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Grasa de chancho

Por Miguel Espinaco

     Un compañero de la secundaria me dijo una vez, en medio de una clase de geografía, que todo lo que no avanza retrocede; hizo una pausa y aclaró con una pregunta: ¿sabés todo lo que estamos retrocediendo ahora? En ese momento, el Tato - así le decíamos a mi compañero de secundaria - se refería al tiempo que nos insumía escuchar a la profesora de geografía hablar de triviales bueyes extraviados durante los cuarenta interminables minutos que duraba la hora.

     Con el tiempo, me daría cuenta de que la frase no era de su autoría, de que muchos la repetían después de los consabidos como dicen o de los ya lo dice el dicho, sin embargo nunca la entendí con tanta claridad como esa vez, mientras la profesora hablaba y el reloj corría para atrás.

Una noticia de porquería
... que el hombre de hoy es el padre del mono del año 2000 (Joaquín Sabina - Eclipse de mar)

     En el diario no hablaban de ti ni de mí, pero sí de que la policía israelí ha pergeñado un audaz y novedoso método para alejar a los terroristas suicidas: la grasa de chancho.

     Los venturosos efectos de esta novedosa arma de disuasión masiva tiene que ver no con las propiedades físicas o químicas de los desechos del pobre animal, sino con sus aptitudes místicas. O mejor dicho con sus ineptitudes.

     "La insólita iniciativa - nos cuenta el sorprendido enviado de Clarín en Tel Aviv - consiste en colgar sacos llenos de ese elemento en los ómnibus. Para los musulmanes, una persona que tiene contacto con un cerdo antes de morir no podrá acceder al Paraíso. Una explosión rociaría la grasa y "contaminaría" a los "mártires"".

     El relato - forzadamente colmado de comillas por el corresponsal - podría pasar como una más de esas noticias inventadas; la razón, como mínimo, invita a no tomarla en serio: basta ponerse a pensar un minuto en un terrorista suicida, en un tipo jugado hasta la locura, preocupado por los contactos post mortem de su supuesto alma antes que por su verificable carnalidad hecha pedazos.

     Pero los tipos, parece, se lo toman muy en serio, al punto que antes de que la noticia regara los titulares de los diarios del siglo XXI, la policía israelí esperó pacientemente una consulta con los rabinos. La pequeña contrariedad no tenía que ver tampoco con problemas sanitarios - ni siquiera de orden odorífero - sino que resultaba de que también la religión judía considera impuros a estos pobres animalillos que nos dan sus jamones y sus costillitas. Por lo tanto, hubo que esperar un decreto divino que fue prontamente provisto por el rabino Eliezer Fisher, de Jerusalén, que terrenalmente aceptó que "la utilización de sacos de grasa de cerdo para la protección de lugares públicos es legítima, pues hay vidas humanas en juego" y no solo eso; la noticia les pareció tan buena que - según dijeron - invitarían a sus seguidores a salir a la calle portando pistolas de agua en las que incluirán grasa de cerdo para disparar sobre los terroristas.

¿Dios contra Dios?
.....Y, con todo, Dios es inocente. Inocente como algo que no existe, que no ha existido ni existirá nunca, inocente de haber creado un universo entero para colocar en él seres capaces de cometer los mayores crímenes para luego justificarlos diciendo que son celebraciones de su poder y de su gloria, mientras los muertos se van acumulando. (José Saramago, El factor Dios)

     El juego es magnífico, inconmensurable, ilimitado. La pantalla es el mundo en el que los dioses se dedican a enfrentarse joysticks en mano. Uno mueve y crea un país en donde había otro meneando una escritura de donación que había recibido un tal Abraham hace un montón de años, otro manda a unos cuantos al suicidio y acuerda como premio un paraíso a sus figuritas, pero no toqueis el chancho o tendrás prenda. Llegado el caso, los comodines se usan para cambiar las reglas, para adaptarlas a los nuevos requerimientos del juego mientras se mata y se mata y se manda gente al exilio de campamentos improvisados y malolientes y se derrumban edificios con aviones y se bombardean pueblos y ciudades con misiles inteligentes y se mata y otra vez y siempre, se mata y se muere.

     El juego es en realidad un juego de delirios de un reloj que atrasa, el planeta se parece a una convención de idiotas que compran buzones, que idolatran piedras, que dan vueltas alrededor del fuego para convocar a la lluvia y a la suerte, que sueñan con un más allá que les compense el más acá, tan devaluado.

     Pero claro, ya se sabe, en este juego de locos los reglamentos por cuenta de los dioses son escritos inevitablemente por los hombres; por eso ya son muchos los que esperan la próxima movida mística palestina que reacomode el tablero de este ajedrez celestial.

