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El avance de la centro-izquierda en Argentina: una interpretación

Por Enzo Vicentín

     Haber leído "La derecha de la izquierda" (artículo Mango del Hacha número 5) me ayudó a reflexionar acerca del pensamiento que hoy comienza a ocupar cada vez más espacios de poder en el continente: la política de centro-izquierda. Y en el momento en que Argentina comienza a transitar un gobierno al que lo titulan centro-izquierdista; que Brasil y Venezuela están atravesando procesos similares al de nuestro país; que en Perú, Bolivia y Uruguay movimientos populares con estas ideas forman polos importantes de acción y debate; creo por lo tanto que este es un buen momento para hablar sobre este "giro" en el pensamiento político americano. Propongo en este trabajo una interpretación resumida y (obviamente) parcial sobre las raíces de esta corriente que encarna hoy por hoy la esperanza de un cambio posible dentro del sistema capitalista.

Reflexiones y conclusiones de la sociedad

     Después del 19 y 20 de 2001 todos los espacios de dominadores y dominados en el país pensaron y siguen pensando las causas de semejante quiebre general y las soluciones para dicha crisis. Independientemente si el objetivo de esos debates era profundizar el activismo de los dominados o reconstruir el edificio de legitimación de los dominadores, es cierto que lo político (el pensar y hacer político) en Argentina se "abrió" al mundo por lo menos en dos sentidos. Por una parte el "caso argentino" fue elevado por parte de economistas, intelectuales, periodistas, etc. al rango de ejemplo máximo de lo que provoca el neoliberalismo sobre un país. De esta manera a los argentinos nos quedó claro (salvo al 20 % que lo votó a Menem) la gran trampa que había sido la economía de Menem, De la Rúa y Cavallo, junto con una comprensión más o menos nítida de que tanto el FMI como el Banco Mundial, es decir, el poder financiero que digita el mundo, habían sido verdaderos responsables de lo que pasó por sostener y alentar esas políticas. Las guerras contra Afganistán e Irak fueron otro punto que ancló aún más el antiamericanismo que hoy refleja la sociedad argentina en las encuestas. Por otro lado, ese "mirar hacia el mundo" se produjo y se produce en un contexto de recesión o a lo sumo estancamiento económico mundial que hace algunos años permitió el surgimiento de voces que hoy critican las políticas del neoliberalismo (por ejemplo el caso de Stiglitz). Los modelos que en el resto del mundo aparecieron (el ejemplo de Lula en Brasil es claro) funcionaron como guías o referentes en la discusión, sobre todo en el campo de los dominadores.

     Toda esa elaboración, todo el balance que se hizo, terminó lógicamente en una certeza mayoritaria: no es bueno volver a repetir la experiencia de Menem y De la Rúa. Por una razón u otra, hubo un convencimiento de que era necesario cambiar la política tal como había sido entendida. Lo mismo vale para la economía en el sentido de que la entrega del país que hizo Menem fue la entrega de la economía argentina, de sus recursos y su industria. Tal vez esos convencimientos no aparezcan en una gran parte de la población, pero sí es innegable que el discurso crítico del neoliberalismo se ha metido en los medios de comunicación masivos que son los formadores de opinión de una sociedad, y eso es sumamente importante sobre la opinión pública. El neo-keynesianismo que rescata al Estado nacional de las cenizas y propone una distribución del ingreso más equitativa encuentra el equivalente argentino en el deseo de Kirchner de un "capitalismo nacional" (si no hubiera un dólar de tres pesos esto sería imposible). Esto a modo de ejemplo para ver cómo un giro a nivel mundial es simultáneo al giro sudamericano tercermundista y cómo este último no podría haber aparecido si el primero no se daba.

     Seguramente en las cabezas de muchos argentinos está la imagen de volver al país que nos contaron nuestros abuelos, y que eso hoy puede hacerse. Es interesante ver como en muchos espacios se repite la frase de que en un país que produce alimento para 300 millones de personas los chicos se mueran de hambre; esa frase muestra por lo menos un par de cosas interesantes: primero, denuncia y no entiende la irracionalidad del mercado (es hora de que sepan que el capitalismo es irracional); segundo, habla de un convencimiento de que Argentina tiene que ser capaz, debe ser capaz de alimentarse a si misma, y se convierta de una vez por todas en el Estado-Nación que se corresponda con semejante capital productivo. La "condena al éxito" del país se pregona paradójicamente cuando tal vez ya estemos condenados a otra función en el mundo. ¿No será demasiado tarde para intentar el regreso al país de nuestros abuelos?

¿Se viene el zurdaje?

     Qué buen punto de partida es esta pregunta gorilona. Después de haber expuesto algunas raíces de la centro-izquierda, hay un análisis que aventuro a preguntarme: ¿es el giro a la centro-izquierda un giro a la izquierda?

