¬ Página Anterior Ir a la Portada Página Siguiente ®

Los Consejos de Seguro

Por Adrián Alvarado

     Los tiempos que corren parece que reptan. Andan ahí arrastrandonos entre espinas. Vestidos de uniforme se llevan preso el luto y el dolor y nos dejan un agujero donde antes había ganas de que haya justicia.

     Palabras de Seguro Silva vertidas el jueves 14 de agosto a la tarde, el día que a Reutemann le hinchó las pelotas tanta protesta quieta y mandó a meter presos a los inundados de la carpa negra por robar luz.

     Seguro enciende un cigarrillo con la vela que le prendió a san cayetano y me dice: "Sabe una cosa Alvarado, se acuerda de los pibes Costequi y Santillán, eso pasó un miércoles y usted vino el jueves y los dos estábamos mal, después metieron presos a un par de policías y dieron por terminada la labor. Ese día le quemaron la casa al caracol que había entendido por fin que si a la historia no la hacemos nosotros nos pasa por encima.

     Cuando un gobierno reprime con muertes nos está diciendo: el próximo podés ser vos así que no jodas. Le digo.

     ¿Y usted que propone Alvarado?, Me chicanea, ¿la lucha armada y organizada?, mire que eso ya lo intentaron los montoneros, sino fíjese como terminó Obeid. Y la risa afloja un poco el músculo que nos hace seguir, obsecados, viviendo esta vida que no tiene sentido pero es lo que hay.

     Conversar con Seguro es casi una experiencia religiosa. Si el caos es un orden a descifrar, como dice Saramago, tenemos una tarea pendiente con las cosas que Seguro escribe y con las cosas que Seguro dice. Cuando Seguro habla no elabora un discurso lineal. El habla la lengua de los arboles por eso está justificado el hecho que se vaya por las ramas. Es como si él mismo fuera un arbol con todo y ramas y es así como de la carpa negra pasa a hablarme de circo y de su padre, y de golpe me dice: "El domingo es el día del niño, ¿se acuerda del principito?"

     Seguro me explica que El principito, la obra de Saint Exupery ya tiene todos los galardones necesarios para ser un clásico. "Es la gente quien instala en el firmamento las estrellas de la literatura y ahí las deja", me dice."Estos libros se pueden conseguir en cualquier librería. Los clásicos están en las gondolas de los supermercados. Imaginesé: usted compra el dichoso librito que ya leyó hace tiempo, y que recuerda a duras penas, y se lo regala a su sobrino sin sospechar que el ejemplar tiene variaciones, cambios que al principio eran sutiles y poco a poco fueron transformándose en bochornosos. Imaginesé que el Principito ya no es el Principito y que lo esencial no es invisible a los ojos".

     Seguro Silva imagina.

     Erame piloto de biplano correo eficiente que me encontraba sobrevolando el desierto de Atacama cuando se me retoban los pistones y me veo obligado a realizar un aterrizaje forzoso en medio de la nada.

     Sudando cual equino me empeñaba en arreglar el desperfecto cuando una vocecita a mis espaldas me dice: "Oiga, hey". Me doy vuelta y veo a un pibe rubio, pelo largo pajizo y sucio, la piel blanca curtida por el sol del desierto, taparrabos y en patas. "Hola, soy quien era, príncipe o principito, como quiera". Y el muchacho me entra a contar como vivía solo en un mundo inconmensurable con una flor que no paraba de hablar a la que se vió obligado a cortar porque ya lo tenía podrido y que al final se cansó de los días y las noches interminables y se tomó el buque hacia otros planetas y conoció reyes idiotas, borrachos patéticos y máquinas de calcular parlantes y que terminó acá en la tierra donde domesticó un zorro que le traía las pantuflas y el diario que terminó yendose con sus ahorros. De tan bien domesticado que estaba se hizo chorro.

     Y así fue como el principito se canso de nuevo y terminó yéndose al desierto lejos de cualesquiera criatura hasta que se topó conmigo, me ayudó y me fui. Y lo dejé, pobre pibe.

     Antes de despegar me mira y me dice: "No te olvides que lo esencial no es invisible a los ojos. Lo que no se vé no existe".

Libertad a Seguro

     Ya recuperada de su operación Delfina Contreras vuelve al ruedo y nos arroja en la cara un poema inquietante.

     Abrirás en cuatro
     tu cara
     despertarás de buen ojo.

     El otro contrae
     todas las enfermedades
     en un sueño imposible.

     Abrirás tu cara en cuatro
     cantarás en letra de molde.

     El otro grita
     abre su enorme boca
     y grita
     y no despierta nunca.

     Abrirás las cuatro
     a toda cara
     sonreirás todos los dientes.

     El otro desespera
     escupe
     clava uñas propias
     en propia carne
     y es todo sangre
     y manojos de pelo.

     cuatro caras
     abriéndose
     la tuya

     el otro sueña
     que despierta
     y despierta
     en mal sueño
     el sitio
     donde tu cara
     se cerrará
     cuatro veces
     definitivas.

¬ Página Anterior Ir a la Portada Página Siguiente ®