Nuestra propuesta

     En El Mango del Hacha no queremos quedarnos afuera de esta ola mística, por lo que hemos decidido realizar una propuesta acorde con los retrocesos de la época. De paso la idea puede venirle bien a Kirchner, que podría así mediar en un conflicto de importancia mundial, alcanzando de ese modo el status de estadista que logró Menem en sus mejores épocas metiendo sus narices en todo lo terreno y lo divino.

     La idea sería que Argentina envíe como donación un cargamento lo suficientemente grande de grasa de chancho, para que sea rociado por aviones fumigadores sobre todo el territorio antes palestino, después ocupado por el novedoso estado israelí, actualmente disputado con violencia infinita. De ese modo todos - los unos y los otros - quedarían contaminados y por lo tanto impedidos de ir al paraíso.

     Puede ser que así, decidan suspender la guerra - que los podría llevar a la muerte con tan deleznable mancha en sus almas puras - y dedicarse por ejemplo a rezar para que dios los ayude. Total, si son tan creyentes......

Así como Hamas autorizó a las mujeres a suicidarse como mártires, podrá en el futuro darles vía libre al paraíso a quienes mueran enchastrados en grasa porcina en los futuros atentados, total qué más da, si nadie va a volver nunca a reclamar nada.

Lo que no avanza retrocede
La miseria religiosa es, a un tiempo, la expresión de la miseria real y la protesta contra ella. La religión es el sollozo de la criatura oprimida, es el significado real de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una época privada de espíritu. Es el opio del pueblo.(Karl Marx, Contribución a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel)

     Dios había sido declarado muerto, o por lo menos agonizante. Algunos opinaron que la herida mortal la había provocado - aparentemente muy a su pesar - un tal Descartes allá por el siglo XVII, sin embargo, estaban pasando demasiadas cosas por aquellos años como para echarle toda la culpa a un pobre tipo que apenas se dedicó - según dicen metódicamente - a dudar de todo.

     Sin ir más lejos, la aparición del mundo burgués se aprestaba a llegar a su clímax en el que abrasaría todo con la luminosidad de lo nuevo, en el que revolucionaría la historia del hombre con sus postulados de igualdad y de libertad, con el imperio de la razón. El mundo parecía encaminado a liberarse de todos los reyes de la tierra y del cielo, a conquistar una nueva vida en la que todas las preguntas fueran lícitas porque todas las respuestas parecerían apenas una cuestión de tiempo.

     El cuento rosa llegaría pronto a su fin. La razón sería cuestionada cuando cuestionara la racionalidad del Sistema del Capital, los nuevos Señores le cortarían las alas a esos razonamientos para que nadie osara cuestionar un estado de cosas en el que ellos resultaban los ganadores a expensas de los casi todos que no tendrían más libertad que la de trabajar para otros, ni más igualdad que la de las apariencias.

     La irracional razón del capital no tardó en darles la razón a los que razonaban contra él. Un mundo de guerras, de desigualdades, de miseria, había sido parido ante los ojos de los hombres que - que le vachaché - volvieron a mirar al cielo, hacia los sueños de una justicia que no se encuentra en la tierra, hacia una vida que les era negada. Y los dueños del circo, claro, no dudaron y volvieron a afirmar dioses en el cielo, a instalarlos sin grietas ni heridas; y a la diestra de los dioses, claro, reaparecieron sus voceros de prensa en la tierra, esos que decretan lo que los dioses - ellos juran - mandan hacer.

     Para que no queden dudas, para reafirmar la resurrección de dios, de este dios en sus diversos modelos y versiones, en el mundo del dólar los billetes afirman sin vacilar que in god we trust, mientras la muerte bendecida cotiza bien alto en las bolsas del capital.

     Es que el mundo del robo sistemático del trabajo ajeno sobrevive y sus contradicciones, su lógica desmesurada que aniquila la vida fabrica tristeza, y de la mano de la desazón seguirán renaciendo los prejuicios, las guerras entre dioses a cada cual más fascista, los consejos medievales que prohíben el uso de preservativos - que en el mundo del Sida es lo mismo que prohibir los tubos de oxígeno a los astronautas - los temores primitivos a la grasa de chancho, los suicidas que sueñan paraísos, las cruzadas, los inquisidores sotanudos, trajeados o uniformados, las muertes a granel con sello celestial, la barbarie.

     Bien lo decía el Tato en la hora de geografía: lo que no avanza, retrocede. ¿Sabés todo lo que estamos retrocediendo ahora?

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