     El "abrir hacia el mundo" también se dio en los espacios de izquierda argentinos. Todas las organizaciones de izquierda (partidarias o no) están atravesando actualmente un tiempo de netas diferencias entre ellas, de aparición de nuevas experiencias, del surgimiento (o tal vez consideración) de nuevas prácticas y teorías tanto aquí como en el resto del mundo. Es decir un interesante período de pluralidad. Ahora, ¿es este período una transición hacia algo? ¿Es un tiempo de incertidumbre? ¿Es debilidad? Vaya uno a saber que quedará dentro de años de todo lo que hoy se procesa y se piensa. Lo que es cierto es que sobre el eje de "¿qué organización?" se abre un gran interrogante que es una a la vez una incertidumbre. No es saludable asociar las incertidumbres con las debilidades, creo por el contrario que no se debería considerar así bajo ningún punto de vista. Por mi parte, sobre dicha incertidumbre quiero exponer mi hipótesis, tomando el riesgo de simplificar demasiado: creo que todo el debate que hoy tanto la izquierda nacional como mundial se dan sería una respuesta a la caída del Muro, de la Unión Soviética y del modelo del socialismo como superación del capitalismo. Hoy muchos militantes han desistido de pensar al socialismo como única alternativa, o directamente como alternativa a secas; en la revolución como cambio; en la clase obrera como sujeto a levarla a cabo; en fin, el presente muestra la crisis de premisas históricas y por ahora hay más preguntas que respuestas.

     Entonces yo pensaba si en esa re-elaboración de todo no es entendible que muchos militantes (de la década del 70 sobre todo) vean esterilidad en los proyectos de izquierda y que eso los vuelque a convencerse de que al final de todo es más fácil una salida capitalista a esta situación que buscar incansablemente un cambio radical que nunca llega. Y en esto no interpreto ni juzgo a esas personas como débiles o conversas, creo que es haber encontrado otro enfoque teniendo en cuenta las frustrantes experiencias del pasado de las que extrajeron conclusiones negativas. Una comprensión diferente del camino hacia el cambio, un rechazo a los programas de izquierda. En eso es notable como aflora como justificación y argumento el pragmatismo como vía para estar en la acción, como sujeto de la sociedad, como proponente y no como crítico que cuestiona desde la teoría la realidad sin involucrarse en ningún "proceso de lucha de clases", citando a Marx.

     Debo destacar que los militantes hoy en el país son cuantitativamente poco importantes al considerar la sociedad toda como objeto de análisis. Pero justamente en una sociedad perforada por la negación a la política los intentos de los dominadores por re-legitimar el actual orden democrático dieron tanto resultado, que en las últimas elecciones fue a votar todo el mundo. Y en eso, vuelvo a repetir, es incalculable el peso que han tenido los formadores de discurso, de representaciones, de opinión, que son los que controlan la información: diarios, canales de TV, radios. Entonces tal vez el gran apoyo a Kirchner pueda entenderse como un doble arrastre: de los medios de comunicación a la masa social descreída, y de esta a los militantes temerosos de quedar "pedaleando en el aire" y caer en el sectarismo. El citado primer arrastre fue tan fuerte que, observando las últimas elecciones, se concluye que los partidos de izquierda sumaron entre todos el 5% del padrón (si bien hay que aclarar que muchas organizaciones hicieron campaña por el voto en blanco o la abstención y que por lo tanto no figuran dentro de esa cifra), mientras que el ARI sacó el 13%. Y en eso poco tienen que ver las propagandas o apariciones mediáticas. La clave está en que Carrió hablaba dentro del discurso de centro-izquierda que durante el 2002 tomó fuerza con el giro en el pensamiento de un sector de los dominadores que vieron condiciones para re-estructurar el Orden por el lado de la negación a Menem y su modelo. Y que mirando hacia el exterior se fijaron en Lula como vía posible. La izquierda no habló ese discurso y entonces no fue una alternativa para la masa apolítica. Y si en algún momento la fue debe haber entrado en la concepción de lo deseable, pero no lo posible. "Porque hay que pensar en lo deseable y lo posible, hay que diferenciar entre lo que se puede soñar y lo que se puede realizar ahora" dice Fidel Castro. Seguramente las incertidumbres de la izquierda mundial y nacional en busca de organizaciones colaboraron con el pobre resultado electoral. Pero al margen de esa cuestión, un análisis acerca de que si los partidos de izquierda colaboraron para quedarse en el plano de lo imposible o no merecería otro trabajo. Como también sería otra punta abordar cuan volátil o no es el pensamiento de centro-izquierda, junto con el antiamericanismo que lo acompaña. Aquí se ha tratado de exponer como este espacio de centro-izquierda se ha engrosado sin que ello implique un fortalecimiento de la izquierda. Un giro no implica una tendencia.

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