Breves de sábado (11/11/06)

El ruido y las nueces

por Miguel Espinaco

¿Es mucho, es poco o es casi nada?

Cuando la noticia impacta hay dos actitudes opuestas, digamos simétricas: una es la actitud del escéptico que lee de reojo y dice al final no cambia nada, y da vuelta la hoja. La otra es la locura del que observa todo como si fuera la hecatombe, el fin de un mundo, un punto de inflexión indiscutido.

Pero no, al final las cosas no resultan ni tanto ni tan poco y cualquier conclusión termina dependiendo de en relación a qué se mide la noticia, qué es lo que se supone que cambiará, qué es lo que se piensa que seguirá igual.

La derrota de Bush en las elecciones legislativas norteamericanas me puso contento, a mí y a unos cuantos millones más en el mundo, seguro. La semana pasada contábamos en este programa que hasta en tierras de su aliado Tony Blair, una encuesta afirmaba que los ingleses lo ubicaban entre los personajes más peligrosos para el mundo y, después de la derrota, en un comunicado conjunto de más de 200 miembros socialistas del Parlamento Europeo se escribía que era "el comienzo del fin de seis años de pesadilla para el mundo". Ni hablar, claro, de lo que pensarán los irakíes o los afganos.

El asunto es pensar qué cambiará a partir de ahora.

Casi todos los analistas coinciden en que el gran derrotado fue Bush, aún más que su partido Republicano. Casi todos cuentan que entre las causas más importantes, aparecen el recorte a los beneficios sociales, su exagerado perfil conservador, el huracán Katrina, la eterna guerra en Irak. Irak ante todo, claro, Irak vinculado a otro gran tema que parece haber cruzado el ánimo del electorado norteamericano, la corrupción de los políticos. Todos temas que, con la obvia excepción de Katrina, ya aparecían como tendencia en la profunda división del electorado que se había desnudado en las elecciones que le dieron a Bush su segundo mandato, hace dos años.

En este marco, no es casual entonces que Rumsfeld resultara la primera víctima de las urnas, él era la cara de una guerra que ha costado ya 2.839 muertos al Ejército estadounidense y más de 300.000 millones de dólares a los bolsillos de los estadounidenses y que parece no tener final.

Robin Toner en el New York Times, de acuerdo a una traducción de Carlos Elordi que encontramos por ahí, resume la cuestión así. Te leo: "casi 4 de cada 10 votantes ha dicho que su papeleta era un voto contra Bush, casi el doble de los que han dicho que votaban por él. Eso supone un significativo revés para un presidente que tras su reelección de hace dos años dijo que había obtenido un capital político y que pensaba utilizarlo. Ese capital ha ido consumiéndose poco a poco por culpa de la batalla en torno a la Seguridad Social, la furia que provocó la mala gestión del Gobierno del desastre del huracán Katrina, las agresivas intervenciones a favor de causas conservadoras, por ejemplo en el caso del derecho a morir de Terry Schiavo, y más que cualquier otro motivo, por la guerra en Irak. Todos los analistas dicen que algún cambio es casi inevitable en Irak".

Algún cambio, dice Toner, algún cambio.. La palabra "algún" pone cuidadosamente el límite, porque la cuestión es que Estados Unidos está empantanado en Irak, y eso quiere decir que está en problemas si se queda pero que también está en problemas si se va. Pero más todavía; más allá de eso - que, coincidamos, ya es un lugar común en cualquier análisis estratégico - está empantanado porque su lógica imperial lo fuerza a poner orden como policía del mundo para que sus empresas puedan seguir haciendo sus negocios fronteras afuera, a poner orden en un doble juego que involucra dos peleas, una a bombazo limpio contra los candidatos a ser expoliados y otra, una guerra de movimientos contra la competencia, contra las demás potencias y sus empresas que buscan también su lugar en el mundo.

Habrá ruido, seguro. Durante los próximos dos años, los demócratas manejarán el Congreso y Bush retendrá el poder de veto, pero también es verdad que no será ésta la primera vez que sucede una cosa así en la democracia bipartidista del norte. Ya Bush, por lo pronto, se ha mostrado dispuesto a "trabajar conjuntamente". Al fin y al cabo, más allá de sus diferentes estilos, los une la lógica de la guerra permanente para mantener a Wall Street y a sus ganancias en pie.

La historia dirá si, aparte del ruido, aparece alguna nuez.


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