El verdadero atentado

por Miguel Espinaco

La cosa da, decime si no, para el chiste fácil.

Una especie de Al Qaeda pero muy muy del subdesarrollo, un terrorista importado tan importado como los muchachos de Bin Laden pero que en vez de aviones usa un camión. Y encima ni sabe manejarlo.

Sin embargo cuando uno escarba un poco hay que ponerse serio, necesariamente. Los discursos y las vinculaciones instaladas por la ira presidencial y por la más calmada voz de Aníbal Fernández, no son cosas que puedan aventarse con un comentario risueño.

Dejemos de lado los argumentos contradictorios que se ventilaron alrededor de este guardia de seguridad chileno que de buenas a primeras agarró un camión, rompió autos y lesionó gente a diestra y siniestra en su enloquecido raid por Río Gallegos y terminó volcando frente a la casa que Néstor Kirchner tiene allí.

La verdad es que sobre ese punto ya hemos escuchado de todo, desde la convicción del ministro Fernández que asegura que "no es un 'loquito'", que "se ubica en tiempo y espacio y comprende la criminalidad de sus actos", pasando por la mediadora opinión de la diputada bonaerense Liliana Di Leo que no se amilana y sostiene que "a Lennon también lo atacó un loquito, pero eso no le restó gravedad al atentado", y llegando a la afirmación del fiscal de Instrucción Andrés Vivanco que se ocupa de la causa, que habló contundente, de "psicosis paranoide con delirios" y de "un desequilibrado que actuó individualmente".

Dejemos también de lado la protesta presidencial: "si me tiran un camión contra mi casa, fue de casualidad, pero si le hubiera pasado a cualquier dirigente de la oposición hubieran dicho que falta seguridad o que fue armado por el Gobierno", dicen que dijo un poco molesto porque no lo tomaban en serio.

Dejemos de lado también que el presidente estaba a unos tres mil kilómetros de la casa de Río Gallegos, el día del incidente.

Lo que no puede dejarse de lado de ninguna manera, es el ángulo que imprimió el gobierno al hecho. En medio de tanto fuego informativo cruzado es inútil intentar deducir si el recorrido y el destino del camión resulta de un atentado político fríamente planificado, de un atentado a lo Lennon o de una casualidad, pero lo que sí está claro es que el discurso del gobierno resultó sí en un verdadero atentado, un golpe al derecho democrático de protestar, reclamar y disentir.

Tanto el presidente, que señaló que Mansilla - el guardia devenido camionero loco - participó en las protestas de los maestros de Santa Cruz contra el gobierno (?), como Aníbal Fernández, que vinculó directamente la protesta con el supuesto atentado - "Mansilla estuvo en todas las marchas", dijo - han decidido utilizar políticamente el hecho para desprestigiar al conflicto docente y a todo el que ose oponerse al poder presidencial en su coto privado.

"Todos aquellos que en vez de insistir para que esto pudiera tener una discusión ordenada y responsable terminaron llevando al extremo el conflicto gremial en Santa Cruz", ese vago todos "aquellos" señala a los culpables para el ministro que precisa todavía más, "todos aquellos políticos que creyeron que de esta manera podían hacer oposición al presidente".

Es cierto que Fernández se cuidó las espaldas diciendo que "esta acción está motivada en el contexto de la discusión de los docentes pero los docentes no tienen nada que ver", que "hay dirigentes locales que se colgaron del reclamo", pero eso no minimiza el problema.

Desde su perspectiva, las políticas salariales de su gobierno que no ha dado un paso hacia la redistribución del ingreso que prometía (ni siquiera en la riquísima Santa Cruz) no tienen nada que ver con el conflicto, los docentes serían algo así como una masa de tontos llevada de las narices por los dirigentes locales - él nombró al jefe del bloque de concejales radicales de Río Gallegos Carlos Lozano y al intendente local radical Héctor Roquel - que quieren "exponer la provincia, para llamar la atención del Presidente".

Puede ser que la agitación informativa sobre este tema tenga que ver - como insiste vinculándolo en los títulos el diario La Nación - con el caso Skanka que ha comprometido al gobierno de Kirchner en maniobras de corrupción, pero la orientación de los discursos que se han agitado desde la Casa Rosada, remiten a la realidad más provinciana de la provincia presidencial.

Después de todo allí, en su estancia, es donde el gobierno no ha dudado nunca en cruzar los límites enfrentando con montañas de gendarmes las protestas de los petroleros y militarizando las escuelas, al punto que las directoras tenían que pedir permiso a un señor de verde para entrar.

La agencia Opi Santa Cruz, cuenta en una nota de opinión titulada "la irracionalidad de un poder que se acaba" que el día del episodio del camión, jugaron "mordazmente" con la idea del uso que iba a hacer el oficialismo del hecho, "pero en realidad (muy en el fondo) no creímos que fueran tan elementales" confiesan. Pero así sucedió.

"Hoy cuando vimos las tapas de los diarios y leímos las "teorías" que manejan estos personeros - se refieren a los oficialistas "El periódico Austral" y a "La Opinión Austral" del día siguiente - se nos ocurrió pensar si en verdad no estarán abonando el campo a fin de hacerlo propicio para sembrar el miedo, culpar a la "oposición" y a todos quienes critican la actual administración y a partir de allí implantar un nuevo cerrojo como el que les permitió aquella increíble excusa de la toma de las escuelas, para militarizar la ciudad".

Los hechos posteriores, lamentablemente, parecen darle la razón.


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