mente pública como una larga serie de errores morales nublados por errores de juicio (Dan Polisar, Presidente del Centro Shalem, director de Peace Watch)

Cuando en 1948, a instancias de la Asamblea General de las Naciones Unidas, iniciaba su conflictiva existencia el Estado de Israel, lo hacía sobre un territorio que no estaba vacío. La preocupación de Dan Polisar tiene que ver con el debate que abrieron los llamados nuevos historiadores, respecto a cómo fue que esos territorios fueron vaciados: "durante mi etapa como estudiante de doctorado en la Universidad de Oxford, elegí el año 1948 como tema de estudio para mi tesis. Escribí sobre la política británica a lo largo de ese año; casualmente, descubrí pruebas en los archivos israelíes y británicos que, una vez analizadas en su conjunto, me dieron por primera vez una idea bastante clara de lo que había sido la Nakba. Encontré pruebas de la expulsión sistemática de los palestinos, y me desconcertó la rapidez con la que se produjo la judaización de lo que habían sido pueblos y barrios palestinos. Estos pueblos, de los que la población palestina había sido expulsada en 1948, fueron rebautizados y repoblados en cuestión de meses"explica Ilan Pappé en un trabajo titulado Los fantasmas de la 'Nakba'. "Cuando Israel se hizo con el 80 por ciento de Palestina en 1948, lo hizo mediante la colonización y la limpieza étnica de la población palestina nativa", explica. Nabka es una palabra árabe que significa catástrofe, catástrofe que ha sido negada sistemáticamente por la historia oficial israelí.

Los nuevos historiadores, entre los que Ilan Pappé - profesor de la Universidad de Haifa - es uno de los más importantes referentes, es el nombre que se dio a un grupo muy pequeño de historiadores israelíes que, a fines de la década de los ochenta sacó a la luz documentos hasta entonces secretos, para escribir una nueva versión de la guerra de 1948 contra los palestinos. Sus trabajos, como era de esperar, fueron condenados como antiisraelíes: "el lector debe ser perdonado por suponer que esta escuela de pensamiento tiene su origen en el departamento de propaganda del Fatah, del FPLP o cualquier otro grupo de la OLP, dado que estos argumentos constituyen una validación literal de la posición clásica del movimiento nacionalista palestino en su deslegitimación del sionismo e Israel" escribe Julián Schvindlerman en Hagshama que además cita a el escritor israelí Aharón Megged: "si la diseminación continúa, si cada vez un mayor número de judíos se sienten culpables por estar aquí, que esto no es correcto sino una terrible injusticia a un pueblo inocente; ¿de dónde, entonces, sacaremos la fuerza en tiempos de juicio para mantenernos en pie frente a aquellos luchando 'para restaurar sus derechos' sobre todo Israel?"

La discusión no es sólo una cuestión de eruditos. El telón de fondo es el llamado derecho al retorno del pueblo palestino al territorio del que fue expulsado, derecho reconocido por varias declaraciones de las Naciones Unidas y negado por Israel, ya que como dijera el vocero del entonces Primer Ministro Sharon en el 2002, "eso supondría dos Estados palestinos".

Una frase que puede leerse también como confesión de parte: echaron a tantos pobladores, que si volvieran, serían mayoría.

La opción étnica

A mi juicio, la clave del problema es que en 1917 se adoptó la opción étnica como guía de la política. Y en 1947 se fue aún más allá, dividiendo un país originario de judíos y árabes -que por siglos habían convivido pacíficamente- con el arbitrismo de separar razas y creencias. Mal sistema en ambos casos, porque los estados étnicos son lo peor para la protección de las minorías y de los derechos ciudadanos. (Ramón Tamames - Autor de libros de Economía, Ecología, Historia y Política, Profesor de Economía Española en la Sorbona de París)

Los nuevos historiadores israelíes, no se hacen ilusiones sobre los efectos de sus denuncias en el pueblo israelí. En un reportaje concedido al diario español El País en el 2004, el ya citado Ilan Pappé anticipa que "con cada nueva Intifada y con cada año que pase, la violencia será peor. Por eso estoy desesperado y me siento pesimista. No sé cómo convencer a la gente sin necesidad de pasar por otras tres Intifadas."

La solución que propone Pappé para el histórico conflicto, se ubica en las antípodas de los dos estados - uno palestino, uno judío - que sueñan los que pretenden coronar la opción étnica: "no creo que aquí haya nunca dos Estados. Ahora es imposible. Quizá en el pasado fuera posible, e incluso fuera una buena idea, pero no ahora. Ahora sólo puede haber un Estado multirracial, multicultural, secular, que respete la nacionalidad de los judíos y de los palestinos" El ya citado Ramón Tamames hace una propuesta similar: "la solución a largo plazo no podrá pasar sino por una confederación de árabes y judíos en todo el territorio de la antigua Palestina, renunciando a pretensiones teocráticas y de hegemonía racial, y restableciendo la concordia de otros tiempos".

La solución de los dos estados, la famosa hoja de ruta que lleva a ningún lado, parece alejarse cada vez más entre tanto muro, entre tanta negación del derecho al retorno, entre tanta invasión desembozada para disciplinar la política de los países vecinos, entre tanto bombardeo sostenido por el lassez faire de la autodenominada comunidad internacional. A pesar de ello, la alternativa de un solo estado en el que convivan razas y culturas parece, en medio del grito de los halcones, un sueño todavía inalcanzable.

"No ha habido suficientes muertos como para convencer a la gente de que la única salida es vivir juntos" reconoce Pappé y remarca, ante lo que suponemos sorpresa del cronista de El País: "hablo en serio, realmente creo que sólo la violencia va hacer que la gente se convenza de que no hay otra alternativa que vivir juntos".

Mientras tanto, "en Israel ya no se niega la Nakba; al contrario: se la tiene en gran estima". A pesar de ello, los nuevos historiadores se ilusionan "los israelíes todavía tienen que escuchar la historia completa; puede que todavía quede gente en Israel a quien le interese la conducta pasada y presente de su país. A ese segmento de la población, habría que advertirles que, de las acciones israelíes de 1948, se les han ocultado a propósito algunas de las más horribles; y habría que recordarles también que estas acciones podrían volver a repetirse fácilmente si no actúan, antes de que sea demasiado tarde."

Quizás el párrafo, a la luz de las circunstancias, merezca ser corregido: para muchos, ya es demasiado tarde.


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