Los consejos de Seguro

presentados por Adrián Alvarado.

Oscar era sonámbulo. Se levantaba de madrugada dormido y se iba al patio a hamacarse, se hamacaba hasta que su parte despierta se aburría y se volvía a la cama. Toda su familia conocía la rareza de Oscar y todos sabían qué hacer si se lo cruzaban: ignorarlo o tratarlo como de costumbre que era más o menos lo mismo.

Para algunas familias ciertos defectos se transforman en un patrimonio y en un karma que va pasándose de generación en generación hasta desaparecer, la familia, y todo su fucking árbol genealógico.

Oscar era pacífico, era un océano, era un pibe que entendía mas de lo que podía asimilar, y andaba, dormido queriendo atravesar paredes, tal su perseverancia y su sino.

Oscar soñaba con sirenas geishas y volaba en su hamaca de rueda por sobre todas las cosas con la levedad del sueño. Meticulosamente pedaleaba en las alturas las distancias y los recorridos, la fábrica donde trabajaba su hermana mayor, el taller de su padre y la plaza donde permanecía su infancia y la piel de sus rodillas en el arenero.

Oscar flameaba dueño de todo el aire de sus pulmones adormecidos, dejábase llevar diría, se derramaba en cada envión de hamaca y llovía en lugares lejanos.

Oscar no sacudía sus alas porque no tenía, ni siquiera tenía imaginación y mucho menos memoria porque no recordaba nada de sus viajes y tampoco tenía resacas dado que no consumía ni entorpecentes, ni alucinógenos, ni anfetamínicos, ni nada, su droga era más sutil y menos pretenciosa.

Oscar se caía cada tanto y quedaba estampado en el estampado del cobertor de su cama sin entender nada, sufriendo angustias insoportables causadas por nadas aparentes que lo atormentaban con sordos truenos y trombones partidos a patadas.

Oscar apuntaba concentrado y le herraba siempre, era pavo en el sentido práctico del término y ejercía de pavo en el tiempo que no dormía, eso le garantizaba el techo y el fiambre. Hubiera sido kafka si se hubiera psicoanalizado, o Poe si hubiera comido hongos de esos.

Oscar apenas si sabía leer de corrido y cuando conseguía hacerlo se cansaba y se dormía. Llamaba la atención y no venía nunca y cuando venía, venía tantos dientes que daba asco, y el flequillo que está siempre ahí arriba de la frente.

Libertad a Seguro


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Yo lo vi
había perdido
todo el pelo
por ir tan rápido
para adelante.
Estaba solo
quieto
agarrado
con fuerza
al apoyabrazos
del sillón,
se hamacaba
y abría grande
sus ojos ciegos
cuando reconocía
palabras
que alguna vez
había leído.

Me llamaba
por mi nombre.
Me quería
después se fue.


Acústica de cueva
mi sien
y mi oído,
sabía que eras vos
te conozco
los pasos
que finiquitan
por así decirlo
el recorrido
y el pesar
del pasar
de esos zapatos
por el pasillo
hasta la pieza

Delfina Contreras

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