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La cruz de nuestros días: George W. Bush

Por Daniela Pierotti

El estilo Indiana Jones

     Dispuesto a invadir Iraq, desde Casa Blanca, George W. Bush, dispuesto a dar una anuncio grandilocuente al mundo entero, lo dio haciendo referencia a las "cruzadas". La mueca difundida por TV demostró que estaba más que satisfecho, eufórico por haber utilizado esa palabra. Enseguida fue silenciado por sus asesores que le aconsejaron no volver a usar esa palabra que tiene connotaciones desafortunadas, o muy desafortunadas, para el mundo musulmán.

     Quien tenga una vaga noción, pero muy vaga noción de las cruzadas, sabe que se encuentran entre las páginas más oscuras de la historia de la humanidad. No se puede decir nada en sentido positivo de ellas. Absolutamente nada. Excepto que el que esté utilizando el término sea George W. Bush. Por supuesto, el actual presidente de EEUU que, realmente sabe muy poco de la verdadera historia de las cruzadas, y que en general, sabe muy poco de historia.

     En esta primera etapa del siglo XXI,
los avances de la ciencia y la tecnología hasta límites insospechados, la han perfilado como un período muy excitante de la historia. Obviando que son insospechados porque forman parte de macro-aparatos que se dedican a diseñar el presente y el futuro preferiblemente sin que nos enteremos cómo ni a qué precio. Es decir, más bien ocultos, si es que se puede hablar de que existen estos límites. En medio de esta desquisión común, vale recuperar la idea de que, a pesar de estos avances, hay aspectos de la conciencia humana que están muy por detrás de las fuerzas productivas, la ciencia y la técnica.

     Justamente, muchos de los avances se han conseguido en EEUU. Sede de la mayor contradicción existencial humana, debida o quizá manipulada por los actuales inquilinos de la Casa Blanca de Washington.

     Es interesante conocer algunos datos que nos aporta Alan Woods, estudioso de la sociedad yankee. Escribe que, contradictoriamente, en EEUU "la mayor parte de la población cree en Dios y en el demonio. Millones están convencidos de que el primer Libro del Génesis -y el resto de la Biblia- es literalmente cierto. Piden que en las escuelas de EEUU a los niños se les enseñe que Dios creó el mundo en seis días y que la primera mujer fue creada a partir de la costilla de Adán. Al primer estadounidense que rodeó la Tierra en una nave espacial le pidieron que diera un mensaje a la población mundial, y de toda la literatura que hay en el mundo eligió el Primer Libro del Génesis."

     Qué tiene que ver esto con las decisiones militares tomadas desde allí. Todo. La contradicción dialéctica de una sociedad avanzada y a la vez atrasada en extremo, en ninguna otra parte es tan obvia como en la mentalidad de la extrema derecha republicana estadounidense. "Si pudiéramos abrir la cabeza de Bush y mirar cómo funciona su cerebro, veríamos toda la basura acumulada, los prejuicios y las supersticiones de los últimos mil años."

     Bush habla sobre el funcionamiento del mundo en unos términos que perfectamente podrían haber utilizado los cruzados: el "eje del Mal", y otras cosas por el estilo. Es la mentalidad compartida por las mujeres y hombres que están al frente de EEUU.

     El presidente presenta todos los rasgos psicológicos medievales de fanáticos religiosos como Osama bin Laden o el mulá Omar. La única diferencia, o la semejanza, es que cree que está en lo correcto mientras que aquellos que tienen ideas contrarias están equivocados (bin Laden piensa igual).

     Casualmente, los fanáticos religiosos siempre son personas potencialmente peligrosas, pero muy especialmente cuando tienen en sus manos armas. Y George W. Bush es el que más armas tiene. En Iraq ha corrido sangre y mucha, y de muchas personas: hombres, mujeres y niños, injusta e innecesariamente. Sangre que se ha derramado con el apoyo entusiasta de otros fanáticos religiosos, como Tony Blair.

     Los cruzados medievales que se bañaban en sangre hasta los tobillos lo hacían con una conciencia clara, lo hacían porque estaban absolutamente convencidos de que hacían el trabajo para su Señor. Moralmente, no se los puede salvar, no hay mucho que elegir entre ambos. Pero, al menos los cruzados hacían su propio trabajo sucio. Blair y Bush simplemente dan órdenes a otros. Y usan la religión como si fuera "una hoja de parra útil para ocultar el objetivo real de la guerra", cosa que se ha repetido siempre en la historia bélica que gira en torno de los tesoros petrolíferos del mundo y que la justifica absurdamente.

Su excusa perfecta

     Arribamos entonces a un Bush (un Bush más) del siglo XXI, que en medio de un supuesto estado de post- guerra, que no es tal, asegura que no se retirará de Irak ni de Afganistán, que eso es "inconcebible". Siguiendo uno de sus argumentos, las tropas norteamericanas seguirán allí hasta encontrar al ex dictador Saddam Hussein, a quien Bush atribuye la actual rebelión contra las fuerzas ocupantes.

     Bush se ensañó aún más y aseguró que sus soldados se quedarán en Afganistán hasta encontrar a Osama bin Laden, el jefe de la red Al Qaeda. Este anuncio lo dio, exactamente, un día después de que desde Europa, recibiera mensajes para acelerar antes de fin de año el traspaso del poder a los propios iraquíes. Presiones que se mantuvieron, aunque inválidas.

     Ante los medios, la Casa Blanca dice que quiere elecciones en Irak durante el primer semestre de 2004, aun antes de un acuerdo sobre una nueva Constitución, sin embargo, esto no sucederá así hasta noviembre de 2004, cuando Bush busque ser reelecto en las elecciones.

     El jueves 13 de noviembre, el jefe de la Casa Blanca había dicho, 24 horas después de un atentado mortal contra soldados italianos en Irak, que siguieron a una imparable ola de ataques de la resistencia contra las tropas extranjeras, que podría acelerarse la cesión de poder político a iraquíes confiables.

     El bueno de Bush proclama a Irak como el foco de su política exterior durante las décadas por venir. Bush dice: "Un Irak libre en el corazón de Oriente Medio será un acontecimiento trascendental en la revolución democrática mundial".

     Enseguida después de declarar que "El pueblo iraquí es muy capaz de gobernar su propio país y cuanto antes entreguemos la soberanía, más rápido se estabilizará Irak", fija las condiciones del retiro de EE.UU., indefinidas en torno a las capturas de Saddam y Bin Laden, cuyos paraderos se desconocen desde hace varios meses.

     El presidente afirma: "Las acciones que tomamos harán del mundo un lugar más seguro y pacífico". La vía de las contradicciones, elegida por Bush para explicar el sostenimiento de una política armamentista que mantiene su hegemonía, alcanza los límites de la cordura. Digo los límites de la cordura para que no queden dudas de que el presidente tiene clara su visibilidad mental y sus objetivos, aunque parezca un delirio de salvador. Se respalda en el buen cálculo de saber que cuenta con una sociedad conservadora y casi supersticiosa que lo ampara. Con perdón de los ciudadanos estadounidenses que se oponen a este funcionamiento, aunque lejos del escenario de la guerra. Bush tiene claro a quienes dirige su mensaje casi apocalíptico, parecido al Menem lo hizo pero desde unos cuantos peldaños más arriba, y con todas las posibilidades de victoria. Su fundamentalismo lo sostiene. Aunque, no seamos ingenuos, su mística tiene un considerable fundamento petrolero.

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