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Imágenes del naufragio: La película. Por Adrián Alvarado Yo lo ví. Ví la gente desesperada. Ví todos los muertos, los verdaderos y los otros. Ví la mierda disfrazada de barrito. Ví la miseria del cirujeo organizado. Ví libros chorreando agua con fotos adentro, videos amontonados con la basura. Ví fotógrafos y no entendí que hacían, porque a mí no se me hubiera ocurrido documentar nada aquel miércoles 30 de abril a la mañana en barrio Centenario. Y ahora lo entiendo. Lo entiendo cuando me oigo contar las experiencias de aquellos días (pasaron casi dos meses y ya nos quedó lejos) cuento con imágenes que se multiplican geométricamente, y me sorprendo y sorprendo con novedades y me sorprenden con crónicas que jamás hubiera imaginado y trato de forzar la memoria para saber qué estaba haciendo yo en el momento en que vos limpiabas la casa de tu viejo como si (estamos a dos meses y la distancia parece enorme). Imágenes, íconos, mitos y olvido, en ese orden y es arbitrario y quizá desmesurado y no me importa porque yo ví la desmesura y la procesé, intenté escribir y no pude. Es difícil escribir imágenes como las que vivimos porque parecen ficticias aunque hayan sido otra cosa. La vorágine, ésa vorágine, se llevó el miedo que sentimos, al tiempo que tratabamos de alejarnos de él aun más rápido. Lo vivimos y lo sentimos y hubo cámaras que filmaron lo que vieron para documentarlo, vamos a ver esos registros y vamos a seguir sintiéndonos impotentes. Aun no habiéndonos inundado nos vamos a sentir impotentes y vamos a ver la película como si estuvieramos viendo La noche de los lápices y vamos a pensar qué hijos de puta como no avisaron. Y no, no avisaron y se murió mucha gente, y quieren darles 1200 pesos por cada vivienda que figure en catastro, y a pesar de todo no hay reacción. La impotencia no es bronca. Hubo una marcha de tímidos desbordes y varios piquetes de efectos dudosos y los sigue habiendo y no le importa a nadie porque hay que esperar, este no es el momento del reclamo, este es el momento de poner el hombro todos juntos para sacar Santa Fé adelante. La gente que perdió lo poco que le quedaba porque ya vivía en la miseria, perdió más de lo que podía perder, perdió la dignidad, las esperanzas y la vida. Ellos ya habian perdido el laburo y el pan de todos los días y las ganas de reclamar, las ganas de exigir lo que les estaban debiendo. Esa deuda para los funcionarios de turno equivale a costo político y el costo político se paga, pero ellos salen ganando siempre. Arde la leña cocina y barro, lo cotidiano se vuelve mágico. Lo cotidiano es imágen y esa imágen es televisión. Imágen televisada: ícono con música al tono. La magia de la televisión. Nadie haría un censo semejante por respeto a los muertos, pero ¿alguien sabe cuantos televisores se llevó el Salado?. Aunque no lo veamos el televisor siempre está y por ese televisor vimos caer las torres y por el mismo aparato las vimos incólumes en casi todas las películas y la imágen de las torres erguidas superó a la de las torres cayendo. Después vimos las bombas sobre Bagdad y hoy nos repartimos los mitos de la inundación como pan casero y el mito pan casero no tiene conservantes, se endurece en el mejor de los casos o se pudre y yo ya estoy podrido de mitos. Quiero ver linchados en la plaza a los responsables. |
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